Dios pierde un dedo
La tormenta tropical Delta pasó por Canarias dejando tras de sí siete fallecidos e incalculables pérdidas materiales. Una de ellas tiene gran significación simbólica: el Dedo de Dios, hermoso roque que se erguía en la costa de Agaete (Gran Canaria), ha perdido a causa del fuerte viento su parte superior, aquella gracias a la cual había sido bautizado con tan peculiar nombre.
La naturaleza caprichosa, unida al ingenio popular, crea en ocasiones símbolos que calan hondo en la gente. El Dedo de Dios era uno de ellos. Objetivamente hablando, no era más que una roca en medio del mar, que en ocasiones se mimetizaba con la pared pétrea de fodo. Pero se había convertido en una imagen querida del pueblo que lo acogía, y por extensión, de toda la isla.
Ya se habla de posibles obras para evitar que se pierda la memoria de este accidente natural. Particularmente, creo que sería mejor dejarlo así, como recordatorio de la fuerza de la naturaleza, ya que su nueva condición de vestigio de lo que fue tiene una inequívoca fuerza romántica: igual que nos emociona la ruina del templo romano o la estatua griega sin brazos, la roca quebrada será para generaciones venideras un acicate que azuzará su imaginación y nostalgia.
Supongo que a la larga algún artista local con aspiraciones de eternidad realizará alguna intervención "paisajística" sobre los restos del roque. Ya el pintor Pepe Dámaso ha manifestado en la radio su lamento por la roca perdida; no me extrañaría que fuera él el elegido para una obra que sin duda dará que hablar.
Mientras, a mí me quedará el recuerdo de cuando era niño y mis padres me llevaban a comer los domingos pescadito a Agaete, y visitar el Dedo de Diós era una cita ineludible. Nunca pensé que me llegaría a sentir triste por una roca.
(FOTO: El roque antes y después de la tormenta)
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