28 abril 2008

Ganadores

Me cuenta un par de amigos que asistieron al Gran Premio de Formula 1 en Montmelló este fin de semana que, cuando Fernando Alonso abandonó la carrera por una avería, parte del público se levantó de la grada y se fue, a pesar de que aún restaba media carrera. En las noticias leo, además, que en la jornada anterior, nada más saberse que el corredor español había logrado una sorprendente segunda plaza en la parrilla de salida, las llamadas para comprar una entrada a última hora colapsaron la centralita. Conclusión: el público no quiere ver Formula 1, quiere ver a Alonso ganar; a la gente le importa un pito el deporte, lo único que quiere es ver ganadores.


Se nos dice que la Fórmula 1 ha dejado de ser un deporte minoritario en España para convertirse en un fenómeno de masas, pero eso habría que matizarlo: lo que ha sido un boom es Alonso, no el deporte en sí. Si el corredor asturiano dejara mañana la competición, seguramente esos millonarios derechos por los que tanto ha pagado la Sexta para arrebatárselos a Telecinco no valdrían ni el papel en el que están rescritos.

La cuestión de fondo de todo esto es el cada vez más unánime y desolador culto al ganador que se da en esta sociedad: el público no quiere ver deportistas, sino ganadores, no quiere escuchar música, sino los números uno de los 40; no quiere ver cine, sólo la película que arrasó en su primer fin de semana en taquilla; no quiere leer, sino devorar ese tocho que ha vendido nosecuántos en un fin de semana…

Supongo que habrá una razón antropológica oculta bajo todo ello, que tendrá algo que ver con la cohesión social. El individuo, que vive en una sociedad cada vez más jodida y alienante, logra parte de su cuota de seguridad haciendo, consumiendo o viendo lo mismo que el resto de individuos alienados. Escuchar algo sabiendo que también lo escuchan otros miles de personas a mucha gente le hace sentir más integrada en la sociedad, aunque sea en un plano inconsciente.

Así, en este proceso de aborregamiento global, el culto al ganador se ha convertido casi en la razón de ser de la cultura y el espectáculo de masas. Por supuesto, siempre quedan los freakies, los heavys, los que veían Formula 1 cuando era una cosa rara mal emitida en la 2 de madrugada… en suma, los públicos minoritarios. Tampoco es cuestión de ponerse snob ni convertirse en un elitista vocacional; digo yo que aún será posible un término medio. Eso espero, por Tutatis.

19 abril 2008

Sueños rotos

Ya ha comenzado la nueva edición de Operación Rebuzno. Si ese programa tuvo alguna vez sentido, ya hace tiempo que ha perdido el Norte y tiene poco que ver con la música. En su primera gala, una chica que cantaba mal, desafinaba e hizo que su compañera de dúo también perdiera el tono, fue salvada. En cambio, dos chicos que , sin ser maravillosos, lo hicieron objetivamente mejor que ella, están ominados y ya tiene prácticamente un pie en la calle. Lo dicho: si la música importara en ese concurso, la situación sería justo la contraria.


El programa es una gran farsa, ya que promete ser el trampolín para lanzar una carrera musical, pero lo cierto es que no lo es: Bisbal y Bustamente han sido accidentes; del resto de “triunfitos” ¿quién se acuerda? Por ejemplo, esos ilustres canarios como Sergio Rivero, Ramón, Idaira o Tony Santos, que tantas masas enfervorecidas movieron en estas islitas, ¿dónde están hora? Muchos intentan currarse una nueva carrera, y cuando se les lee en entrevistas, es evidente que, aunque no lo digan claramente, su paso por OT es una losa de la que desean librarse. Lo honesto por parte de la cadena sería no prometer ese lanzamiento, simplemente darle dinero al ganador y decirle: “Te hemos formado y dado pasta, ahora búscate tú la vida”.


La revista Interviú, entre culo y teta, suela sacar de vez en cuando algún artículo interesante, y recientemente ha publicado un estudio que revela el potencial del programa para promocionar artistas… que resulta ser nulo. Elocuentemente titulado “Operación fracaso”, el artículo aporta datos tan escalofriantes (ya será menos) como que de 82 concursantes que han pasado por las ediciones anteriores, sólo ocho han conseguido una carrera musical de éxito.

Hay que desmitificar de una vez ese concurso que muchos aún tienen por auténtico catalizador de talentos. Lo cierto es que no es más que un mero artefacto recaudador destinado a que nos dejemos los cuartos a base de SMS. Vamos, lo mismo que esos cutres programas de madrugada en las teles locales, pero en fino.

06 abril 2008


La última carrera de Ben Hur

La muerte de Charlton Heston es una noticia terrible para todo cinéfilo. El actor se había ganado las antipatías de medio mundo, yo incluido, por su defensa de la reaccionaria Asociación Nacional del Rifle, hasta el punto de que muchos lo consideraban algo así que un cromagnon involucionado digno de todo descrédito. Desde luego, no puedo decir que me gustara esa faceta facha del personaje, pero no creo que sea este el momento para dejar que fluya la bilis. Mejor recordarlo como lo que era: un buen actor y todo un icono.


Heston poseía un físico envidiable tanto por su apostura como por su porte y músculos. Además, poseía una mirada intensa y una voz grave que lo hacían ideal para encarnar a héroes. Y eso no está al alcance de todos: hay actores de carácter que maquillados y arropados por otros elementos, pueden hacer casi cualquier papel. Pero apara encarnar a un héroe arquetípico, es necesario tener físico, carisma y la capacidad interpretativa necesaria para llevar el peso de un film sobre los hombros. Todos conocemos de tipos cachas que actualmente encarnan al muchacho de la película con escasa fortuna porque sólo aportan bíceps, pero no intensidad ni convicción dramática. Heston poseía ambas cualidades.

Pero además era un actor con inquietudes artísticas: no dudó en maquillares para parecer un policía mexicano en “Sed de mal” de Orson Welles; a un Miguel Ángel obsesivo en “El tormento y el éxtasis” de Carol Reed; a un militar yanqui en “Mayor Dundee” de Sam Peckimpah; al astronauta Taylor de “El planeta de los simios” de Flanklin Schaffner; al señor feudal calentorro de “El señor de la Guerra”, también de Schaffner; al Cid campeador de Anthony Mann. Incluso sus papeles más explotados y en cierta medida más denostados, Moisés y Ben Hur, si se analizan objetivamente, hay que reconocer que eran retos interpretativos no exentos de dificultad. Otra cosa es que le pusieran esas barbas de algodón cutre que matarían la mejor actuación…

En suma, que a pesar de los rifles y las barbas de pega, Heston era un actor que sabía como llenar la pantalla (y al parecer, en teatro era todavía mejor). Como homenaje, creo que la próxima Semana Santa, en lugar de evitar la película como hago habitualmente, me sentaré a ver Ben-Hur. Y de paso, espero no volver a escribir necrológicas en mucho tiempo, que el blog está últimamente de un fúnebre que da yuyu.


(Foto: Heston en su rol más célebre)