14 diciembre 2006

¡Por fin un Oscar para Morricone!

La Academia de Cine de Hollywood por fin se ha puesto las pilas y ha anunciado que le entregará un Oscar honorífico al compositor Ennio Morricone (apodado por muchos como Gennio Morricone). A pesar de ser uno de los mejores músicos de cine de la historia, con un estilo muy personal, reconocible y muy imitado (y parodiado), hasta la fecha no había recibido la figurita dorada de marras pese a sus muchas nominaciones.

La historia de Morricone con los oscars es amarga y caracterizada por el maltrato, ya que siempre que fue nominado era el favorito y en el último momento ganaba otro. Por supuesto, una figura de su calibre está por encima de premios y honores, pero como aficionado a las bandas sonoras, me resulta descorazonador comprobar la nómina de premiados de los últimos años, en los que constan autores claramente inferiores. Claro que ese es otro argumento más para dejar de darle pábulo a unos premios cada vez más irracionales y marcados por el marketing.

Morricone es un autor de marcada personalidad, algo inusitado en el mundo de la banda sonora, ya que lo usual es que el compositor trate de amoldar sus rasgos personales a la imagen y, en cierta medida, desaparecer bajo los fotogramas. En cambio, el estilo de Morricone es inigualable y perfectamente distinguible a la primera nota.

O mejor debería decir los estilos, ya que a lo largo de su carrera, que superar las 300 partitura spara cine, ha sido capaz de desarrollar diferentes sonoridades: sus arrebatadoras melodías románticas; sensuales temas con la voz solista de Edda dell'Orso, disonancias para los films terroríficos de Dario Argento; tensas composiciones para thrillers políticos y policíacos… y claro, el spaghetti western, del cual es maestro, pero que a larga creo que ha resultado contraproducente para él, ya que todos lo identifican con ese estilo, pese a que no debe representar ni un 5% del total de su producción. A mí también me parece que "La muerte tenía un precio" es uno de los temas más chulos (en el sentido de calidad, y también en el de chulería) de la historia del cine. Pero Morricone es mucho más.


Además, es admirable su impresionante ética de trabajo, pues raro es el año que no nos deja un mínimo de cinco partituras. Y ojo: todas, de principio a fin, orquestadas por él, sin ninguna colaboración. Cierto es que ello supone una calidad desigual y "parecidos razonables" entre obras, pero, en todo caso, una obra mediocre de Morricone es muy superior a la de muchos compositores consagrados de la actualidad, ¿verdad, Hans?


En todo caso, aunque sea tarde, la Academia de Hollywood repara una histórica injusticia en sus galardones. Y es la segunda vez que lo hace con un compositor, ya que en los años 80 también se le concedió un oscar honorario al gran Alex North, otro compositor fundamental de la historia del cine que tampoco había sido premiado. Eso sí: por una vez los europeos nos adelantamos a los americanos, ya que esa cosa rara de la Academia del Cine Europeo concedió su premio honorario a Don Ennio hace unos añitos.


Como se dice en estos casos: ¡Bravo Maestro!

12 diciembre 2006


La Sombra lo sabe…

Para un friki comiquero como yo, leer que Sam Raimi producirá tras Spider-Man 3 una nueva versión cinematográfica de La Sombra supone un gozo mayor que el que sentiría un madridista si oyera que Ronaldinho se rompió las paletas, o si un melómano tuviera conocimiento de la electrocución (no mortal) de Luis Cobos cuando manejaba un sintetizador.

La Sombra es un personaje nacido en la literatura pulp, que pronto arribó a la radio, con un joven Orson Welles proclamando el inmortal lema del personaje: “¿Quién sabe qué mal se oculta en el corazón de los hombres? La sombra lo sabe…”. Con el tiempo llegarían los seriales serie B de cine y, ya en los 70, al comic, donde la encarnación que realizó el dibujante Mike Kaluta sigue siendo una referencia. No es un personaje muy popular, y mentiría si dijera que soy un gran seguidor y conocedor de su saga. Pero siempre me ha encantado la iconografía del personaje: su nariz aguileña, su gran sombrero, su gabán negro, su bufanda roja y su risa tenebrosa.

Además, es un personaje que por méritos históricos merecería tener más reconocimiento, ya que es el padre fundador de los superhéroes modernos: Batman le debe mucho a este oscuro luchador por la justicia, y en general todos los justicieros enmascarados que se valen de sus poderes, ingenio y recursos para combatir el crimen, ocultos tras una identidad civil de millonario pusilánime.

En 1994 se rodó una lujosa adaptación cinematográfica en la que el normalmente acartonado Alec Baldwin encarnaba con inusual convicción al personaje, acompañado por una excelsa partitura del gran Jerry Goldsmith. Pero, por desgracia, la historia narrada era demasiado irónica (a veces parecía una parodia), el héroe salía demasiado poco y no todo lo espectacularmente que debiera y, en general, a los cineastas les pareció más interesante hacer exhibición de la lustrosa dirección artística de la cinta que de narrar una historia excitante que nos dejara con ganas de ver más aventuras del justiciero.

La historia de amor de Sam Raimi con La Sombra es lejana: tras las dos primeras partes de Posesión Infernal, la intención del joven Raimi era acometer la adaptación de este héroe pulp, pero los derechos del personaje eran muy caros, por lo que Raimi decidió hacer una versión apócrifa, llamada Darkman. Cierto es que la cinta toma más elementos prestados de El fantasma de la ópera, pero la oscuridad y, sobre todo, el gran sombrero y el abrigo están ahí.

Ya muchos especulan con que Raimi no se limitará a producir la nueva cinta, sino que acabará dirigiéndola. Sería una buena noticia, ya que ha demostrado en sus filmes del hombre araña ser capaz de manejar una fantasía exagerada sin perder de vista el interés de la historia (si bien muchos sentimos que Raimi ha domesticado el trepidante y excesivo estilo del que hacía gala en sus primeras cintas).

Una Sombra dirigida por Raimi sería mucho. Si volviera a hacer locuras con la cámara, sería más. Y si reutilizara el tema musical de Jerry Goldsmith, la cosa alcanzaría niveles orgásmicos. Pero si además al personaje lo encarnara su coleguita Bruce Campbell, el actor desconocido más carismático del universo, …eso ya sería demasiado.

(Foto: Alec Baldwin, La Sombra en el film de 1994)

22 noviembre 2006

El retorno de Mr. Marshall

Hagamos repaso de historia del cine español: en Bienvenido Mr. Marshall, un pueblito cochambroso se engalanaba y maquillaba su realidad para recibir al artífice del Plan Marshall, que se rumoreaba que visitaría aquellos lares. Finalmente, el americano pasa de largo, tornando así inútiles los desvelos de los lugareños. Berlanga dio una esplendida y tragicómica visión de cómo a los españolitos nos gusta aparentar y hacer la pelota. Pues la cosa va a reeditarse estos días en Canarias.

Sus Majestades los Reyes de España van a visitar el archipiélago durante cinco días, y ya desde hace algunas jornadas están revolucionados en todos los municipios por los que pasarán, repintando, reparando y engalanándolo todo para tapar sus vergüenzas.


Tengo al Rey por una persona inteligente, así que supongo que será consciente de que todo lo que va a ver a lo largo de estos días (y también gran parte de lo que va a escuchar) es una burda mentira. Si realmente está interesado en conocer la realidad de las islas, debería hacerlo de incógnito y sin avisar: descubría, no sé si con sorpresa, que en verdad no está todo tan bonito como le harán ver, y que, por ejemplo, ese tranvía tan mono en el que le van a subir realmente no funciona.


(Por si no lo saben, Tenerife lleva un año con las entrañas al aire porque al presidente de su Cabildo se le metió en la cabeza construir un tranvía. A día de hoy no está en marcha y las obras para montar sus vías provocan un caos de tráfico que ríete tú de Godzilla con hemorroides arrasando Tokio. Y la cosa empeora, pues para que sus majestades puedan darse una vueltita en el cochecito leré, han trazado unos desvíos provisionales que, en comparación, el laberinto de El nombre de la rosa es un burdo pasatiempo de revista barata. Perdonen que esté hoy tan hiperbólico, la retórica me puede a veces).


Como ciudadano, me produce vergüenza ajena ver el baboseo que ya antes de la real llegada están desplegando nuestras ¿dignísimas? autoridades en forma de solemnes bandos publicados en prensa y entusiastas manifestaciones varias. Basta con ver los itinerarios que le tienen previstos a sus majestades para comprender que todo esto va a ser una farsa… de nuevo.

Casi tan ridícula como cuando hace un par de meses el presidente Rodríguez Zapatero se personó en Los Cristianos (Tenerife) para conocer in situ la realidad de la llegada de cayucos a la isla, y en su lugar disfrutó de una vista despejada, fermosa y esplendorosa, porque días antes las autoridades locales habían retirado las polémicas embarcaciones para que el presidente no las viera.


Este blog es sobre cosas que se ven y se oyen, aunque hoy ha tratado sobre lo que el Rey no verá ni oirá. Y para que no me acusen de republicano recalcitrante (que lo soy), que conste que esto no es una crítica a los reyes, sino a los políticos que se aprovechan de su figura para ganar réditos electorales.

(Foto: Mítico momento de la película de Berlanga: "Como alcalde vuestro que soy...")

16 noviembre 2006

Sobredosis de House

No me refiero a que me haya pegado un atracón de música electrónica de los 90, sino a la serie acerca del famoso médico americano, el Dr. House, interpretado magistralmente por un británico, Hugh Laurie. Tras haber caído a sus pies durante la primera temporada, en la que no fallé ni un solo capítulo ante el televisor (creo), he descubierto que la segunda me está empezando a cansar.

El problema es que visto un capítulo, vistos todos. Comprendo que esa es la filosofía de toda serie de televisión (ya la propia denominación del formato lo indica, serie, es decir, repetición), pero también es cierto que en unas se nota más que en otras. A este paso, House está entrando en el peligroso terreno de El equipo A o Se ha escrito un crimen, cuyas tramas eran siempre las mismas, variando únicamente el nombre de los personajes y la localización (en House ni siquiera eso: siempre sucede en el mismo hospital).

Llega un paciente con síntomas que indican una enfermedad concreta, pero House, por ciencia infusa y porque es más chulo que nadie, dice que no, que es otra más rara. Discute con su jefa, pone en ridículo a sus colegas y al propio enfermo, le hace mil y una perrerías médicas al pobre paciente que no se sabe muy bien cómo resiste, y al final su teoría se confirma. Así un capítulo tras otro.

Reconozco que aún la veo porque me hacen gracia las burradas que dice el personaje, y quizá esa sea la única razón que explique su éxito. Ahora bien, si me encontrara al eminente doctor en la vida real y en plena crisis de salud me soltara alguna de sus genialidades, creo que lo dejaría inválido también de la pierna que le queda buena, de la manera más dolorosa posible.

Ya se empiezan a escuchar por ahí historias de terror sobre doctores reales que, inspirados por este personaje, manifiestan similar desprecio por sus pacientes. Sé que los médicos soportan mucha presión y están quemados. Pero lo mismo les sucede a los familiares de los pacientes de la UCI, así que por favor, déjense de mandangas… o aténganse a las consecuencias: disturbios en urgencias (¡qué bonito titular!).

Al principio veía de rebote Anatomía de Grey porque la emitían inmediatamente después de House. Pero con el tiempo, he de admitir que me gusta más ese folletín sentimental-hospitalario que la serie del médico cascarrabias, a pesar de que su trama principal,el romance frustrado entre el "doctor macizo" y la petarda protagonista, me empieza a hartar con tanto mohín y miradita en el ascensor.

Pero aquí hablábamos de House, y si no mejora, temo que le suceda lo mismo que a Luz de luna y Ally McBeal, series que comenzaron rozando la genialidad y terminaron siendo tostones insufribles.

09 noviembre 2006

Honor y gloria para Basil Poledouris

El pasado de 8 noviembre, el cáncer venció la batalla al compositor de música cinematográfica Basil Poledouris. Era uno de los mejores, o por lo menos uno de los que más me gustaba, y una de las principales razones por las que me hice aficionado a este mundillo de las bandas sonoras.

En julio de este año lo pude ver en persona durante cuatro días maravillosos en Úbeda. Ya estaba visiblemente enfermo, pero con ánimos suficientes para ensayar y dirigir un concierto que, a pesar de una deficiente orquesta, nos hizo vibrar a todos los asistentes.

Poledouris llevaba unos años de capa caída, trabajando cada vez menos y sin ilusión. De hecho, confesaba a quienes asistimos a ese congreso que pensaba que ya era una figura olvidada, y se sorprendió y emocionó al comprobar la cantidad de aficionados que nos habíamos congregado en la pequeña ciudad andaluza para rendirnos ante su música. Quiero pensar que de algún modo fui partícipe de un momento especial en la vida de este hombre que demostró, además de su altura artística, su coraje.

Esta década está siendo terrible para la música de cine: ya se han ido Jerry Goldsmith y Elmer Bernstein, los últimos clásicos, y Michael Kamen, qua aún no llegaba a los 60 años, y el propio Poledouris, que con 61 años aún tenía mucho tiempo para resurgir de sus cenizas. Como aficionado, siento que cada vez tengo menos alicientes, ya que se me están marchando los más grandes, y no veo en los que quedan figuras capaces de compararse a ellos.

En todo caso, siempre podré repasar Conan, Robocop, El lago azul, Los miserables, Los señores del acero, La fuerza del viento y tantas músicas excelentes para películas no tan excelentes que nos legó Basil. (El rimbombante titular viene a propósito del título de un recopilatorio dedicado a la música de Poledouris, titulado precisamente Honor and Glory: hoy más que nunca, distinciones que este compositor merece sin dudas).

Actualización del 13/11/06

Los chicos de Bsospirit han colgado en la web la entrevista que les concedió Poledouris en Úbeda, y un video que se proyectó en el mismo lugar, con un repaso audiovisual por la carrera del maestro, y que sirve como homenaje a su figura:



(Foto: Poledouris en Úbeda, el pasado julio)

27 octubre 2006

"Un conductor canario, primer español que pierde todos los puntos del carné"

Más detalles aquí. Y es que para algunas cosas semos loh mejoreh...

(No es por ponerme paranoico-pancanarista, pero a veces me da la sensación de que Canarias sólo sale en las noticias nacionales cuando son grotescas o trágicas. Y por los carnavales, claro).

19 octubre 2006

Réquiem por el calvo

Leo sorprendido en la prensa que le han dado la patada al calvo de la lotería porque, al parecer, su imagen se había hecho tan popular que eclipsaba al propio producto. Uno de los creativos publicitarios que ideó esta ya mítica campaña hace ocho años incluso habla de que era un cambio necesario, pues la publicidad debe asumir riesgos y apostar por lo nuevo. Si ello es cierto… ¡a ver si toman nota los pesados de turrones El Almendro, que el tipo lleva años volviendo a casa por Navidad, y no le cambian ni la cancioncilla!

La verdad es que me da algo de pena que desaparezca este personaje, porque estaba muy logrado: a priori, ese chaquetón negro y esa calva le daban un aire siniestro, pero combinado con la preciosa música de Maurice Jarre para Doctor Zhivago, quedaba de lo más entrañable. Pero, por otro lado, reconozco que había perdido capacidad de sorpresa: cada año era igual, con un mismo argumento (el calvo repartiendo suerte a soplidos) y similares soluciones formales.

Así que entiendo el argumento de la necesidad de renovarse, aunque no tanto el otro. Sinceramente, no creo que el calvo llagara a eclipsar la Lotería; de hecho, creo que se logró una fusión perfecta entre icono y producto. Recuerdo que hace unos años Kim Basinger anunció unas medias y sí se produjo ese fenómeno: todo el mundo sabía que la actriz había hecho la campaña, todos comentaban lo guapa que salía en el anuncio… pero nadie recordaba qué marca era. No creo qua haya sucedido lo mismo con este clásico anuncio navideño.


En todo caso, el calvo de la Lotería ya ocupa un lugar por méritos propios en ese peculiar panteón de las campañas publicitarias desfasadas, junto al hombre de la tónica, Millaquito y Millaquita, el primer mayordomo del limpiador de azulejos y Manuel Luque, el tipo que nos convidaba a buscar, comparar y comprar algo mejor si lo encontrábamos, entre otros ilustres iconos del mercadeo.

(Por cierto, llevaba un mes sin actualizar esto. Mil perdones a mis lectores... si es que hay alguno).

15 septiembre 2006

Reseña: Corrupción en Miami

El cine no es algo matemático. En teoría, si se junta una buena historia con unos técnicos de primer orden y un reparto de calidad bajo el mando de un director con pulso, el resultado debería ser bueno. Sin embargo, en ocasiones se da esa conjunción de factores y, sin embargo, el producto es decepcionante.

Este es el caso de Corrupción en Miami, la última película de Michael Mann. No se le puede negar a Mann su capacidad de riesgo. Podría haber oficiado un remake de la serie original que apelara a la nostalgia fácil. Pero en su lugar ha optado por un planteamiento totalmente alejado del mítico programa televisivo. Tan alejado, de hecho, que uno se pregunta qué sentido tiene hacer una versión de algo que no se parezca en nada al original (salvo los nombres de los personajes); para eso, mejor hacer algo totalmente inédito y así no correr el riesgo de frustrar las expectativas de los aficionados de la serie, que es lo que ha pasado aquí.

Un problema que le veo a la película es el brusco cambio de ritmo que da tras su vertiginosa primera media hora. Hasta ese momento, la película es estupenda, hilvanando de manera veloz una trama criminal que logra crear una gran sensación de urgencia y nerviosismo. Sin embargo, cuando Sonny Crocket (Colin Farrell) decide seducir a Isabella (Gong Li), la cosa se va al traste, y el atractivo thriller policíaco que estábamos vendo se trastoca en un intento de historia de amor apasionado que resulta exagerado, ridículo y, lo que es peor, no logra calar en el espectador.

Y es que su planteamiento es bastante patético. Él la sube en su superlancha fuera borda y la invita a tomarse un mojito. Ella le responde que deberían ir a la Bodeguita del Medio, en Cuba. Él se sorprende y dice no tener el pasaporte encima. Y ella zanja la cuestión diciendo: “No te preocupes, mi primo es el encargado del puerto”. Toma ya réplica inteligente. Lo siguiente son planos de un Colin Farrell conduciendo su lancha a todo meter con mirada de “joder, qué intenso soy”, ante los cuales el espectador debería sentir el embargo y la emoción que siente cuando en otras películas el muchacho se lleva al muchacha en su caballo hacia la puesta de sol. Sin embargo, yo, al ver ese pedazo de lancha dando botes por el mar, lo único que pensaba era “qué mareo, espero que se hayan llevado una biodramina”. Puede que el problema es que soy poco sentimental, pero esa escena es un ejemplo de cómo querer ser el novamás del romanticismo desatado y quedarse en un cursi fantasmilla.

Desde el punto de vista técnico, la cinta es innovadora porque apuesta por la utilización de cámaras de video de alta definición para las escenas nocturnas. Para empezar, ofrecen una gran comodidad a la hora de rodar porque al parecer pesan mucho menos que una cámara de celuloide, y además no precisan que haya tanta luz de ambiente. El resultado es una imagen de menos calidad que la de celuloide, pero con un aspecto muy peculiar, más cercano a la televisión que al cine. Mann ya la empleó en algunos minutos de su cinta Collateral, con lo cual consiguió otorgar a las imágenes nocturnas de Los Angeles de un curioso aire irreal.

En Corrupción en Miami, el uso de estas cámaras es extensivo, y casi se podría afirmar que un 80% de la cinta tiene ese formato. El problema es que, como decíamos, se utiliza mayoritariamente de noche y, por mucha alta definición que tenga, el resultado es aún muy granuloso y con una paleta de colores bastante extraña. Si a esto le unimos que el directo abusa de la cámara en mano por aquello de darle realismo, aire documental y todas esas cosas que se suelen decir en estos casos, el resultado es un auténtico dolor de cabeza de película, incómoda de ver y que llega a crispar los nervios por la manía del director de acercar tanto la cámara a sus personajes, y encima con tembliques. Un caos. Estoy convencido que si el mismo guión con los mismos actores e, incluso, los mismos planos, hubiera sido filmado con una cámara normal y mayor pulso, a lo mejor mi opinión acerca de la cinta sería mejor.

Comprendo el potencial de estas cámaras, pero creo que aún les queda mucho por mejorar en lo que a su definición se refiere, especialmente en condiciones de poca luz. Lo que para mí no es de recibo es que una superproducción de esta clase parezca que está rodada con una vieja cámara VHS o con la función video de un teléfono móvil.

Tampoco ayuda que la historia al final sea tan tópica y sin novedades: otra película más en la que un policía se infiltra en la red criminal (en este caso narcotraficantes) y se enamora de la chica. Por supuesto, también tenemos esos momentos que tanto gustan al Hollywood facha, en los cuales los protagonistas deciden tomarse la justicia por su mano. En este sentido, Mann intenta ser realista con la violencia (la manera de filmar los tiroteos se asemeja más a un noticiario que a una película de ficción, y el sonido de las armas es el de verdad, no está embellecido como en otras cintas), pero al final cae en lo de siempre: a los malos más malos se les reserva una muerte mas violenta y virulenta, para que la venganza de los protas quede más remarcada.

En cuanto al reparto, reconozco que no le pillo el punto a Colin Farrel. No entiendo cómo ha logrado trabajar con tantos directores de prestigio, ya que no le veo ni especialmente bueno como actor (tampoco digo que sea malo, ojo), ni especialmente guaperas. Es más, en esta cinta, cada vez que lo veía no podía evitar pensar “dios mío, Colin, lávate esos pelos de una maldita vez”. Jamie Foxx, que hace de Ricardo Tubbs, apenas es una sombra al lado de Farrell, ya que no le han dado chicha a su papel. Se limita a acompañar al protagonista, decir “sí” y “no” un par de veces y, al final, convertirse en un matón. Nuestro Luís Toar, como villano de la función, sabe muy bien poner cara de intenso y de medio loco en las cuatro escenitas que le han dado. A Gong Li la noté despistadilla, pero es lógico si tenemos en cuanta que tuvo que memorizar fonéticamente sus diálogos ya que ella no habla inglés.

Este film, en suma, es un guión tópico ahogado por el estilo, cuyas pretensiones de ser sofisticado, intenso y dramático son tan exageradas que acaban por resultar ridículas. Hay un momento significativo: la policía acude a la mansión de uno de sus soplones para obligarle a que éste llame a un narcotraficante colombiano y así facilitar que Sonny y Ricardo se infiltren en sus filas. Durante esa conversación, Mann se saca de la manga un plano de Colin Farrell con cara de extasiado mirando por la ventana, y el contraplano correspondiente, del océano placido y hermoso. Y uno se queda a cuadros, pensando en qué carajo pinta eso en medio de la escena. ¿Un intento de dar a entender que Sonny, en el fondo, es un tipo sensible que anhela la libertad y tal? Más bien una cursilada con el fin de hacer bonito.

Pero lo peor que se pude decir de esta película es que aburre soberanamente. Y eso, en una cinta supuestamente inspirada en un show televisivo que destacaba por su amenidad, es imperdonable.

12 septiembre 2006

Reseña: Alatriste

Tras el estreno de esta cinta, la más cara de la historia del cine español, se ha producido una de esas situaciones de polarización entre el gusto del público y el de la crítica. Así, en foros sobre cine, los "anónimos" espectadores tienden, en general, a despotricar contra la cinta dirigida por Agustín Díaz Yánez, mientras que la prensa la alaba sin reservas.

No es que quiera ir de salomónico por la vida, pero en este caso no creo que ninguno de los extremos sea acertado. Alatriste no es una obra maestra y tiene algunos problemas serios, pero tampoco es ese bodrio que se clama a los cuatro vientos. Me inclino a pensar que es una buena película, que se quedó a las puertas de ser una auténtica maravilla.

Alatriste tiene un reparto ajustado casi al 100%. El "casi" viene por dos cuestiones: Blanca Portillo y la voz de Viggo Mortensen. Puede que a Díaz Yánez la idea de que el inquisidor Bocanegra lo interprete una actriz le parezca atrevida, pero por mucho que se empeñe la esforzada actriz, nunca convence de que es un hombre, sino una mujer disfrazada de manera algo ridícula (lo cual es un problemón, porque se supone que es un personaje que debe meter miedo). Para colmo, su voz es muy femenina, así que no veo qué hace una actriz casi siempre excelente interpretando un papel que cualquier actor de mediana edad podría haber sacado adelante sin mucho esfuerzo.


En cuanto a Viggo Mortensen, hay que decir que sui interpretación es espectacular: tiene el porte, la actitud y la mirada de Alatriste. Además, su imagen con esa capa enrollada y ese sombrero raído es desde ya todo un icono, lo cual es algo sorprendente en una cinematografía como la hispana, cuya naturaleza eminentemente verborréica es poco dada a la creación de imágenes con pregnancia. Pero su acento a veces delata su origen extranjero. Es cierto que una vez metidos en la historia, casi no nos damos cuenta de que Viggo, más que interpretar sus líneas, las farfulla. Pero de vez en cuando suelta una sílaba más brusca de lo normal que, por lo menos a mí, me saca durante unos instantes de la película. Aún así, hay que decir que Mortensen tiene mejor dicción que alguno de sus compañeros de reparto, muy españoles ellos. Así que una cosa compensa a la otra.


El resto del elenco está seleccionado, sobre todo, en función del físico. Quizá conscientes de que no había tiempo para desarrollar bien a tanto personaje, se ha optado por actores que puedan incorporar al primer vistazo los elementos esenciales de la personalidad de cada uno: así, Eduard Fernandez y Antonio Dechent, los camaradas de Alatriste, transmien que son hombres duros, primarios y con mucho sufrimiento detrás; Eduardo Noriega tiene un físico de niño bonito idóneo para hacer de Grande de España, mientras que Enrico LoVerso aporta todo el misterio que exige su Malatesta. Quizá Unax Ugalde, el pupilo del protagonista, tenga un físico demasiado contemporáneo para el papel, aunque el actor hace un trabajo notable.


En cuanto a las féminas, aportan unas interpretaciones correctas, sin grandes alardes pero sin grandes defecto. La peluca de Aridana Gil chirría un poquito, y choca ver el desnudo gratuito de Elena Anaya (que por lo demás tiene un cuerpo precioso). Esta claro que si en una película española no enseñan una teta, no es española d everdad… Por cierto, me da que el señor Pérez Reverte tiene un ramalazo misógino o alguna señora le hizo algo en el pasado, pues ambas mujeres resultan ser unas seductoras traicioneras, y a una encima la castiga encerrándola en un hospital para sifilíticas.

El punto fuerte de la película es la atmósfera creada gracias a la conjunción de una fotografía, decorados y vestuarios perfectos. El cámara Paco Femenía se inspira en Velázquez, Ribera y Caravaggio pero sin llegar al esteticismo vacuo. Y la dirección artística de Benjamín Fernández logra superar un escollo atávico del cine español: que los actores parecen disfrazados y los decorados canten a cartón piedra. Aquí todo respira verismo, e incluso se emplea el vestuario para algo más que el mero atavío de los actores: por ejemplo, cuando los españoles reciben a los embajadores ingleses, éstos aparecen vestidos con coloridas galas, mientras que los hispanos van de riguroso negro. Con esa confrontación de vestuarios se dice mucho acerca del carácter de ambos imperios sin necesidad de que nadie hable.

La película debería llamarse Alatriste: historia de un soldado, pues esta es la verdadera naturaleza de la película, ilustrar la perra vida de un soldado cuyo valor es malpagado y cuya vida es un cúmulo de desdichas, unas buscadas por su propio estilo de vida pendenciero, pero otras simplemente fruto de las desigualdades sociales de la época. Un punto a favor del film es que no hay ni buenos ni malos, aunque el espectador, por deformación, tienda a hacer esas asociaciones.

El propio Alatriste es un asesino a sueldo, un auténtico cabrón que no duda en asesinar a sus camaradas para lograr cumplir un encargo. Es el protagonista, y aunque su valentía está más que demostrada, no merece el calificativo de héroe, sino el de superviviente. Es interesante el personaje de Malatesta, ya que de alguna manera es otro Alatriste, un espejo en el que el protagonista se refleja. Es su enemigo y es cruel, pero no es moralmente inferior. De hecho, el gesto final del personaje denota que el propio italiano, a pesar de su antagonismo, reconoce a Alatriste como un igual.


Otro aspecto interesante es el retrato de la guerra que se hace en el film: sin brillantez, sin heroismo, algo asqueroso y hediondo. El director no se corta la ahora de mostrar la sangre, para dejar claro que las batallas del siglo XVII eran algo feo y virulento. Al igual que los duelos a espada: frente a las circenses coreografías de otras cintas, aquí son cortos y expeditivos.


Los críticos entusiastas han abrazado el mensaje y el espíritu de la cinta sin reservas, lo cual les ha permitido disculpar algunos errores que, sin ser garrafales, quizá podrían haberse corregido y así contar con un mejor film. El primero de ellos es tanto de montaje como de guión: la cinta quiere contar tantas cosas y acerca de tanta gente, que muchas veces avanza a saltos no muy bien hilvanados. Abundan los personajes que apenas vemos en dos escenas y sin embargo resultan ser muy importantes par los otros personajes, pero no para un espectador que si apenas ha tenido tiempo de asimilarlos, menos aún de empatizar con ellos.

Da la sensación de estar presenciando uno de esos montajes que hacen a partir de una serie de televisión más larga, que al reducirse para la gran pantalla queda cojo por todos los lados. Así que en este punto, la cosa es bien sencilla: o depuraban el guión aún más, quitando toda la paja posible y centrándose solamente en un núcleo de personajes más reducido, pero más desarrollado, o bien alargaban el metraje de la cinta, y ampliaban un poco más todas esas pariciones que con el montaje actual se quedan cortas. El problema es que la cinta, con dos horas y veinte de duración, ya es de por sí larga, por lo que aumentar aún más su metraje podría ser una locura desde el punto de vista comercial.

Otro fallo (que en mi opinión es menor y se le ha dado más importandcia de la que merece) es que, a pesar del amplio presupuesto con el que se ha contado, hay escenas de batalla que denotan cierta pobreza de medios. La carga final se supone que es multitudinaria, pero apenas acertamos a ver a cincuenta extras amontonados. Otra escena, la batalla nocturna en el galeón, adolece de la falta de un plano o dos desde el exterior que demuestre que efectivamente es un barco en el mar… y no un decorado (que es lo que parece en el film). Quizá en estas escenas, una mínima inversión en efectos especiales podría haber ayudado.


Creo que el marketing de la cinta ha tenido mucho que ver en el desprecio del aficionado medio: en la prensa se nos ha anunciado a bombo y platillo que esta es la película de los 24 millones de euros del cine español, y que su reparto, presidido por una estrella internacional, lo conforman algunos de los nombres más interesantes del panorama nacional. Y claro, toda esa idea de lujo se desvanece cuando vemos que la cinta es sucia, desesperanzadora, oscura y para nada glamourosa.


Por otra parte, en los trailers se ha hecho hincapié en las escenas de duelos y batallas, que haberlas haylas, pero no son ni mucho menos lo más importante del film. Así, el espectador medio ha ido al cine a ver algo que le anunciaban como lo último en aventuras de capa y espada, y se encuentra con un pesimista retrato del siglo XVII español en plena decadencia. Quien busque diversión palomitera va a llevarse un buen chasco y a salir muy deprimido del cine, pues es una cinta muy, muy triste. Lo cual no quiere decir que sea mala: precisamente su acierto es saber transmitir ese aire crepuscular y decadente a toda la historia.


En suma, si se hubiera vendido Alatriste como lo que es (un drama de época tenebrista, violento, realista pero con un punto épico/ romántico), y no como El señor de los anillos 4, a lo mejor muchos de esos espectadores furibundos no se habrían sentido decepcionados. En este sentido, hay que tirarles de las orejas a los publicistas de la cinta, ya que han dado información engañosa. Vale… es verdad: todos los trailers la dan. Pero no sé hasta que punto ha sido contraproducente: con su campaña resaltando la épica y el glamour, lograron que se llenaran los cines la primera semana… pero están fomentando que el boca a boca mate lentamente una cinta que, recordemos, necesita ser un bombazo para ser rentable.

(Foto: Noriega y Mortensen dialogan animadamente)

08 septiembre 2006

¿Príncipe de Asturias... o TP de Oro?

La pregunta es pertinente, ya que los premios Príncipe de Asturias cada año que pasan están más despistados. Yo mismo me alegraba de la victoria de España en el mundial de baloncesto, poro creo que darle este galardón es pelín desorbitado, aunque no tanto como la cagada del año pasado, que se lo dieron a Fernando Alonso cuando ni siquiera había ganado el mundial de automovilismo.

Además, se está creando una dinámica perversa que va en contra del espíritu del premio: no hay que premiar solamente a deportistas españoles, pues se supone que son premios con vocación universial. Y si somos fríos, veremos que los meritos de la selección no son fuera de lo común en el contexto global, pues ser campeón del mundo le sucede a un equipo cada cuatro años, no es extraordinario. Es fuera de lo común para un equipo español, pero entonces denle el Premio Nacional del Deporte o algo similar, pero dejen el Príncipe de Asturias en paz.

Lo peor es oír que los otros candidatos eran André Agassi y Rafael Nadal: cada día está más claro que estos premios buscan cada año un par de agasajados con perfiles altamente mediáticos. Se supone que a los premiados los elige un jurado que estudia detalladamente todos los dossier de los candidatos que les llegan… ¿Ustedes se lo creen? España ganó casi la víspera de que se fallaran los premios. O sea, que ni deliberaciones, ni dossieres ni mandangas.

Hace un par de años, recuerdo que se lo dieron a la escritora de Harry Potter… ¡a la Concordia! Al parecer, porque su obra unía a los niños de todo el mundo. Más bien la razón era: “Vamos a dárselo a esta tía, pa que hablen de nosostros hasta en Al Yazira” ¿Pero qué le damos? El de artes y literatura es muy fuerte, ¿no?”.

Nada, que de aquí a unos años, ya me veo la gala en Oviedo presentada por Paula Vázquez y Andreu Buenafuente, dándole a Paris Hilton el premio a la Cooperación Internacional…
Boicotean a Rubianes

Pepe Rubianes ha tenido que cancelar una obra escrita y dirigida por él a causa de los continuos abucheos que interrumpieron en repetidas ocasiones la primera representación del texto. ¿Fue a causa de la obra en sí? No: ésta era un homenaje a Federico García Lorca, en la cual se recopilaban diferentes textos escritos sobre el poeta. La razón es la figura del propio Rubianes, que se ha convertido en la diana favorita de la derecha carpetovetónica desde que hizo una ciertamente desafortunada intervención en la televisión catalana el pasado enero.

En dicha intervención, Rubianes manifestaba estar “hasta los cojones” de la “puta España”, la cual, por cierto, “le sudaba la polla”. Véanlo aquí:




Vayamos por partes: particularmente, no me gusta nada el tono de Rubianes, ni él me cae especialmente bien. La grosería per sé no creo que deba ser motivo de aplauso.. Que sea más nacionalista o menos es secundario, a mi me la reflanflinfla. Es una pura cuestión de formas, y además, hay que considerar que ese programa se emitía en horario infantil (lo cual suena a cursilada pero realmente es muy serio: nos da igual lo que diga la gente a las cinco de la tarde en la caja tonta, pero luego nos extrañamos de que nuestros hijos cada vez sean más maleducados) De hecho, el consejo de lo Audiovisual de Cataluña ya emitió un comunicado contrario a la emisión, que obligaba a sus responsables a disculparse pues en ella “se formularon unas opiniones y expresiones sobre la unidad de España que, por su tono, resultaron ofensivas para segmentos de audiencia".

Pero entiendo en parte a qué se refería Rubianes. Hay que recordar que por esas fechas estaba en pleno apogeo todo el asunto del estatuto catalán. Durante meses y meses se hablaba de que si España se fragmentaba, de que si era el fin de la nación y blablablá. Y creo que es lógico que a mucha gente tanta exaltación nacionalista le haya acabado saturando. Repito que las maneras en que lo expresó no son precisamente loables, pero también hay que recordar que ese es el estilo de humor que ha hecho célebre al cómico.

Repasen el video: no vi que nadie en el plató se escandalizara. De hecho, fue jaleado por el público, tal y como muestra el realizador en una breve panorámica. El presentador hasta le ríe la gracia. Y en último término, se supone que estamos en un país libre: el señor Rubianes tiene perfecto derecho a que la polla le sude por la razón que sea, incluida España.

El caso es que desde entonces, el Rubianes affaire ha traído cola. Y el punto culminante es que un grupo de intransigentes le boicotea el estreno, hace que retire la función, pone en evidencia a Mario Gas (director del teatro donde se estrenaba), echa por tierra la labor de todo el elenco, y quien sabe si ha privado al público madrileño de un buen espectáculo.

Muchos dirán: si Rubianes tiene derecho a despotricar contra España, otros tendrán derecho a criticarlo a él. Sí, por supuesto, pero hasta cierto límite: Rubianes no se levantó en medio de un espectáculo a soltar sus burradas, como le hicieron a él; las soltó durante una entrevista en la cual se le preguntó expresamente por la supuesta fragmentación del estado.

Los detractores de Rubianes tiene todo el derecho del mundo a pedir que se cancele el espectáculo, a mandar correos electrónicos y cartas contra él, organizar manifestaciones delante del teatro, criticarlo ferozmente… pero abuchear dentro de la sala es una medida absolutamente reaccionaria. Lo peor es que los abucheos ni siquiera iban contra la obra, sino contra la figura de su director/autor. A Rubianes le espera un calvario, porque me temo que va a suceder lo mismo en todos los sitios que estrene.

Por supuesto, los políticos no han estado a la altura: la comunidad de Madrid ha mostrado su satisfacción por la suspensión de la obra. Repito: la obra trataba sobre Lorca, así que no veo yo que haya que mostrarse satisfecho por nada. Si acaso, se alegran de que le hayan hecho la puñeta la Rubianes, lo cual quiere decir que se está bendiciendo el veto a un ciudadano por razones ideológicas. Creo que eso es inconstitucional, ¿verdad? Las autoridades de un estado de derecho tendrían que hacer lo contrario: lamentar este atropello contra la libertad de expresión, y poner los medios que sean necesarios para preservarla. Pero eso sería mucho pedir de Esperanza Aguirre… (Y según Rubianes, el alcalde Gallardón tampoco ha estado fino).

La cuestión de fondo de todo esto es la crispación que reina en el ambiente, y comprobar cómo la derecha, que antes se reía de los pancarteros, se está haciendo poco a poco con la calle. No digo que la calle sea de la izquierda (no es de nadie, ni siquiera de Fraga), solamente que los medios más retrógrados están cada día más activos, mientras que los llamados progres están desaparecidos en combate (o peor aún: diciendo tonterías). Y lo que ha sucedido es peligroso, pues sienta un nuevo precedente de ciudadanos “bienpensantes” que derriban a artistas “incómodos”: recuerden que a Leo Bassi le pusieron una bomba por meterse con la iglesia. Si seguimos que la corrección política se apodere de las artes, apaga y vámonos.

Ciertos sectores sociales parece que estaban más a gusto cuando vivía Franco y había censura (algunos incluso querrían ir más atrás, cuando había Inquisición). Defienden su visión del mundo, pero cuando alguien propone una alternativa o una crítica a ésta, se ofuscan y lo arreglan con pedir prohibiciones. Hay gente que teme vivir con otras ideas, que no puede soportar que haya otras opiniones, que tiene la necesidad de destruir y acallar al otro. Y realmente la cosa es bien sencilla: si no te gusta algo, no lo veas. O incluso intenta convencer con argumentos a otros para que no lo vean. O crea una obra de réplica. Pero deja que los demás acudan si quieren. Eso es la democracia.

03 septiembre 2006

“España campeona del mundo” ya no es un oximoron

El replicante me dijo, para hacerse el guay: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser”. A lo que repuse: “No me impresionas, rubiales. Yo he visto a la selección española de baloncesto quedar campeona del mundo”. Y claro, lo dejé callado.

Porque que España gane algo en deportes es un hecho inusitado, casi milagroso y contrario a la lógica, la física y el propio lenguaje. Quitando a Induráin, siempre nos hemos tenido que conformar con ser unos honrosos rivales o unos buenos quintos puestos. Vale que Gervasio Deferr pega unos brincos de medalla de oro, o que los muchachos del waterpolo controlan lo suyo. Pero, sin restarle méritos a esas destacables proezas, España nunca ha logrado ser nada en uno de los deportes que mueven masas, que crean afición… hasta ahora.

Naturalmente, no espero que suceda lo mismo en fútbol. Tenemos la mejor liga del mundo, pero eso es porque los constructores que por hobby tienen adquirir equipos gustan de fichar a lo más granado del mundo, en detrimento de la cantera.

En cambio, en baloncesto es España la que comienza a exportar talentos. Tras el pionero Fernando Martín (que hizo más bien poco en su paso por la NBA, pero claro, destacar en la década de Magic Johnsosn, Larry Bird, Kareem Abdul Jabbar o Michael Jordan tenía tela), la generación de Pau Gasol ha abierto una veda que no creo que se vaya a cerrar pronto.

España es un país de hijos de puta: no han pasado horas desde la victoria y ya he leído y escuchado comentarios del tipo "ha sido suerte" o "a ver cuánto duran de campeones". Siempre he pensado que Caín tuvo que ser español, porque si hay algo que nos encanta, es ver como se decalabran los mitos. Disfrutamos haciendo leña del arbol caído. Así que antes de que mis compatriotas me encharquen la fiesta, me voy a permitir disfrutar de todo esto.

No soy un gran aficionado al deporte, no sigo ninguna liga de nada ni soy forofo de club alguno. Pero esto es un blog sobre cosas que se ven y se oyen. Y hoy he visto algo que nunca pensé que vería. Y me alegro mucho, la verdad.

(Foto de Agencia EFE)

30 agosto 2006


Reseña: Piratas del Caribe. El cofre del hombre muerto

Si hubiera que resumir en una palabra la película que ha resultado ser el éxito más aplastante del verano (en términos económicos), ésta sería "agotadora". Dos horas y media de carreras, persecuciones, batallas, peleas, traiciones, chistes y demás situaciones extraordinarias acaban superando los límites de la pura diversión para alcanzar la extenuación del respetable público. Vamos, que si le hubieran rebajado 20 o 30 minutos de metraje no lo habría echado en falta.

Con todo, hay que decir que esta es una de las pocas cintas que está a la altura de su marketing, y que incluso lo supera: anuncian aventuras sin límites, y las dan. En cambio, la mayoría de los estrenos americanos hiperpublicitados pecan justo de lo contrario: cuando sales del cine, la sensación es la de "¿tanto rollo para esto?" (cosa que sucede, por ejemplo, en Superman Returns, cuya historia es más simple que el mecanismo de un abanico, por lo que no se entiende que tarden también dos horas y media para desarrollarlo, y que encima uno salga con la sensación de que le falta algo). En Piratas... se aprecia hasta el último céntimo invertido.

Además, cuenta con una baza extra llamada Johnny Depp. En el cine pocas cosas pueden superar a la visión de un actor que logra fusionarse con su personaje y ofrece una interpretación que se nota que ha disfrutado o, por lo menos, ha asimilado: es el caso de un Sean Connery haciendo de James Bond, un Anthony Hopkins en su primera encarnación de Anibal Lecter, un Peter Sellers haciendo de inspector Clouseau... el Jack Sparrow de Depp entra en esta categoría.

A simple vista parece que es un fantoche sobreactuado, y es ciertamente un papel que borda la caricatura. Pero Depp es también capaz de dotar de ciertas sutilezas al papel, de dejar entrever cierta nobleza en el bucanero, y, hacia el final de la cinta, un inesperado estoicismo: recuerden ese primer plano en el cual llama, entre la admiración y el desprecio, "pirata" al personaje de Keira Knightley, que lo acaba de traicionar.

El reto del reparto poco puede hacer contra el huracán Depp. La mentada Knightley hay que reconocer que es capaz de trascender el tópico de la damisela en peligro, pero siempre he tenido problemas con esta chica en las películas de Piratas... y otras como El rey Arturo: su físico anerexic-chic es muy del siglo XXI, y, lo siento, no me creo que esa chica de labios sospechosos de botox sea una dama del siglo XVIII. Aún recuerdo la primera parte, cuando se quejaba de lo que le apretaba el corsé. ¿Apretar el qué? Pero en todo caso, no es un error de ella como actriz, sino de los productores por haber contratado a alguien inadecuado.

Al pobre Orlando Bloom le toca lidiar con el papel menos agradecido de todos, el de héroe romántico todo virtudes, sin humor, sin dobleces... realmente, sin nada a lo que un actor pueda hincarle el diente. Así que, teniendo en cuenta esa situación, el chaval hace lo que puede.

Pero seamos francos: en este tipo de películas los actores son lo de menos. Lo que interesa es que la ambientación y los efectos especiales estén a la altura de las circunstancias. Y en este sentido hay que dar sobresaliente a la producción: no hay un trucaje que se pueda calificar de cantoso, y las visiones del villano con cara de pulpo o de ese barco "Holandés Errante" surgiendo del fondo del mar son asombrosas. Además, me pareció curioso el tenebrismo de ciertas escenas, a priori impropio de una producción de Walt Disney como es esta, y el tono ominoso general de la cinta (que, recordemos, va de maldiciones marineras).

Eso sí: la música es lo peor escuchado en una pantalla en mucho tiempo. El compositor Hans Zimmer y sus colaboradores deberían ser colgados por los pies del palo de mesana o, por lo menos, abandonados a su suerte en una isla desierta. La musiquilla en cuestión no se puede diferenciar de la de un thriller de acción al uso, y es incapaz de remitirse a la época y espíritu de la cinta (en un momento dado, una pelea de taberna sí que posee esa música de piratas que todos esperamos, pero resulta que es un tema tradicional preexistente, y no la obra de Zimmer y sus muchachotes).

En suma, es una cinta excesiva, que delata el origen primigenio del material llevado a la pantalla (una atracción de feria). Con todo, es superior a la primera parte, no insulta demasiado la inteligencia del espectador como otras cintas de su clase, tiene un actor principal en estado de gracia, da exactamente lo que promete y certifica que la música de cine americano está en franca decadencia.

(Foto: Los caníbales persiguen al capitán Sparrow)

17 agosto 2006

¿Qué pasa cuando un astrónomo es friki?

Pues que cuando descubre un nuevo planeta en nuestro sistema solar, le da por bautizarlo Xena, en homenaje a la princesa guerrera televisiva interpretada por Lucy Lawless. Y para más cachondeo, a su luna le pone Gabrielle, como la compañera de la heroína mencionada. Así lo hizo en 2003 el americano Michael Brown, un astrónomo del Instituto de Tecnología de California, cuando descubrió en el cielo un objeto 100 kilómetros mayor que Plutón. Podría haber sido peor, y estar ahora hablando del planeta Buffy.


Por supuesto, acabarán cambiándole el nombre, ya que su nomenclatura oficial es actualmente 2003-UBS313, un verdadero galimatías. Y aunque lo de llamarlo Xena tiene su gracia, no casa con el resto de planetas conocido, cuyas denominaciones se basan en la mitología romana.

Todo esto forma parte de una noticia más amplia, que se refiere a una reunión astronómica en Viena, en la cual se discute si una serie de objetos celestes pueden considerarse planetas. Si así fuera, el sistema solar pasaría de tener nueve a doce integrantes, de modo que el listado final quedaría de la siguiente manera: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Ceres, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, Caronte, y 2003 UBS 313 (Xena).


Una interesante consecuencia de todo esto es que, si finalmente vamos a contar con un sistema solar de doce planetas, ¿qué coño van a decir ahora los "astrólogos" y demás morralla del zodiaco, que se habían montado una película cojonuda con nueve planetas, y ahora no les van a salir las cuentas? ¿O se van a inventar un par de signos más, para que cuadre la cosa?


En lo que refiere a Xena, yo fui un fan de esa serie, y no por las razones qué todo el mundo cree cuando lo digo (a saber: la profusión de chicas ligeras de ropa). En su día, me hizo gracia la irreverencia que suponía mezclar la antigüedad clásica con la estética de Conan el bárbaro. A partir de la segunda temporada, la serie dejó de tomarse en serio a si misma, y ganó enteros con unos actores que interpretaban con un toque irónico y unas tramas muy divertidas. Además, salía Bruce Campbell (en un mundo más justo ese tío sería una estrella), y tenía una banda sonora muy interesante de Joseph Lo duca, que basculaba entre lo épico y la música étnica.


Por desgracia, hacia el final los argumentos se volvieron muy serios y solemnes, por lo que la serie no sólo cayó en el aburrimiento, sino en el ridículo, ya que pretendía contar historias a lo señor de los anillos con un presupuesto que no daba ni para medio capítulo de una sitcom media.

En todo caso, quién les iba a decir a los artífices de esta serie, que no pasará a la historia de la televisión (si acaso como un pie de página), que Xena la princesa guerrera iba a ser objeto de debate en una sesuda conferencia astronómica en Austria.

Actualización 25/08/06: Al final, ni doce ni nueve: el sistema solar cuenta oficialmente con ocho panetas, ya que han decidido "cargarse" Plutón. Aún así, esto no significa que los problemas para el Zodiaco hayan acabado...

(Foto: Lucy Lawless como Xena, la princesa guerrera)

10 agosto 2006

Star Trek a subasta

Con motivo del 40 aniversario de la creación de Star Trek, la prestigiosa sala de subastas Christie's ha organizado una multitudinaria puja los días 5,6 y 7 de octubre en la que se pondrán a disposición del mejor postor millares de objetos de vestuario y attrezzo de la popular saga. Esto quiere decir, por un lado, que es una serie que aún tiene muchos fans, pero también que es algo del pasado.

Star Trek hace tiempo que murió. Las últimas películas protagonizadas por la tripulación del Enterprise no solamente fueron fracasos de taquilla, sino que eran malas a rabiar. Y la última serie televisiva, llamada precisamente Enterprise, no logró levantar vuelo.


Ser fan de Star Trek se ha convertido con los años en una losa para muchos aficionados, ya que la saga siempre ha sido vista con cierta condescendencia. Y las convenciones "trekkies" no han ayudado, precisamente, a dar una buena imagen de la serie, sino que más bien han sido el argumento principal de sus detractores para poderla calificar una frikada. De hecho, el propio capitán Kirk de la serie original, William Shatner, protagonizó hace años en el programa cómico Saturday Night Live un célebre scketch en el cual parodiaba las convenciones de Star Trek a las que tanto debía ir.


A mí me gusta mucho Star Trek. Pese a sus fallos, es un buen entretenimiento que, además, en su día se unió a los vientos de cambio sociales de los años 60, proponiendo una tripulación multirracial (incluyendo a un ruso en plena Guerra Fría) con componentes de ambos sexos (si bien ellas y sus tremendas minifaldas ciertamente tenían poco protagonismo). Además, siempre he pensado que el USS-Enterprise es la nave más bonita que ha surcado una pantalla.

Pero está claro que, tras diez películas, millares de horas de televisión repartidas en cinco series, novelas y videojuegos, el universo Trek se ha saturado. Hoy por hoy, ningún guionista es capaz de escribir nada mínimamente interesante en ese mundo, pues la información que existe es tan abundante, que resulta imposible ser original.


Además, los trekkies se han revelado como unos ultraortodoxos de la peor clase: si alguien osa cambiar nada de lo establecido anteriormente, saltan como arañas peludas a por el iconoclasta. Ahora bien, quizá los responsables de la serie han pecado de ser demasiado respetuosos con estos fans. Porque está claro que ni eran tantos ni tan influyentes como para salvar la saga de su cancelación final.


Pese a todo, aún hay una leve esperanza: J.J. Abrams, creador de las series Alias y Perdidos, y director de Misión Imposible III, ha sido contratado por Paramount para relanzar Star Trek. Ya hay, incluso, un cartel circulando (lo reproduzco en la apertura de este artículo) cuyos colores y tipografía extraídos de la serie de los años 60 indican por donde van los derroteros: una vuelta la nostalgia. Muchos hablan de que tratará del primer viaje del capitán Kirk, e incluso se menciona el nombre de Matt Damon para el papel.


Creo que es un error, pues está claro que lo que necesita la saga es renovación. Al igual que se hizo con Batman o se ha hecho recientemente con James Bond, sería el momento adecuado para hacer borrón y cuenta nueva, y comenzar Star Trek de cero, quedándose con lo mejor del legado, pero actualizándolo. Y no es una idea nueva: en 2004 J. Michael Straczynski, artífice de otra serie de ciencia ficción de culto, Babylon 5, elaboró un proyecto para relanzar la serie desde cero. El documento fue publicado en pdf hace poco en la red por el co-autor del texto, Bryce Zabel (aquí, en inglés). Por supuesto, no le hicieron ni puñetero caso, a pesar de que es muy sensato y atractivo.

03 agosto 2006

Música de Cine en Úbeda: Para concluir…

Ya hemos hablado largo y tendido del II Congreso Internacional de Música de Cine celebrado en Úbeda entre el 20 y el 23 de julio. Como no es plan de alargar esto más, vamos a cerrar el tema resumiendo lo más posible otras cosas que se quedaron en el tintero:


- John Ottman: La otra estrella internacional invitada fue la más sosa de todas. Aunque se prestó gustoso a firmas y fotos, tenía pinta de estar muy perdido por los famosos cerros de la ciudad anfitriona. Además, fue el único que no se preparo una conferencia mínimamente articulada, sino que pasó directamente al turno de preguntas. En él afirmó que no le importa estar encasillado en el género de super-héroes, ya que se adapta muy bien a su estilo, si bien reconoció que no sabe cuántos temas más en plan fanfarria iba a ser capaz de componer.

Particularmente, eso no me parece una gran noticia, ya que yo prefiero el Ottman contenido de Sospechosos habituales o Incógnito, antes que el trompetero de Los 4 Fantásticos. Eso sí, fue muy interesante lo que dijo del permanente estado de paranoia con el que viven los compositores: un músico establecido como él no se puede negar a aceptar un trabajo, ya que de hacerlo, esa podría ser la última oferta que recibiera. Así de heavy está el patio, y eso explica la cantidad de bodrios quue abundan en las filmografías de músicos excelentes.

- Bruno Coulais:
Una de las conferencias que me perdí fue la de este compositor francés, que tras una carrera llena de fantásticos trabajos de corte más bien experimental, se ha hecho famoso con Los chicos del coro (al parecer, a él no le gusta mucho). La escolanía de Úbeda interpretó esa obra suya con más pena que gloria. Sin embargo, el bueno de Coulais se levantó a saludarlos y a agradecerles la interpretación. "En estos tiempos de guerra, nada me suena mejor que la voz de los niños", dijo para rubricar ese emotivo momento.


-Mateo Pascual: Interesante su conferencia sobre música para videojuegos, sobre todo porque fue un cursillo acelerado de cómo se elabora un producto para consolas y PC desde su idea básica hasta sus pruebas finales. Con todo, su idea de la música me pareció tan espectacular como superficial y algo pomposa (mucho coro y mucha fanfarria), aunque está claro que a un videojuego no se le puede pedir que tenga los mismos elementos psicológicos e introspectivos que el cine, y que es un medio que pide ese tipo de música enfática.

-Óscar Araujo: Acojona un poco oírle decir que él sigue trabajando en la industria del videojuego porque cree que a la larga ésta se comerá a la del cine. Con todo, parece que razón no le falta… Aún así, hay que reconocerle que su partitura para El Cid de dibujos animados no tiene nada que envidiar a un blockbuster de Hollywood y que es de lo mejorcito compuesto en España para cine. Resultó sorprendente la "confesión" de que su carrera como músico empezó en la ruta del bakalao: el famoso "esta sí, esta no…" de Chimo Vallo tiene música suya (¡¡!!).

- Xavier Capellas:
Su ponencia fue algo escueta, aunque me dio la impresión de que era por una cuestión de timidez más que otra cosa. Muy interesante ver copiones de La vida de nadie con y sin música, ya que se demuestra cómo algunas escenas de diálogo especialmente estáticas pueden hacerse más llevaderas con el apropiado acompañamiento. También sirvió para demostrar que el diálogo y la música no tienen por qué pelearse, y que incluso ésta puede redondear a aquellos: en un ejemplo, una discusión se acompaña con una música crispada y se dulcifica cuando el diálogo se refiere al hijo del matrimonio que pelea.


- Conrado Xalabarder: El crítico y estudioso de las banda sonoras es uno de los responsables de que en este país se esté dignificando la música de cine poco a poco. Su ponencia era un resumen de las tesis de su libro Música de Cine: una ilusión óptica, en el cual dice cosas tan interesantes como que un buen músico de cine es también un buen cineasta, pues con su obra narra una historia paralela que completa las imágenes. Un ejemplo es el Jerry Goldsmith de Freud: pasión secreta: el personaje que encarnaba Montgomery Clift apenas dice nada en la cinta; es una música "desde dentro del personaje" la que aporta todo su drama existencial.


- María de Arco: Que una musicóloga haya decidido hacer de la música de cine materia de estudio (y en especial El planeta de los simios de Goldsmith) es motivo de celebración porque es otro de esos pequeños hitos que ayudan a normalizar la música para la imagen como materia digna de consideración académica. A falta de leerlo, que al menos quede clara mi aplauso por la mera existencia de su libro Experimentalismo en la Música Cinematográfica, editado nada menos que por el Fondo de Cultura Económica.


- Las galas: Hubo dos, una dedicada a los compositores españoles y otra a entregar los premios Goldspirit que conceden los internautas. Fueron largas, a veces tediosas, pero con momentos muy divertidos (la introducción de Conrado Xalabarder; los bárbaros reconociendo a Poledouris) y también emotivas (los lagrimones de Basil ante tanta ovación)

-Carlos Pacheco: Como bonus track, al congreso acudió este magnífico y cotizadísimo dibujante de comics, actual responsable gráfico de Superman. Un tío salado, simpático, que tuvo a bien dibujarnos unos bocetos ( ¡¡a mí me hizo una Wonder Woman que s eparece a Monica bellucci!!), y confesarnos las coñitas que suele colar en los comics americanos: la última, dos policías de Metrópolis en cuyas placas se lee (si se afina muuucho la vista) "Grijander" y "Gromenawer". Pedazos de nombres para los agentes.

- El concierto: El coro era de aficionados, y se notó, pero hizo lo que pudo; la orquesta sí que es de juzgado de guardia, pues para ser profesional, es increíble como fue capaz de destrozar algo tan sólido como "The Enterprise" de Goldsmith, o entrar a destiempo en Conan". Con todo, las piezas de Frizell, Ottman y Debney sonaron moderadamente bien (especialmwente las de el último de los citados), y no se puede negar que reunir en directo a tantas estrellas de la banda sonora es un hito incuestionable. A pesar de la orquesta, una noche para el recuerdo.


Y eso es todo (no me extiendo en las comidas, el partido de bolos y la maravillosa experiencia humana que fue conocer en persona a muchos congresistas a los que sólo había tratado por la red, porque entonces esto sí que se alargaba). Lo que tengo claro es que, a pesar del calor y del efecto horno de algunas salas de conferencias, volveré el próximo año a Úbeda (salvo que se produzcan causas de fuerza mayor o que las estrellas invitadas sean el Amenábar "compositor" y Giorgio Morodoer: mi masoquismo no llega a tanto).

(Foto: Otra vista del precioso patio del Hospital de Santiago)

02 agosto 2006

Música de Cine en Úbeda: John Frizzell

John Frizzell no es precisamente una estrella dentro de la música de cine de Hollywood. Por así decirlo, es como uno de esos equipos de fútbol que siempre están en la mitad de la tabla: es un buen profesional, trabaja regularmente, pero no ha gozado de grandes proyectos que lo hayan colocado en primera fila. A pesar de ello, a lo largo de su carrera ha tenido un par de trabajos más que interesantes. Por ejemplo, supo salir airoso de esa papa caliente que era Alien: resurrección, pues me imagino que no debe ser fácil continuar una saga en la que han dejado su impronta compositores de la calidad de Jerry Goldsmith, James Horner o Elliot Goldenthal.

Este músico se ganó a los asistentes del congreso de Úbeda de 2005, hasta el punto de que fue invitado a ser el presidente de honor en 2006, cometido que cumplió con creces, pues en todo momento estuvo trabajando para que el evento se desarrollara con eficacia. La imagen de Frizzell yendo de un lado para otro a toda prisa, con sus pantalones cortos y su mochila al hombro, era de las más habituales durante esos cuatro días en el Hospital de Santiago, sede del congreso.

He escuchado a algunos asistentes criticar que Frizzell era “algo frío” A mí no me lo pareció en absoluto, pues supo aceptar con paciencia y resignación ese calvario de firmas y fotos al que sometimos a todos los compositores. Fue en todo momento educado y, es verdad que en ocasiones se le veía algo apurado, pero no era para menos, tenía un concierto que sacar adelante, no exento de dificultades. Además, tuvo que capear algunos temporales: por ejemplo, improvisó una conferencia en el pasillo de la sede del congreso cuando la megafonía de la sala de conferencia se estropeó. ¡Otra cosa no, pero tablas tiene este hombre!

Su conferencia fue especialmente interesante, al menos para mí, porque sirvió para valorar la figura del editor musical, una de esas profesiones que sabía vagamente que existían y en qué consistía, pero que hasta ahora no había acabado de apreciar en toda su dimensión. Para explicarlo, Frizzell utilizó como ejemplo uno de sus últimos trabajos, The Prize Winner of Defiance, Ohio, una cinta que aún no ha sido estrenada en España y que el compositor lamentó que no tuviera la repercusión esperada, a pesar de estar protagonizada por Julianne Moore y Woody Harrelson.

El compositor puso, en primer lugar, una pieza tal cual la había compuesto, sincronizada sobre una copia de trabajo de la película. El fragmento duraba en torno a minuto y medio, y la referencia que se debía tener en cuenta era el momento, hacia el final de la escena, en el que Woody Harrelson entraba por una puerta. En esta primera versión, la música continuaba unos segundos después, y terminaba con Harrelson dentro de la casa.

Pero la directora deseaba que la música cesara justo en la puerta, por lo que la editora musical tuvo que hacer cortes imperceptibles en la banda sonora aquí y allá. Tras explicar esto, Frizzell proyectó la misma escena tal cual se ve en la copia final. Y efectivamente, la música acaba justo al llegar a la puerta, pero aparentemente la música es igual a la primera versión. Evidentemente, no lo es pues tiene menos segundos, pero es imposible distinguir en qué momentos ha sido editada. “Ni yo mismo detecto dónde están los cortes”, señaló Frizzell, lo cual habla de la eficiencia y utilidad de un buen editor musical.

Este trabajo también es un buen ejemplo de la versatilidad estilística que deben poseer los músicos de cine. Normalmente, asociamos banda sonora con sonido sinfónico, pero en algunos casos esa aproximación sería errónea para el estilo de la película, y este era uno de ellos. La cinta transcurre entre los años 50 y 60, por lo que la música hace continuas referencias a la música ligera americana propia de esa época y, a medida que la trama se acerca a los años 60, va incorporando rasgos de Rock& Roll. Es un buen ejemplo de cómo la música puede ayudar a contextualizar una película.

Otra de las funciones de la música de cine es realizar comentarios sobre el carácter de los personajes, hasta el punto de poder modificar la visión que se tiene de ellos. El personaje de Harrelson en la cinta es un marido borracho y violento que en los pases previos de la cinta era lógicamente rechazado por la audiencia.

En una escena, este personaje destrozaba un frigorífico a golpes mientras su familia lo miraba asustado. Originalmente, la directora no quería música para ese fragmento, aunque Frizzell le pidió infructuosamente escribir una pieza. En su día libre, el compositor decidió componerla y se la puso a la directora, a la cual le gustó el resultado y lo dejó en la cinta... pero le pidió al compositor que no volviera a hacer algo así. La escena en cuestión está ahora acompañada por una música melancólica, que va en contra de la violencia de las imágenes, pero añade un aire de patetismo al personaje de Harrelson.

Frizzell indicó que, evidentemente, no se puede aprobar la conducta de ese personaje, pero sí sentir compasión por él. Y el objetivo se logró, ya que en otro pase de prueba con la nueva música, el antaño odiado papel de Harrelson fue mejor recibido por la audiencia

Ya en el turno de preguntas, algún trekkie presente en la sala le preguntó por su aportación a la saga Star Trek, ya que Frizzell puso música a tres capítulos de la serie Enterprise. El compositor recordó divertido que en uno de ellos escribió un largo fragmento solamente para viento madera, lo cual fue recibido con gran estupor por los ejecutivos de Paramount. La extrañeza desapareció cuando reorquestó de manera más tópica la pieza con viento metal.

Otro momento divertido fue cuando se le preguntó por los recurso innovadores que utilizó en Alien: resurrección. La pregunta pilló por sorpresa a un Frizzell que indicó que la orquestación de esa partitura fue bastante tradicional. El espectador replicó entonces que en el DVD del “Cómo se hizo” aparece un momento en el que el compositor indicaba a un percusionista que frotara un chupa-chups contra el platillo (sic), buscando un sonido novedoso. Frizzell, jocosamente, se sinceró: “Eso fue que cuando grabábamos con la orquesta me avisaron de que los del DVD venían a entrevistarme, y que hiciera algo interesante. Así que no se me ocurrió otra cosa que frotar un chupa chups contra un platillo. ¡Fue para darme publicidad!”. Sin duda, el truco le funcionó.

(Foto: Segundo momento fan-fatal, de nuevo servidor con Mr. Frizzell)

31 julio 2006

Música de Cine en Úbeda: John Debney

Además de Poledouris, otro héroe del II Congreso Internacional de Música de Cine de Úbeda fue John Debney, lo cual para mí fue una sorpresa. Antes del evento, pensaba que tendría la típica actitud de divo hollywoodense, ya que aún estaban cercanas las mieles de su nominación al oscar por La pasión de Cristo.

Además, nunca ha sido un compositor que me atrajera especialmente: a pesar de que domina la orquesta, es versátil y sabe coordinarse con las imágenes, siempre me ha parecido algo falto de personalidad. (me costaría identificar un “estilo Debney”).
Con todo, es un gran profesional, y tras poder escucharlo y ver cómo trabajaba, no puedo evitar tener algo de mala conciencia por haberlo considerado de una manera tan fría estos años.

En ocasiones conocer de cerca de un creador produce decepciones, ya que descubres que alguien que admiras es un capullo. En este caso (y en de John Frizzell) me ha pasado lo contrario: alguien cuya obra no me atraía especialmente ha suscitado mi interés tras comprobar su talla personal (y no me refiero a la altura).


Su charla, como no podía ser menos, trató sobre La pasión de Cristo, su partitura más importante hasta la fecha. Este proyecto le ha granjeado a Debney muchos elogios, el CD ha sido un éxito de ventas y el propio compositor ha preparado una sinfonía basada en su partitura para el cine. Particularmente, siempre me ha parecido un trabajo algo epatante, con fragmentos algo cansinos y otros muy pomposos, aunque reconozco que el tema de la resurrección es maravilloso y que hace un brillante uso de la voz solista femenina, interpretada por Lisbeth Scott, quien también estuvo presente en Úbeda.

Debney inició su ponencia hablando de sus orígenes: además de formación musical, estudió arte dramático y durante un tiempo se planteó seriamente ser actor. Dentro de la música, su aspiración inicial era ser una “rock star”, pero como no creyó que los “pantalones de cuero apretados” le favorecieran, acabó recalando en la música de cine.


Para La Pasión, el compositor asignado era James Horner, que en el último momento se retiró del proyecto. Uno de los productores era amigo de Debney, y lo llamó pidiéndole ayuda, ya que tenían serios problemas para ponerle música a la película. Tras ver un copión, se sintió impactado que solicitó ser él el compositor. Unos días más tarde, Mel Gibson se personó en su estudio; en ese momento de la charla Debney hizo gala de sus habilidades como histrión: “Hago una imitación de Mel muy buena”, dijo, para personificar a continuación a la estrella australiana; no podría afirmar que la voz estaba lograda, pero la gestualidad estaba clavada.

Mel Gibson no tenía nada claro lo que quería para la música de la película, pero estaba claro que no deseaba una partitura de cine tradicional, basada en una serie de temas que se varían a lo largo del metraje. Al parecer, su idea era que se compusiera escena por escena, como si se trataran de cuadros independientes.

Debney indicó que para este trabajo hizo acopio de todos los instrumentos exóticos que pudo, procurando además que pertenecieran a varias culturas (citó La India, China y Oriente Medio), con la idea de lograr un sonido “global” que representara a todo el mundo, y que dejara implícito que aunque la historia de Jesús sucede en un momento y un lugar concretos, realmente concierne a toda la humanidad.

Otra curiosidad es que la orquesta sinfónica no se llega a escuchar al completo hasta la mitad de la cinta, en el momento en el que Jesús le dice a Pedro que a lo largo de la noche su discípulo lo negará tres veces. Según Debney, cuando la orquesta entra en ese punto tiene una fuerza especial, ya que de alguna manera pilla desprevenido al espectador.


Uno de los puntos fuertes de la partitura era, como se dijo, la voz solista. Debney recuerda que recurrió a ella porque un asunto que le quitaba el sueño durante la composición fue la ausencia de un tema principal. Viniendo la cinta, se dio cuenta de que toda la historia está narrada desde el punto de vista de María, y que reduciéndolo todo a la mínima expresión, la película es el relato de una madre. Debney recuerda que una de las escenas que más recuerda la audiencia es el flash back en el que María reconforta a un Jesús aún niño que acaba de caerse. Para ese momento a Debney se le ocurrió una canción con una letra sencilla: “No llores/ si caes/ mis brazos te recogerán/ si caes”.


El compositor pensó en seguida que la voz adecuada para cantarla era la de su amiga Lisbeth Scott. La llamó y le dejó un mensaje en su buzón de voz en el cual le cantó la pieza. Al poco tiempo ella respondió afirmativamente a la llamada, y a los pocos días se encontraba con la orquesta grabando el tema. Según Debney, lo logró a la primera toma. Cuando puso la escena a Gibson con la música, éste lloró y solamente acertó a decir, mirando a la pantalla: “Esa mujer... la voz de esa mujer…”. Al final, el tema suena tres veces a lo largo de la película: “Ahí tienen la trinidad, aunque no fue algo buscado”. La scott, por cierto, se ha convertido en una especilista en bandas sonoras, pues tras este proyecto, también se la ha podido oir en Las crónicas de Narnia, de Harry Gregson-Williams y Munich, de John Williams.

Durante el turno de preguntas, se le preguntó a Debney por las partituras propias que más le gustaban. Su respuesta fue sorprendente, pues a las que todo el mundo esperaba (La isla de las cabezas cortadas, La pasión, Dragonfly y La maldición de las brujas) añadió Princesa por sorpresa. Al parecer, la escribió con su madre recién fallecida, y se la dedicó a ella.

También recordó divertido su trabajo para El rey escorpión, ya que en él tuvo que sufrir una de esas “geniales” ideas que de vez en cuando tiene en Hollywood: ya que el protagonista era el atleta de lucha libre The Rock, a los productores no se les ocurrió otra cosa que pedir una partitura de Rock… ¡a pesar de que la historia sucede 3.500 años en el pasado!

Debney se ganó a los asistentes con su ponencia y también a lo largo del congreso, pues no dudaba en firmar discos y hacerse fotos en todo momento, a pesar de que estuviera cansado y recién salido de un ensayo. No es d eextrañar que el comentario general fuera: “Este Debney es un caballero”. Como colofón, al finalizar el evento el domingo, aceptó ser presidente de honor del congreso de 2007, por lo que volverá a Úbeda. Y nos puso a los asistentes los dientes largos cuando dijo: “El año que viene os vais a enterar”. ¿Qué planeará?

(Foto: En un momento fan-fatal, servidor con Mr. Debney)