12 mayo 2008

¿La justicia es ciega… o simplemente imbecil?

Lo pregunto para intentar racionalizar el esperpento que está sucediendo con Julián Muñoz y sus 40 ladrones. Se llenaron ilícitamente los bolsillos a base de ladrillazos por toda la costa andaluza y, como si esto fuera una peli americana de esas en las que ganan los buenos, los trincaron bien trincados. ¿Final feliz? Parece ser que no, ya que el fiscal de turno debía tener las defensas bajas la semana pasada, y en lugar de meterles el preceptivo puro, hizo un trato por el cual se archivarán las aproximadamente 100 causas judiciales pendientes (no una, ni dos…) a cambio de que los acusados cumplan tres años de condena.

Desconozco las razones que han motivado este acuerdo (espero que no haya sido porque un familiar de Robert Duvall le haya hecho a nadie una oferta que no pudiera rechazar), pero lo que está claro es que resulta claramente insultante para la gente decente que un elemento como el señor Pantojo se vaya de rositas con apenas tres años de cárcel y diez de inhabilitación para cargo público.

Lo peor es que cuando este “señor” cumpla su “condena”, será libre para sacar de las Islas Caimán, Liechtenstein, Suiza o donde sea que lo haya metido, todo el dinero que se mamó a costa de los marbellíes. Así da gusto cumplir tres o los años que sean.
Con casos como este, es lógico que el ciudadano medio piense que, como mínimo, la justicia no funciona, y como máximo, que es corrompible y sobornable.

Otra percepción que existe es la del doble rasero que se aplica: la gente con pasta, llámense Muñóz o llámense Albertos, se libra gracias a maniobras legales que ríete tú del triple carpado mortal hacia atrás de los saltos de trampolín. En cambio, como a un pobre currante le pille Hacienda haciendo mal las retenciones, no nos libra ni Perry Mason.


A este paso, los muchachotes de Coslada van a salir libres y con una medalla al valor, otra por los servicios prestados, y tres pagas extras.

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