09 agosto 2007

Enhorabuena, humano, lo has vuelto a hacer

No sé de dónde sacas las energías, pero es sorprendente la capacidad destructiva de la que haces gala un día sí y otro también. En tu empeño por asolar el planeta que te acoge, hoy has vuelto a lograr un importante hito: si se confirman las sospechas, habrás provocado la extinción a un nuevo animal. Míralo en la foto, porque probablemente no lo volverás a ver nunca más en el agua. Era el delfín blanco del Yangtsé. Enhorabuena, campeón.

Dicen que la causa de su desaparición ha sido la pesca sin control. Y en este punto, uno empieza a pensar en todos los “sin control” que le rodean, y la sangre se hiela por el miedo, la rabia y la impotencia. Antes, la pregunta retórica para estos casos era: “¿Qué mundo le vamos a legar a nuestros hijos?”. Pero dadas las circunstancias, es pertinente actualizarla por “¿Habrá un mundo que legar a nuestros hijos?”.


Resulta curioso que el mismo día que recibimos nuevas noticias acerca del orígen del hombre, leamos ésta del delfín que, en cierto sentido, nos anuncian su final. ¿Aún estamos a tiempo de evitarlo?

(Foto: AFP, publicada en El Mundo)

04 agosto 2007

Canarias está quemada…

… por una oleada de incendios, a cual peor, provocados por unos criminales desaprensivos, empeorados por una climatología adversa y, dicen, agravados por la falta de previsión de las autoridades a cargo de los montes. Ahora, tras la tragedia, perdemos el tiempo debatiendo si galgos o podencos o, lo que es lo mismo, si pinocha sí o pinocha no. Y no se aclararán hasta que llegue otro infierno, y el proceso comience de nuevo.

Pero Canarias también está quemada por las desapariciones de menores. Sara, Yéremi y ahora Fernanda (ésta finalmente asesinada). Probablemente no exista relación entre ellos, y no hay motivos para pensar que las islas sean más peligrosas para los menores que otras comunidades autónomas. Pero la psicosis está ahí, creciendo poco a poco sin que nos demos cuenta, alentada, además, por unos medios de comunicación que en principio fueron útiles para facilitar las búsquedas, pero que ya están rozando el amarillismo en algunas ocasiones.

Y también está quemada por el drama de la inmigración ilegal, complejo porque no tiene solución local, ni siquiera nacional. Para muchos, la respuesta más fácil es evitar que los cayucos arriben a nuestras costas y se vayan a otro lado. Pero eso no frenará las oleadas ni evitará las muertes. La solución real es conseguir que África sea un lugar cuyos habitantes deseen vivir en él. Para eso haría falta un pacto internacional e invertir en esos países sin esquilmarlos, permitiendo el desarrollo de las economías locales y, por extensión, de la sociedad y las infraestructuras básicas. Como ese pacto no es económicamente conveniente para las multinacionales, es fácil deducir que este drama nunca va a tener fin.

Las islas están igualmente quemadas por su clase política. Dan igual los partidos y las ideologías, al final, seguimos en una sociedad caciquil en la que los mismos apellidos se repiten de un cargo a otro. Además, nuestros servidores públicos cada vez están más implicados en causas judiciales y controlados por los intereses empresariales. Puede que en el esto del país la situación sea igualmente caótica y deprimente, pero aquí se nota más, ya que nuestros políticos están caracterizados por una zafiedad en las formas y en los discursos que están logrando lo que, quizá, realmente persiguen: que el pueblo se preocupe menos de la cosa pública, y así se les deje a ellos cancha libre para sus desmanes.

Canarias está quemada, y ya no la apagaría ni un diluvio universal.


(Foto: Incendio de Gran Canaria, por Borja Suárez para el periódico Canarias 7)

02 agosto 2007


Soy culpable de crímenes contra el cine

Si existiera un delito para mí, sería ese. Pues solamente de ese modo se puede describir mi inenarrable conducta de esta semana: justo un día después de las muertes de Ingmar Bergman y Mighelangelo Antonioni, fui al cine a ver Transformers. Culpable.


Y no por la película en sí. Siempre seré defensor a ultranza del cine de Ciencia Ficción y de género y, si bien es cierto que una cinta basada en unos juguetes a priori no da buenas vibraciones, en las manos adecuadas podría haber sido, al menos, interesante o divertida. Por desgracia, en esta ocasión el director al mando es Michael Bay.

Hace años, tras ver Armaggedon, me juré a mí mismo que jamás volvería a ver nada perpetrado por este señor. Y lo cumplí: ni vi Pearl Harbour, ni Dos Policías Rebeldes 2 ni La isla. Mi honor, hasta la fecha, estuvo a salvo, pero la posibilidad de ver una película de robots gigantes dándose de leches pudo más que mi autocontrol. “Además”, pensé para auto justificarme, “si la produce Spielberg, no puede ser tan mala”. Craso error.

El problema básico es que da igual que la película vaya de androides alienígenas, asteroides que chocan contra la Tierra, asaltos terroristas o policías graciositos: si la dirige Bay, siempre es la misma película, con un obsceno patrioterismo y una ridícula exhibición de armamento y honor militar (en serio, estoy por pensar que Bay realmente quería ser marine pero no lo dejaron entrar en la academia).


Lo peor no son esas cuestiones ideológicas, sino que el hombre no sabe empalmar dos planos seguidos. Para mi, Bay representa cómo no se debe dirigir una película. Su abuso de primeros planos, banda sonora enfática, cámaras lentas que no vienen a cuento o imágenes en continuo movimiento acaban por enervar, más que emocionar.


En sus escenas de acción no se ve un carajo, de tanto bamboleo que mete el hombre, y el público nunca tiene una idea clara del espacio en el que se desarrolla, dado el montaje atropellado. ¡Y eso es un gran problema, si tenemos en cuenta que el tipo hace películas de acción!

En suma, una peli de robots gigantes dándose de leches, producida por Spielberg, podría haberse convertido en una buena muestra de cine de entretenimiento. En su lugar, lo que tenemos es la última película de Michael Bay. Eso sí, ahora de verdad: ¡nunca más!

(Foto: Optimus Prime, el bueno de esta película tan mala)