24 octubre 2007

Nadie dijo nada



Todos hemos visto las imágenes de la agresión en el metro de Barcelona a una menor ecuatoriana. Pero lo peor no es la agresión en sí, ya que por desgracia, a diario suceden muchas más, y peores, sólo que no han sido grabadas por una cámara de seguridad ni se ha identificado al autor. Lo peor es ver que mientras ese zoquete se ensañaba con la chica, en el vagón nadie hizo nada.

No estoy pidiendo que alguno de los pasajeros que miran impasibles la escena se levante en plan película americana e impida la agresión. Pero es que nadie, al menos, increpó al agresor para decirle "Eh, tú, para ya". Ni siquiera hubo algún alma piadosa que, tras el suceso, se interesara por el estado de la agredida (¿acaso porque era de piel oscura?). Aunque en el vagón había más gente, en la práctica parece como si sólo estuvieran los dos implicados.

Entiendo que desde fuera es fácil recriminar este comportamiento de los espectadores apáticos. No sé qué haría en una situación similar. ¿Me atrevería a intentar impedirlo o, al menos, a alzar la voz? Quiero pensar que sí, pero es cierto que en los momento claves, nunca se sabe cuál es el coraje de cada uno. En todo caso, la situación me recuerda una célebre frase de Edmund Burke: "Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada".

También me aterra pensar que si el caso fuera al revés, un ecuatoriano machacando a una española, sí se habría producido esa reacción que en el caso real brilló por su ausencia. Pensando mal, sospecho que esa omisión de socorro era una forma de refrendar pasiva y tácitamente la agresión. Esa siniestra sospecha se agudizó cuando, al buscar el vídeo en Youtube para ponerlo aquí, me detuve a leer alguno de los comentarios que lo acompañaban: que si "dejen ya de atosigar al pobre chaval", que si "nadie denuncia las agresiones que los Latin Kings cometen contra españoles", que si... en fin, justificaciones a lo injustificable.


14 septiembre 2007


La misma cacicada de siempre

Hoy se han dado a conocer las películas candidatas a representar a España en los Oscar, y ninguna de las tres ha sido estrenada aún. Año tras año, este proceso de selección se torna cada vez más opaco e irregular. Luego, los cineastas patrios se ponen lloricas porque nadie se toma en serio el cine español. Señores, ¿cómo los vamos a tomar en serio si en pleno 2007 aún siguen cometiendo estas cacicadas y realizando estas maniobras tan sibilinas? ¿Ustedes creen que estas son formas de administrar una industria que se pretende seria y que, por cierto, goza de estupendas subvenciones públicas (lo cual debería ser un argumento en pro de la transparencia del proceso)?

Se supone que la condición para que una película sea candidata al Oscar es haber sido estrenada antes del 30 de septiembre de 2007. Así que… ¿cómo es que han hecho pública la elección antes de que expire el plazo? De todos modos, aunque esperaran a la fecha prevista, resulta que las tres preseleccionadas se van a estrenar después: “El orfanato”, de Juan Antonio Bayona, lo hará el 11 de octubre; “Las 13 rosas”, de Emilio Martínez Lázaro, el 19 de octubre; y “Luz de domingo”, de José Luís Garci, aún no tiene fecha.

Esto quiere decir que para poder ser elegidas, las tres han hecho la trampujina que hacen todas: las proyectan de tapadillo en algún cine perdido de alguna provincia y hala, oficialmente ya cuenta como estreno. Pero lo que es el público general, ese que dicen que da las espaldas al cine patrio, aún no ha podido acceder a ellas. ¿No será que con cutradas como esta, es el cine patrio el que da la espalda a su público? ¿Cómo pretenden que a los espectadores nacionales les importe un carajo quién va a ganar si aún no ha podido ver las cintas?

Da la impresión de que estas decisiones se toman entre amigotes. Me imagino que en las votaciones pesarán mucho los amiguismos y las llamadas telefónicas, lo cual explicaría que Garci siempre salga en la terna final, a pesar de que su cine jurásico hace muchísimos años que ha dejado de interesar al público y a la crítica. Se ve que José Luís tiene muchos coleguitas en la Academia.

¿Quién va a ser la candidata final? Se sabrá el 27 de septiembre, pero lo que es a mí, me la trae floja, colgante y penduleante, o por decirlo más finamente, me la renflanflinfla. Quien resulte representante de España en los Oscar habrá sido elegida al margen de los españoles. Puro despotismo ilustrado. ¿Y así es como quería cambiar las cosas la flamante nueva directora de la Academia de Cine, Ángeles González Sinde? Será que las está cambiando para peor…

(Foto: Belén Rueda protagoniza "El orfanato".)

13 septiembre 2007


El reverso de Bond

En la promoción de “El ultimátum de Bourne”, el actor Matt Damon definió a su personaje como la antítesis de James Bond. Y aunque en las promociones los actores suelen decir muchas tonterías epatantes con la sola idea de llamar la atención sobre su producto, en este caso el análisis es del todo acertado. Jason Bourne comparte con el mítico 007 las iniciales (y la invulnerabilidad). Por lo demás, es un personaje totalmente diferente. La película, por cierto, es el mejor thriller de los últimos dos o tres años.

Lo interesante de esta trilogía sobre el espía amnésico es que, frente a la pléyade de héroes de acción matones, chulescos, expeditivos, crueles y amorales que nos sirve habitualmente el cine de Hollywood, el que interpreta Damon parece tener conciencia. Mientras otros espías del cine presumen de cuánto y qué bien matan, Bourne no parece especialmente orgulloso de sus habilidades letales.

En “El ultimátum…”, de hecho, perdona la vida a dos enemigos en situaciones en las cuales Bond no hubiera pestañeado al disparar. Y cuando mata con sus manos a otro, tras la lucha se queda pensativo y mirándose las manos, cansado pero también avergonzado por lo que acaba de hacer. La historia de Bourne es la de un asesino que quiere dejar de serlo. No lucha por la patria, ni por venganza, ni por dinero; sólo quiere saber quién es y que lo dejen vivir en paz.

La película, al igual que las dos partes anteriores, sigue el esquema de las películas-itinerario de Hitchcock, como “39 escalones” o “Con la muerte en los talones”, consistente en tener al héroe de aquí para allá mientras es perseguido por unos enemigos teóricamente más poderosos. La gracia de esta saga es comprobar cómo sale de cada embolado el bueno de Bourne.

Y de paso, la cinta hace veladas críticas contra los servicios de espionajes, cuyo juego sucio subterráneo pasa por encima de las personas, las leyes y lo que haga falta, con el fin de servir a no se sabe muy bien qué objetivos supuestamente loables. Para resaltar este punto, la cinta contrapone las figuras de dos jefes de espionaje cuya visión de la CIA es diferente: una interpretada por Joan Allen, que sabe poner límites a sus actos, y otro, encarnado por David Straithaim, que llegará a ordenar la muerte de civiles inocentes si es “necesario”.


Todo ello está narrado con un estilo nervioso con continua cámara en mano y una fotografía que huye de esteticismos para acercarse más al género documental. El resultado de esta solución estilística resulta difícil de evaluar, ya que por un lado, es evidente que consigue ese aire de verismo e inmediatez que persigue, pero por otra, puede llegar a ser agotadora visualmente y confusa por momentos.


En todo caso, se trata de una de esa cintas que de cuando en cuando le devuelven a uno la fe en el cine comercial. Se trata de un entretenimiento lleno de emoción que no insulta la inteligencia de nadie y, además, ofrece a un héroe que ni va de simpático ni de matón. ¿Había dicho ya que es el mejor thriller de los últimos dos o tres años?

09 agosto 2007

Enhorabuena, humano, lo has vuelto a hacer

No sé de dónde sacas las energías, pero es sorprendente la capacidad destructiva de la que haces gala un día sí y otro también. En tu empeño por asolar el planeta que te acoge, hoy has vuelto a lograr un importante hito: si se confirman las sospechas, habrás provocado la extinción a un nuevo animal. Míralo en la foto, porque probablemente no lo volverás a ver nunca más en el agua. Era el delfín blanco del Yangtsé. Enhorabuena, campeón.

Dicen que la causa de su desaparición ha sido la pesca sin control. Y en este punto, uno empieza a pensar en todos los “sin control” que le rodean, y la sangre se hiela por el miedo, la rabia y la impotencia. Antes, la pregunta retórica para estos casos era: “¿Qué mundo le vamos a legar a nuestros hijos?”. Pero dadas las circunstancias, es pertinente actualizarla por “¿Habrá un mundo que legar a nuestros hijos?”.


Resulta curioso que el mismo día que recibimos nuevas noticias acerca del orígen del hombre, leamos ésta del delfín que, en cierto sentido, nos anuncian su final. ¿Aún estamos a tiempo de evitarlo?

(Foto: AFP, publicada en El Mundo)

04 agosto 2007

Canarias está quemada…

… por una oleada de incendios, a cual peor, provocados por unos criminales desaprensivos, empeorados por una climatología adversa y, dicen, agravados por la falta de previsión de las autoridades a cargo de los montes. Ahora, tras la tragedia, perdemos el tiempo debatiendo si galgos o podencos o, lo que es lo mismo, si pinocha sí o pinocha no. Y no se aclararán hasta que llegue otro infierno, y el proceso comience de nuevo.

Pero Canarias también está quemada por las desapariciones de menores. Sara, Yéremi y ahora Fernanda (ésta finalmente asesinada). Probablemente no exista relación entre ellos, y no hay motivos para pensar que las islas sean más peligrosas para los menores que otras comunidades autónomas. Pero la psicosis está ahí, creciendo poco a poco sin que nos demos cuenta, alentada, además, por unos medios de comunicación que en principio fueron útiles para facilitar las búsquedas, pero que ya están rozando el amarillismo en algunas ocasiones.

Y también está quemada por el drama de la inmigración ilegal, complejo porque no tiene solución local, ni siquiera nacional. Para muchos, la respuesta más fácil es evitar que los cayucos arriben a nuestras costas y se vayan a otro lado. Pero eso no frenará las oleadas ni evitará las muertes. La solución real es conseguir que África sea un lugar cuyos habitantes deseen vivir en él. Para eso haría falta un pacto internacional e invertir en esos países sin esquilmarlos, permitiendo el desarrollo de las economías locales y, por extensión, de la sociedad y las infraestructuras básicas. Como ese pacto no es económicamente conveniente para las multinacionales, es fácil deducir que este drama nunca va a tener fin.

Las islas están igualmente quemadas por su clase política. Dan igual los partidos y las ideologías, al final, seguimos en una sociedad caciquil en la que los mismos apellidos se repiten de un cargo a otro. Además, nuestros servidores públicos cada vez están más implicados en causas judiciales y controlados por los intereses empresariales. Puede que en el esto del país la situación sea igualmente caótica y deprimente, pero aquí se nota más, ya que nuestros políticos están caracterizados por una zafiedad en las formas y en los discursos que están logrando lo que, quizá, realmente persiguen: que el pueblo se preocupe menos de la cosa pública, y así se les deje a ellos cancha libre para sus desmanes.

Canarias está quemada, y ya no la apagaría ni un diluvio universal.


(Foto: Incendio de Gran Canaria, por Borja Suárez para el periódico Canarias 7)

02 agosto 2007


Soy culpable de crímenes contra el cine

Si existiera un delito para mí, sería ese. Pues solamente de ese modo se puede describir mi inenarrable conducta de esta semana: justo un día después de las muertes de Ingmar Bergman y Mighelangelo Antonioni, fui al cine a ver Transformers. Culpable.


Y no por la película en sí. Siempre seré defensor a ultranza del cine de Ciencia Ficción y de género y, si bien es cierto que una cinta basada en unos juguetes a priori no da buenas vibraciones, en las manos adecuadas podría haber sido, al menos, interesante o divertida. Por desgracia, en esta ocasión el director al mando es Michael Bay.

Hace años, tras ver Armaggedon, me juré a mí mismo que jamás volvería a ver nada perpetrado por este señor. Y lo cumplí: ni vi Pearl Harbour, ni Dos Policías Rebeldes 2 ni La isla. Mi honor, hasta la fecha, estuvo a salvo, pero la posibilidad de ver una película de robots gigantes dándose de leches pudo más que mi autocontrol. “Además”, pensé para auto justificarme, “si la produce Spielberg, no puede ser tan mala”. Craso error.

El problema básico es que da igual que la película vaya de androides alienígenas, asteroides que chocan contra la Tierra, asaltos terroristas o policías graciositos: si la dirige Bay, siempre es la misma película, con un obsceno patrioterismo y una ridícula exhibición de armamento y honor militar (en serio, estoy por pensar que Bay realmente quería ser marine pero no lo dejaron entrar en la academia).


Lo peor no son esas cuestiones ideológicas, sino que el hombre no sabe empalmar dos planos seguidos. Para mi, Bay representa cómo no se debe dirigir una película. Su abuso de primeros planos, banda sonora enfática, cámaras lentas que no vienen a cuento o imágenes en continuo movimiento acaban por enervar, más que emocionar.


En sus escenas de acción no se ve un carajo, de tanto bamboleo que mete el hombre, y el público nunca tiene una idea clara del espacio en el que se desarrolla, dado el montaje atropellado. ¡Y eso es un gran problema, si tenemos en cuenta que el tipo hace películas de acción!

En suma, una peli de robots gigantes dándose de leches, producida por Spielberg, podría haberse convertido en una buena muestra de cine de entretenimiento. En su lugar, lo que tenemos es la última película de Michael Bay. Eso sí, ahora de verdad: ¡nunca más!

(Foto: Optimus Prime, el bueno de esta película tan mala)

23 julio 2007


No me toquen la corona

Lo que ha ocurrido con El Jueves ha pillado a todo el mundo por sorpresa. Que a estas alturas de la película se monte tal follón por tan poca cosa resulta tan insólito como alarmante. La revista lleva décadas publicando chistes sobre la Casa Real tanto o más bestias que el de las famosa portada, sin que hasta la fecha hubiera sucedido nada. De ahí la extrañeza por el hecho de que, sin saber muy bien por qué, el juez Del Olmo se haya erigido en un paladín de la corona que ríete tú del Cid de Charlton Heston.

Lo que se echa de menos es el aluvión de muestras públicas de solidaridad con los humoristas que, en principio, suponía que se iban a producir como reacción a la posible querella contra ellos (porque la cosa no es para broma: si el caso prospera, les toca cárcel). ¿Dónde están todos esos inflamados defensores de la libertad de expresión que tanto defendieron al dibujante danés que realizó aquellas infaustas caricaturas sobre Mahoma? Sí, sí, aquellos que tanto decían que la libertad de expresión en las democracias occidentales estaba por encima de credos, creencias y demás zarandajas. ¿Qué pasa aquí: con Mahoma si nos podemos meter pero a los Borbones hay que dejarlos quietitos? ¡Qué fácil resulta convertirse en un adalid de las libertades cuando la polémica arrecia más allá de la frontera!

En mi modesta opinión, este suceso es un atropello contra la libertad de expresión. Lo peor es escuchar a algunos que intentan justificar la acción judicial aludiendo a la grosería del chiste. Porque el dibujo es verdaderamente zafio pero, ¿qué pasa, que ahora las leyes se dedican a salvaguardar las buenas maneras y a defender la fina ironía frente al humor de trazo grueso? ¿Acaso si el chiste hubiera puesto en duda a la monarquía de una manera más elegante no se habría producido el follón? ¿Qué ha motivado el proceder del juez: que el dibujo mostrara a sus majestades haciendo uso del matrimonio, o que el texto aludiera a su peculiar estatus laboral?

Me temo que es por lo primero, y es que aquí vamos de liberales y nos metemos mucho con el puritanismo de los estadounidenses, pero en el fondo somos iguales. Si exactamente el mismo texto del chiste lo hubieran escrito en un dibujo con los dos personajes vestidos y sentados en un sofá, probablemente no se habría montado el lío y la viñeta habría pasado sin pena ni gloria. Y fíjense que yo, particularmente, creo que lo verdaderamente salado del chiste está en el texto, no en su ilustración…

(Imagen: Comunicado publicado en la web de El Jueves propósito de todo este embrollo)
¡El búho ha vuelto!

Han sido unos cuantos meses en silencio, por razones de lo más variadas: una mudanza, exceso de trabajo, falta de conexión a Internet. Pero finalmente, este blog vuelve a abrir, y esperamos que con más regularidad que en sus últimos tiempos.