30 agosto 2006


Reseña: Piratas del Caribe. El cofre del hombre muerto

Si hubiera que resumir en una palabra la película que ha resultado ser el éxito más aplastante del verano (en términos económicos), ésta sería "agotadora". Dos horas y media de carreras, persecuciones, batallas, peleas, traiciones, chistes y demás situaciones extraordinarias acaban superando los límites de la pura diversión para alcanzar la extenuación del respetable público. Vamos, que si le hubieran rebajado 20 o 30 minutos de metraje no lo habría echado en falta.

Con todo, hay que decir que esta es una de las pocas cintas que está a la altura de su marketing, y que incluso lo supera: anuncian aventuras sin límites, y las dan. En cambio, la mayoría de los estrenos americanos hiperpublicitados pecan justo de lo contrario: cuando sales del cine, la sensación es la de "¿tanto rollo para esto?" (cosa que sucede, por ejemplo, en Superman Returns, cuya historia es más simple que el mecanismo de un abanico, por lo que no se entiende que tarden también dos horas y media para desarrollarlo, y que encima uno salga con la sensación de que le falta algo). En Piratas... se aprecia hasta el último céntimo invertido.

Además, cuenta con una baza extra llamada Johnny Depp. En el cine pocas cosas pueden superar a la visión de un actor que logra fusionarse con su personaje y ofrece una interpretación que se nota que ha disfrutado o, por lo menos, ha asimilado: es el caso de un Sean Connery haciendo de James Bond, un Anthony Hopkins en su primera encarnación de Anibal Lecter, un Peter Sellers haciendo de inspector Clouseau... el Jack Sparrow de Depp entra en esta categoría.

A simple vista parece que es un fantoche sobreactuado, y es ciertamente un papel que borda la caricatura. Pero Depp es también capaz de dotar de ciertas sutilezas al papel, de dejar entrever cierta nobleza en el bucanero, y, hacia el final de la cinta, un inesperado estoicismo: recuerden ese primer plano en el cual llama, entre la admiración y el desprecio, "pirata" al personaje de Keira Knightley, que lo acaba de traicionar.

El reto del reparto poco puede hacer contra el huracán Depp. La mentada Knightley hay que reconocer que es capaz de trascender el tópico de la damisela en peligro, pero siempre he tenido problemas con esta chica en las películas de Piratas... y otras como El rey Arturo: su físico anerexic-chic es muy del siglo XXI, y, lo siento, no me creo que esa chica de labios sospechosos de botox sea una dama del siglo XVIII. Aún recuerdo la primera parte, cuando se quejaba de lo que le apretaba el corsé. ¿Apretar el qué? Pero en todo caso, no es un error de ella como actriz, sino de los productores por haber contratado a alguien inadecuado.

Al pobre Orlando Bloom le toca lidiar con el papel menos agradecido de todos, el de héroe romántico todo virtudes, sin humor, sin dobleces... realmente, sin nada a lo que un actor pueda hincarle el diente. Así que, teniendo en cuenta esa situación, el chaval hace lo que puede.

Pero seamos francos: en este tipo de películas los actores son lo de menos. Lo que interesa es que la ambientación y los efectos especiales estén a la altura de las circunstancias. Y en este sentido hay que dar sobresaliente a la producción: no hay un trucaje que se pueda calificar de cantoso, y las visiones del villano con cara de pulpo o de ese barco "Holandés Errante" surgiendo del fondo del mar son asombrosas. Además, me pareció curioso el tenebrismo de ciertas escenas, a priori impropio de una producción de Walt Disney como es esta, y el tono ominoso general de la cinta (que, recordemos, va de maldiciones marineras).

Eso sí: la música es lo peor escuchado en una pantalla en mucho tiempo. El compositor Hans Zimmer y sus colaboradores deberían ser colgados por los pies del palo de mesana o, por lo menos, abandonados a su suerte en una isla desierta. La musiquilla en cuestión no se puede diferenciar de la de un thriller de acción al uso, y es incapaz de remitirse a la época y espíritu de la cinta (en un momento dado, una pelea de taberna sí que posee esa música de piratas que todos esperamos, pero resulta que es un tema tradicional preexistente, y no la obra de Zimmer y sus muchachotes).

En suma, es una cinta excesiva, que delata el origen primigenio del material llevado a la pantalla (una atracción de feria). Con todo, es superior a la primera parte, no insulta demasiado la inteligencia del espectador como otras cintas de su clase, tiene un actor principal en estado de gracia, da exactamente lo que promete y certifica que la música de cine americano está en franca decadencia.

(Foto: Los caníbales persiguen al capitán Sparrow)

17 agosto 2006

¿Qué pasa cuando un astrónomo es friki?

Pues que cuando descubre un nuevo planeta en nuestro sistema solar, le da por bautizarlo Xena, en homenaje a la princesa guerrera televisiva interpretada por Lucy Lawless. Y para más cachondeo, a su luna le pone Gabrielle, como la compañera de la heroína mencionada. Así lo hizo en 2003 el americano Michael Brown, un astrónomo del Instituto de Tecnología de California, cuando descubrió en el cielo un objeto 100 kilómetros mayor que Plutón. Podría haber sido peor, y estar ahora hablando del planeta Buffy.


Por supuesto, acabarán cambiándole el nombre, ya que su nomenclatura oficial es actualmente 2003-UBS313, un verdadero galimatías. Y aunque lo de llamarlo Xena tiene su gracia, no casa con el resto de planetas conocido, cuyas denominaciones se basan en la mitología romana.

Todo esto forma parte de una noticia más amplia, que se refiere a una reunión astronómica en Viena, en la cual se discute si una serie de objetos celestes pueden considerarse planetas. Si así fuera, el sistema solar pasaría de tener nueve a doce integrantes, de modo que el listado final quedaría de la siguiente manera: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Ceres, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, Caronte, y 2003 UBS 313 (Xena).


Una interesante consecuencia de todo esto es que, si finalmente vamos a contar con un sistema solar de doce planetas, ¿qué coño van a decir ahora los "astrólogos" y demás morralla del zodiaco, que se habían montado una película cojonuda con nueve planetas, y ahora no les van a salir las cuentas? ¿O se van a inventar un par de signos más, para que cuadre la cosa?


En lo que refiere a Xena, yo fui un fan de esa serie, y no por las razones qué todo el mundo cree cuando lo digo (a saber: la profusión de chicas ligeras de ropa). En su día, me hizo gracia la irreverencia que suponía mezclar la antigüedad clásica con la estética de Conan el bárbaro. A partir de la segunda temporada, la serie dejó de tomarse en serio a si misma, y ganó enteros con unos actores que interpretaban con un toque irónico y unas tramas muy divertidas. Además, salía Bruce Campbell (en un mundo más justo ese tío sería una estrella), y tenía una banda sonora muy interesante de Joseph Lo duca, que basculaba entre lo épico y la música étnica.


Por desgracia, hacia el final los argumentos se volvieron muy serios y solemnes, por lo que la serie no sólo cayó en el aburrimiento, sino en el ridículo, ya que pretendía contar historias a lo señor de los anillos con un presupuesto que no daba ni para medio capítulo de una sitcom media.

En todo caso, quién les iba a decir a los artífices de esta serie, que no pasará a la historia de la televisión (si acaso como un pie de página), que Xena la princesa guerrera iba a ser objeto de debate en una sesuda conferencia astronómica en Austria.

Actualización 25/08/06: Al final, ni doce ni nueve: el sistema solar cuenta oficialmente con ocho panetas, ya que han decidido "cargarse" Plutón. Aún así, esto no significa que los problemas para el Zodiaco hayan acabado...

(Foto: Lucy Lawless como Xena, la princesa guerrera)

10 agosto 2006

Star Trek a subasta

Con motivo del 40 aniversario de la creación de Star Trek, la prestigiosa sala de subastas Christie's ha organizado una multitudinaria puja los días 5,6 y 7 de octubre en la que se pondrán a disposición del mejor postor millares de objetos de vestuario y attrezzo de la popular saga. Esto quiere decir, por un lado, que es una serie que aún tiene muchos fans, pero también que es algo del pasado.

Star Trek hace tiempo que murió. Las últimas películas protagonizadas por la tripulación del Enterprise no solamente fueron fracasos de taquilla, sino que eran malas a rabiar. Y la última serie televisiva, llamada precisamente Enterprise, no logró levantar vuelo.


Ser fan de Star Trek se ha convertido con los años en una losa para muchos aficionados, ya que la saga siempre ha sido vista con cierta condescendencia. Y las convenciones "trekkies" no han ayudado, precisamente, a dar una buena imagen de la serie, sino que más bien han sido el argumento principal de sus detractores para poderla calificar una frikada. De hecho, el propio capitán Kirk de la serie original, William Shatner, protagonizó hace años en el programa cómico Saturday Night Live un célebre scketch en el cual parodiaba las convenciones de Star Trek a las que tanto debía ir.


A mí me gusta mucho Star Trek. Pese a sus fallos, es un buen entretenimiento que, además, en su día se unió a los vientos de cambio sociales de los años 60, proponiendo una tripulación multirracial (incluyendo a un ruso en plena Guerra Fría) con componentes de ambos sexos (si bien ellas y sus tremendas minifaldas ciertamente tenían poco protagonismo). Además, siempre he pensado que el USS-Enterprise es la nave más bonita que ha surcado una pantalla.

Pero está claro que, tras diez películas, millares de horas de televisión repartidas en cinco series, novelas y videojuegos, el universo Trek se ha saturado. Hoy por hoy, ningún guionista es capaz de escribir nada mínimamente interesante en ese mundo, pues la información que existe es tan abundante, que resulta imposible ser original.


Además, los trekkies se han revelado como unos ultraortodoxos de la peor clase: si alguien osa cambiar nada de lo establecido anteriormente, saltan como arañas peludas a por el iconoclasta. Ahora bien, quizá los responsables de la serie han pecado de ser demasiado respetuosos con estos fans. Porque está claro que ni eran tantos ni tan influyentes como para salvar la saga de su cancelación final.


Pese a todo, aún hay una leve esperanza: J.J. Abrams, creador de las series Alias y Perdidos, y director de Misión Imposible III, ha sido contratado por Paramount para relanzar Star Trek. Ya hay, incluso, un cartel circulando (lo reproduzco en la apertura de este artículo) cuyos colores y tipografía extraídos de la serie de los años 60 indican por donde van los derroteros: una vuelta la nostalgia. Muchos hablan de que tratará del primer viaje del capitán Kirk, e incluso se menciona el nombre de Matt Damon para el papel.


Creo que es un error, pues está claro que lo que necesita la saga es renovación. Al igual que se hizo con Batman o se ha hecho recientemente con James Bond, sería el momento adecuado para hacer borrón y cuenta nueva, y comenzar Star Trek de cero, quedándose con lo mejor del legado, pero actualizándolo. Y no es una idea nueva: en 2004 J. Michael Straczynski, artífice de otra serie de ciencia ficción de culto, Babylon 5, elaboró un proyecto para relanzar la serie desde cero. El documento fue publicado en pdf hace poco en la red por el co-autor del texto, Bryce Zabel (aquí, en inglés). Por supuesto, no le hicieron ni puñetero caso, a pesar de que es muy sensato y atractivo.

03 agosto 2006

Música de Cine en Úbeda: Para concluir…

Ya hemos hablado largo y tendido del II Congreso Internacional de Música de Cine celebrado en Úbeda entre el 20 y el 23 de julio. Como no es plan de alargar esto más, vamos a cerrar el tema resumiendo lo más posible otras cosas que se quedaron en el tintero:


- John Ottman: La otra estrella internacional invitada fue la más sosa de todas. Aunque se prestó gustoso a firmas y fotos, tenía pinta de estar muy perdido por los famosos cerros de la ciudad anfitriona. Además, fue el único que no se preparo una conferencia mínimamente articulada, sino que pasó directamente al turno de preguntas. En él afirmó que no le importa estar encasillado en el género de super-héroes, ya que se adapta muy bien a su estilo, si bien reconoció que no sabe cuántos temas más en plan fanfarria iba a ser capaz de componer.

Particularmente, eso no me parece una gran noticia, ya que yo prefiero el Ottman contenido de Sospechosos habituales o Incógnito, antes que el trompetero de Los 4 Fantásticos. Eso sí, fue muy interesante lo que dijo del permanente estado de paranoia con el que viven los compositores: un músico establecido como él no se puede negar a aceptar un trabajo, ya que de hacerlo, esa podría ser la última oferta que recibiera. Así de heavy está el patio, y eso explica la cantidad de bodrios quue abundan en las filmografías de músicos excelentes.

- Bruno Coulais:
Una de las conferencias que me perdí fue la de este compositor francés, que tras una carrera llena de fantásticos trabajos de corte más bien experimental, se ha hecho famoso con Los chicos del coro (al parecer, a él no le gusta mucho). La escolanía de Úbeda interpretó esa obra suya con más pena que gloria. Sin embargo, el bueno de Coulais se levantó a saludarlos y a agradecerles la interpretación. "En estos tiempos de guerra, nada me suena mejor que la voz de los niños", dijo para rubricar ese emotivo momento.


-Mateo Pascual: Interesante su conferencia sobre música para videojuegos, sobre todo porque fue un cursillo acelerado de cómo se elabora un producto para consolas y PC desde su idea básica hasta sus pruebas finales. Con todo, su idea de la música me pareció tan espectacular como superficial y algo pomposa (mucho coro y mucha fanfarria), aunque está claro que a un videojuego no se le puede pedir que tenga los mismos elementos psicológicos e introspectivos que el cine, y que es un medio que pide ese tipo de música enfática.

-Óscar Araujo: Acojona un poco oírle decir que él sigue trabajando en la industria del videojuego porque cree que a la larga ésta se comerá a la del cine. Con todo, parece que razón no le falta… Aún así, hay que reconocerle que su partitura para El Cid de dibujos animados no tiene nada que envidiar a un blockbuster de Hollywood y que es de lo mejorcito compuesto en España para cine. Resultó sorprendente la "confesión" de que su carrera como músico empezó en la ruta del bakalao: el famoso "esta sí, esta no…" de Chimo Vallo tiene música suya (¡¡!!).

- Xavier Capellas:
Su ponencia fue algo escueta, aunque me dio la impresión de que era por una cuestión de timidez más que otra cosa. Muy interesante ver copiones de La vida de nadie con y sin música, ya que se demuestra cómo algunas escenas de diálogo especialmente estáticas pueden hacerse más llevaderas con el apropiado acompañamiento. También sirvió para demostrar que el diálogo y la música no tienen por qué pelearse, y que incluso ésta puede redondear a aquellos: en un ejemplo, una discusión se acompaña con una música crispada y se dulcifica cuando el diálogo se refiere al hijo del matrimonio que pelea.


- Conrado Xalabarder: El crítico y estudioso de las banda sonoras es uno de los responsables de que en este país se esté dignificando la música de cine poco a poco. Su ponencia era un resumen de las tesis de su libro Música de Cine: una ilusión óptica, en el cual dice cosas tan interesantes como que un buen músico de cine es también un buen cineasta, pues con su obra narra una historia paralela que completa las imágenes. Un ejemplo es el Jerry Goldsmith de Freud: pasión secreta: el personaje que encarnaba Montgomery Clift apenas dice nada en la cinta; es una música "desde dentro del personaje" la que aporta todo su drama existencial.


- María de Arco: Que una musicóloga haya decidido hacer de la música de cine materia de estudio (y en especial El planeta de los simios de Goldsmith) es motivo de celebración porque es otro de esos pequeños hitos que ayudan a normalizar la música para la imagen como materia digna de consideración académica. A falta de leerlo, que al menos quede clara mi aplauso por la mera existencia de su libro Experimentalismo en la Música Cinematográfica, editado nada menos que por el Fondo de Cultura Económica.


- Las galas: Hubo dos, una dedicada a los compositores españoles y otra a entregar los premios Goldspirit que conceden los internautas. Fueron largas, a veces tediosas, pero con momentos muy divertidos (la introducción de Conrado Xalabarder; los bárbaros reconociendo a Poledouris) y también emotivas (los lagrimones de Basil ante tanta ovación)

-Carlos Pacheco: Como bonus track, al congreso acudió este magnífico y cotizadísimo dibujante de comics, actual responsable gráfico de Superman. Un tío salado, simpático, que tuvo a bien dibujarnos unos bocetos ( ¡¡a mí me hizo una Wonder Woman que s eparece a Monica bellucci!!), y confesarnos las coñitas que suele colar en los comics americanos: la última, dos policías de Metrópolis en cuyas placas se lee (si se afina muuucho la vista) "Grijander" y "Gromenawer". Pedazos de nombres para los agentes.

- El concierto: El coro era de aficionados, y se notó, pero hizo lo que pudo; la orquesta sí que es de juzgado de guardia, pues para ser profesional, es increíble como fue capaz de destrozar algo tan sólido como "The Enterprise" de Goldsmith, o entrar a destiempo en Conan". Con todo, las piezas de Frizell, Ottman y Debney sonaron moderadamente bien (especialmwente las de el último de los citados), y no se puede negar que reunir en directo a tantas estrellas de la banda sonora es un hito incuestionable. A pesar de la orquesta, una noche para el recuerdo.


Y eso es todo (no me extiendo en las comidas, el partido de bolos y la maravillosa experiencia humana que fue conocer en persona a muchos congresistas a los que sólo había tratado por la red, porque entonces esto sí que se alargaba). Lo que tengo claro es que, a pesar del calor y del efecto horno de algunas salas de conferencias, volveré el próximo año a Úbeda (salvo que se produzcan causas de fuerza mayor o que las estrellas invitadas sean el Amenábar "compositor" y Giorgio Morodoer: mi masoquismo no llega a tanto).

(Foto: Otra vista del precioso patio del Hospital de Santiago)

02 agosto 2006

Música de Cine en Úbeda: John Frizzell

John Frizzell no es precisamente una estrella dentro de la música de cine de Hollywood. Por así decirlo, es como uno de esos equipos de fútbol que siempre están en la mitad de la tabla: es un buen profesional, trabaja regularmente, pero no ha gozado de grandes proyectos que lo hayan colocado en primera fila. A pesar de ello, a lo largo de su carrera ha tenido un par de trabajos más que interesantes. Por ejemplo, supo salir airoso de esa papa caliente que era Alien: resurrección, pues me imagino que no debe ser fácil continuar una saga en la que han dejado su impronta compositores de la calidad de Jerry Goldsmith, James Horner o Elliot Goldenthal.

Este músico se ganó a los asistentes del congreso de Úbeda de 2005, hasta el punto de que fue invitado a ser el presidente de honor en 2006, cometido que cumplió con creces, pues en todo momento estuvo trabajando para que el evento se desarrollara con eficacia. La imagen de Frizzell yendo de un lado para otro a toda prisa, con sus pantalones cortos y su mochila al hombro, era de las más habituales durante esos cuatro días en el Hospital de Santiago, sede del congreso.

He escuchado a algunos asistentes criticar que Frizzell era “algo frío” A mí no me lo pareció en absoluto, pues supo aceptar con paciencia y resignación ese calvario de firmas y fotos al que sometimos a todos los compositores. Fue en todo momento educado y, es verdad que en ocasiones se le veía algo apurado, pero no era para menos, tenía un concierto que sacar adelante, no exento de dificultades. Además, tuvo que capear algunos temporales: por ejemplo, improvisó una conferencia en el pasillo de la sede del congreso cuando la megafonía de la sala de conferencia se estropeó. ¡Otra cosa no, pero tablas tiene este hombre!

Su conferencia fue especialmente interesante, al menos para mí, porque sirvió para valorar la figura del editor musical, una de esas profesiones que sabía vagamente que existían y en qué consistía, pero que hasta ahora no había acabado de apreciar en toda su dimensión. Para explicarlo, Frizzell utilizó como ejemplo uno de sus últimos trabajos, The Prize Winner of Defiance, Ohio, una cinta que aún no ha sido estrenada en España y que el compositor lamentó que no tuviera la repercusión esperada, a pesar de estar protagonizada por Julianne Moore y Woody Harrelson.

El compositor puso, en primer lugar, una pieza tal cual la había compuesto, sincronizada sobre una copia de trabajo de la película. El fragmento duraba en torno a minuto y medio, y la referencia que se debía tener en cuenta era el momento, hacia el final de la escena, en el que Woody Harrelson entraba por una puerta. En esta primera versión, la música continuaba unos segundos después, y terminaba con Harrelson dentro de la casa.

Pero la directora deseaba que la música cesara justo en la puerta, por lo que la editora musical tuvo que hacer cortes imperceptibles en la banda sonora aquí y allá. Tras explicar esto, Frizzell proyectó la misma escena tal cual se ve en la copia final. Y efectivamente, la música acaba justo al llegar a la puerta, pero aparentemente la música es igual a la primera versión. Evidentemente, no lo es pues tiene menos segundos, pero es imposible distinguir en qué momentos ha sido editada. “Ni yo mismo detecto dónde están los cortes”, señaló Frizzell, lo cual habla de la eficiencia y utilidad de un buen editor musical.

Este trabajo también es un buen ejemplo de la versatilidad estilística que deben poseer los músicos de cine. Normalmente, asociamos banda sonora con sonido sinfónico, pero en algunos casos esa aproximación sería errónea para el estilo de la película, y este era uno de ellos. La cinta transcurre entre los años 50 y 60, por lo que la música hace continuas referencias a la música ligera americana propia de esa época y, a medida que la trama se acerca a los años 60, va incorporando rasgos de Rock& Roll. Es un buen ejemplo de cómo la música puede ayudar a contextualizar una película.

Otra de las funciones de la música de cine es realizar comentarios sobre el carácter de los personajes, hasta el punto de poder modificar la visión que se tiene de ellos. El personaje de Harrelson en la cinta es un marido borracho y violento que en los pases previos de la cinta era lógicamente rechazado por la audiencia.

En una escena, este personaje destrozaba un frigorífico a golpes mientras su familia lo miraba asustado. Originalmente, la directora no quería música para ese fragmento, aunque Frizzell le pidió infructuosamente escribir una pieza. En su día libre, el compositor decidió componerla y se la puso a la directora, a la cual le gustó el resultado y lo dejó en la cinta... pero le pidió al compositor que no volviera a hacer algo así. La escena en cuestión está ahora acompañada por una música melancólica, que va en contra de la violencia de las imágenes, pero añade un aire de patetismo al personaje de Harrelson.

Frizzell indicó que, evidentemente, no se puede aprobar la conducta de ese personaje, pero sí sentir compasión por él. Y el objetivo se logró, ya que en otro pase de prueba con la nueva música, el antaño odiado papel de Harrelson fue mejor recibido por la audiencia

Ya en el turno de preguntas, algún trekkie presente en la sala le preguntó por su aportación a la saga Star Trek, ya que Frizzell puso música a tres capítulos de la serie Enterprise. El compositor recordó divertido que en uno de ellos escribió un largo fragmento solamente para viento madera, lo cual fue recibido con gran estupor por los ejecutivos de Paramount. La extrañeza desapareció cuando reorquestó de manera más tópica la pieza con viento metal.

Otro momento divertido fue cuando se le preguntó por los recurso innovadores que utilizó en Alien: resurrección. La pregunta pilló por sorpresa a un Frizzell que indicó que la orquestación de esa partitura fue bastante tradicional. El espectador replicó entonces que en el DVD del “Cómo se hizo” aparece un momento en el que el compositor indicaba a un percusionista que frotara un chupa-chups contra el platillo (sic), buscando un sonido novedoso. Frizzell, jocosamente, se sinceró: “Eso fue que cuando grabábamos con la orquesta me avisaron de que los del DVD venían a entrevistarme, y que hiciera algo interesante. Así que no se me ocurrió otra cosa que frotar un chupa chups contra un platillo. ¡Fue para darme publicidad!”. Sin duda, el truco le funcionó.

(Foto: Segundo momento fan-fatal, de nuevo servidor con Mr. Frizzell)