26 febrero 2008

El debate lo ganó Horatio

En mi casa, a la hora de dirimir quién ganó el tan cacareado debate entre Zapatero y Rajoy, lo tuvimos muy claro: el vencedor fue el inspector del CSI Horatio Crane, ya que optamos por huir del espectáculo electoral.

Como tengo muy claro mi voto, no me apeteció nada escuchar a los mismos de siempre hablando de lo mismo de siempre, en una suerte de "yo la tengo más larga" en clave macroeconómica, sociopolítica y demás "palabros" polisílabos.

Entiendo que las opiniones de ambos líderes podrían ser interesante para el votante indeciso, pero no creo que este formato de debate, con tantos condicionantes impuestos por las partes, ayude a que los candidatos puedan expresarse con fluidez y claridad.

Además de que, en general, estoy en contra de los debates electorales porque pienso que son graves elemento distorsionadores de las elecciones: al final, se cuida más la manera de decir las cosas o abrochar la chaqueta que el fondo del mensaje.

Y por desgracia, creo que algunos de esos indecisos se valdrán del debate para elegir su candidato, pero no por sus razonamientos, sino por cuestiones tan peregrinas como "es que me cayó más simpático", "lo veo mejor persona que el otro" o "se expresa mejor".


Por eso, desde aquí deseo proclamar que para candidato con carisma, ideas claras y capacidad de acción, el mejor fue, sin duda, Horatio Crane.


(Fotomontaje de un servidor con los tres candidatos en liza, a partir de fotos de EFE y Fox)

21 febrero 2008

“Juno” y el cine independiente

Uno de los debates más estériles y aburridos (pero por desgracia más frecuentes) dentro de la comunidad cinéfila, es el de “cine comercial versus cine independiente”. En general, los culturetas mantienen la postura de que todo lo proveniente del impío Hollywood es basura infumable, mientras que en el cine de autor americano reside la verdadera creatividad, el riesgo y todo lo demás.


Admito que la producción de los grandes estudios, en un 90% de las ocasiones, es basura centrada en el público juvenil descerebrado. Pero eso no quita que, esos mismos estudios, nos hayan ofrecido grandes títulos. Por otro lado, el cine independiente americano (que normalmente distribuyen las grandes compañías, así que lo de independiente hay que ponerlo entre ocho comillas) tiene grandes películas, pero también tremendos bodrios que pocos se atreven a criticar so pena de parecer incultos e ignorantes.

Esa clase de debates y afirmaciones reduccionistas se produce en otros ámbitos: cuántas veces habré oído eso de “yo sólo veo pelis americanas”, o “yo no veo cine español”, o “a mí sólo me interesa el cine de terror” o “el cine oriental es el mejor de todos”, etc. Al espectador le debería dar igual el origen de la cinta que ve: truños y obras maestras se producen en todos lados y bajo todos los sistemas, por lo que desechar un espectro de la producción y glorificar a otro lo único que provoca, en mi modesta opinión, es que los prejuicios impidan ver obras notables y ensalcen otras que no lo son tanto. La dieta del cinéfilo debe ser variada y omnívora (toma frase pedante).

El tópico señala que el cine de los grandes estudios es irreal y complaciente, que no se arriesga cuando aborda asuntos de actualidad, y que, en suma, ofrece una visión edulcorada de las cosas. Por el contrario, el cine independiente supuestamente posee una mirada áspera, veraz y arriesgada sobre la realidad. Si eso es cierto, ¿cómo se explica entonces la existencia de una cinta como “Juno”?

Se ha pregonado a los cuatro vientos que la película que protagoniza la carismática Ellen Page es independiente, y por ello ha causado sensación. Pero al salir del cine, me pregunté dónde está esa visión áspera, ese compromiso con la realidad, porque lo cierto es que la cinta es bastante inverosímil y, desde luego, tan edulcorada como cualquier comedieta made in Hollywood.

El punto de partida parece arriesgado: las peripecias de una madre adolescente. Pero ahí se terminó todo el dilema, porque resulta que la protagonista tiene unos progenitores que se toman la cuestión con mucha naturalidad, no tarda ni una escena en encontrar los padres adoptivos adecuados, tiene un novio todo comprensión que la apoya en todo y una mejor amiga supermaja que también la ayuda. Consciente de la falta de conflicto de la trama, la guionista introduce en el último tercio un amago de relación entre Juno y el padre adoptivo, pero el dilema es finiquitado a las dos escenas. En suma, es una película donde el buenrrollismo campa a sus anchas, y que no entra a saco en el problema del embarazo juvenil, sino que ofrece un escenario totalmente inverosímil del mismo.
Apuesto mi sueldo a que si la misma película, en lugar de llevar el sello de “independiente”, estuviera lanzada por un gran estudio, muchos de los que se deshacen en halagos hacia, estarían poniéndola verde aduciendo que es la típica comedia que se aleja de los problemas cotidianos y ofrece una versión color de rosa de la vida.


“Juno” me ha gustado, aunque sin echar campanas al vuelo. Los actores están bien en líneas generales, sin que ninguno destaque sobre el resto (si acaso Jennifer Gardner, la madre adoptiva, está un poco exagerada en su perpetuo rictus de preocupación/ilusión). Además, consigue que salgas del cine con el optimismo subido, y con tanto drama que hay en la vida y en las pantallas, de vez en cuando apetece ver una comedia como esta, en la que quizás no te partes de risa, pero sales relajado.

Por ello, auguro que ganará chorrocientos de Oscars, que su joven protagonista se convertirá en la estrella juvenil del momento, y que dentro de un año no nos acordaremos de ella. Más o menos lo que pasó con “Full Monty”, otra de estas cintas de autor que demuestran que en el cine independiente también se puede ser irrealmente optimista.


(Foto: Ellen Page y Michael Cera, los protagonistas)

13 febrero 2008

Meapilas

Leo en la prensa que el Metro de Londres ha rechazado la ilustración que acompaña a esta entrada, destinada a promocionar una exposición monográfica sobre el pintor renacentista Lucas Cranach el Viejo porque podría herir sensibilidades. Cuánto meapilas hay suelto en este mundo (y en el Metro de Londres más aún).

Entendería que se rechazara una publicidad abiertamente pornográfica o racista. Y dentro del arte, podría comprender que, por poner, El origen del mundo de Courbet fuera el que causara tanto revuelo. Pero, ¿este inocente desnudo? Apuesto una libra a que en ese mismo metro hay publicidades actuales que, sin recurrir al desnudo, son más eróticas y sugerentes que este cuadro.


Es lo de siempre, el miedo al sexo: un par de tetas resultan un problema para la gente bienpensante. Pues ellos se lo pierden, porque sin duda, un metro decorado por Cranach hubiera resultado más hermoso y agradable.

(Foto de EFE del "escandaloso" cuadro)

08 febrero 2008


Expiación

Fui a ver esta película con muy pocas ganas. Mi motivación básica era discernir por qué diantres había acaparado tantas nominaciones a los Oscars y a otros premios, pero a priori no me llamaba nada la atención, pues pensaba que sería el típico melodrama lacrimógeno a lo Hollywood. Y encima con Keira Knightley, una chica que no me entusiasma ni como actriz ni como fémina.

Y salí del cine desbordado y apabullado por lo que acababa de ver. Una cinta emocionante, narrada con mucha pericia y algo de atrevimiento, que deja bastante poso cuando sales de ella. Y, por cierto, la Knightley (como actriz y como fémina) muy bien, como el resto de actores. Sería un error despacharla aludiendo a su "clasicismo", ya que, pese a relatar una peripecia de la 2ª Guerra Mundial, lo hace con una narrativa muy actual y el resultado es de una modernidad abrumadora.

Frente al relator clásico-omnisciente que nos muestra toda la acción objetivamente y "desde fuera", en esta película se juega continuamente con el punto de vista.
El narrador está cambiando constantemente y, de hecho, en un par de ocasiones nos muestra consecutivamente la misma acción desde dos perspectivas distintas, dejando al espectador el trabajo de reconstruir la trama a través de los diferentes testimonios. Rizando el rizo, se llegan a mostrar hechos que sólo suceden en la cabeza de algún personaje, o que directamente nunca llegaron a suceder.

Esta narración no es un mero capricho, sino que engarza con la temática de la cinta: los malentendidos, o cómo unos hechos malinterpretados pueden desembocar en tragedia. Por ello, tan importante resulta ver qué sucede, como conocer qué es lo que no saben los personajes, y de ese modo entender por qué llegan a conclusiones tan erróneas.

Pero lo mejor de todo es que esta narrativa tan poco tradicional fluye con la misma claridad que una cinta clásica. No estamos ante una de esas películas que presumen de su artificio narrativo haciéndolo excesivamente patente (tipo "Memento", que por otro lado está muy bien), sino que en todo momento procura ponerlo todo al servicio del personaje y la emoción.


Así, el ya célebre plano secuencia de los soldados ingleses esperando que los rescaten en la playa pasa casi desapercibido porque en ese momento el espectador no se fija en si la cámara hace esto o lo otro, pues está embargado por la desesperación de esos combatientes expectantes. Hasta que uno medita y se da cuenta de que acaba de ver cinco minutos seguidos de película sin un solo corte, una machada que ríete tú de Brian de Palma. Que su director, Joe Wright, no esté nominado al Oscar, es algo que escapa a mi capacidad de raciocinio, y sirve para refrendar la idea de que no hay que darles tanta importancia a los galardones.

Menos sutil es la banda sonora de Dario Marianelli, pero resulta refrescante comprobar que aún hay compositores con el atrevimiento suficiente para desarrollar ideas tan alocadas como utilizan los golpes de una máquina de escribir a modo de percusión. No sé si fue idea del músico o del director, pero en todo caso, es una manera muy creativa de retratar melódicamente a la verdadera protagonista de esta historia, la odiosa Brioni, cuya expiación es lo que se relata en la película.

Vamos, que la recomiendo sin reservas, aunque advierto que sales de la sala hecho polvo porque es una historia muuy triste.

(Foto: Jamen McAvoy, el prota, durante el mentado plano secuencia)