14 septiembre 2007


La misma cacicada de siempre

Hoy se han dado a conocer las películas candidatas a representar a España en los Oscar, y ninguna de las tres ha sido estrenada aún. Año tras año, este proceso de selección se torna cada vez más opaco e irregular. Luego, los cineastas patrios se ponen lloricas porque nadie se toma en serio el cine español. Señores, ¿cómo los vamos a tomar en serio si en pleno 2007 aún siguen cometiendo estas cacicadas y realizando estas maniobras tan sibilinas? ¿Ustedes creen que estas son formas de administrar una industria que se pretende seria y que, por cierto, goza de estupendas subvenciones públicas (lo cual debería ser un argumento en pro de la transparencia del proceso)?

Se supone que la condición para que una película sea candidata al Oscar es haber sido estrenada antes del 30 de septiembre de 2007. Así que… ¿cómo es que han hecho pública la elección antes de que expire el plazo? De todos modos, aunque esperaran a la fecha prevista, resulta que las tres preseleccionadas se van a estrenar después: “El orfanato”, de Juan Antonio Bayona, lo hará el 11 de octubre; “Las 13 rosas”, de Emilio Martínez Lázaro, el 19 de octubre; y “Luz de domingo”, de José Luís Garci, aún no tiene fecha.

Esto quiere decir que para poder ser elegidas, las tres han hecho la trampujina que hacen todas: las proyectan de tapadillo en algún cine perdido de alguna provincia y hala, oficialmente ya cuenta como estreno. Pero lo que es el público general, ese que dicen que da las espaldas al cine patrio, aún no ha podido acceder a ellas. ¿No será que con cutradas como esta, es el cine patrio el que da la espalda a su público? ¿Cómo pretenden que a los espectadores nacionales les importe un carajo quién va a ganar si aún no ha podido ver las cintas?

Da la impresión de que estas decisiones se toman entre amigotes. Me imagino que en las votaciones pesarán mucho los amiguismos y las llamadas telefónicas, lo cual explicaría que Garci siempre salga en la terna final, a pesar de que su cine jurásico hace muchísimos años que ha dejado de interesar al público y a la crítica. Se ve que José Luís tiene muchos coleguitas en la Academia.

¿Quién va a ser la candidata final? Se sabrá el 27 de septiembre, pero lo que es a mí, me la trae floja, colgante y penduleante, o por decirlo más finamente, me la renflanflinfla. Quien resulte representante de España en los Oscar habrá sido elegida al margen de los españoles. Puro despotismo ilustrado. ¿Y así es como quería cambiar las cosas la flamante nueva directora de la Academia de Cine, Ángeles González Sinde? Será que las está cambiando para peor…

(Foto: Belén Rueda protagoniza "El orfanato".)

13 septiembre 2007


El reverso de Bond

En la promoción de “El ultimátum de Bourne”, el actor Matt Damon definió a su personaje como la antítesis de James Bond. Y aunque en las promociones los actores suelen decir muchas tonterías epatantes con la sola idea de llamar la atención sobre su producto, en este caso el análisis es del todo acertado. Jason Bourne comparte con el mítico 007 las iniciales (y la invulnerabilidad). Por lo demás, es un personaje totalmente diferente. La película, por cierto, es el mejor thriller de los últimos dos o tres años.

Lo interesante de esta trilogía sobre el espía amnésico es que, frente a la pléyade de héroes de acción matones, chulescos, expeditivos, crueles y amorales que nos sirve habitualmente el cine de Hollywood, el que interpreta Damon parece tener conciencia. Mientras otros espías del cine presumen de cuánto y qué bien matan, Bourne no parece especialmente orgulloso de sus habilidades letales.

En “El ultimátum…”, de hecho, perdona la vida a dos enemigos en situaciones en las cuales Bond no hubiera pestañeado al disparar. Y cuando mata con sus manos a otro, tras la lucha se queda pensativo y mirándose las manos, cansado pero también avergonzado por lo que acaba de hacer. La historia de Bourne es la de un asesino que quiere dejar de serlo. No lucha por la patria, ni por venganza, ni por dinero; sólo quiere saber quién es y que lo dejen vivir en paz.

La película, al igual que las dos partes anteriores, sigue el esquema de las películas-itinerario de Hitchcock, como “39 escalones” o “Con la muerte en los talones”, consistente en tener al héroe de aquí para allá mientras es perseguido por unos enemigos teóricamente más poderosos. La gracia de esta saga es comprobar cómo sale de cada embolado el bueno de Bourne.

Y de paso, la cinta hace veladas críticas contra los servicios de espionajes, cuyo juego sucio subterráneo pasa por encima de las personas, las leyes y lo que haga falta, con el fin de servir a no se sabe muy bien qué objetivos supuestamente loables. Para resaltar este punto, la cinta contrapone las figuras de dos jefes de espionaje cuya visión de la CIA es diferente: una interpretada por Joan Allen, que sabe poner límites a sus actos, y otro, encarnado por David Straithaim, que llegará a ordenar la muerte de civiles inocentes si es “necesario”.


Todo ello está narrado con un estilo nervioso con continua cámara en mano y una fotografía que huye de esteticismos para acercarse más al género documental. El resultado de esta solución estilística resulta difícil de evaluar, ya que por un lado, es evidente que consigue ese aire de verismo e inmediatez que persigue, pero por otra, puede llegar a ser agotadora visualmente y confusa por momentos.


En todo caso, se trata de una de esa cintas que de cuando en cuando le devuelven a uno la fe en el cine comercial. Se trata de un entretenimiento lleno de emoción que no insulta la inteligencia de nadie y, además, ofrece a un héroe que ni va de simpático ni de matón. ¿Había dicho ya que es el mejor thriller de los últimos dos o tres años?