Además de Poledouris, otro héroe del II Congreso Internacional de Música de Cine de Úbeda fue John Debney, lo cual para mí fue una sorpresa. Antes del evento, pensaba que tendría la típica actitud de divo hollywoodense, ya que aún estaban cercanas las mieles de su nominación al oscar por La pasión de Cristo.
Además, nunca ha sido un compositor que me atrajera especialmente: a pesar de que domina la orquesta, es versátil y sabe coordinarse con las imágenes, siempre me ha parecido algo falto de personalidad. (me costaría identificar un “estilo Debney”). Con todo, es un gran profesional, y tras poder escucharlo y ver cómo trabajaba, no puedo evitar tener algo de mala conciencia por haberlo considerado de una manera tan fría estos años.
En ocasiones conocer de cerca de un creador produce decepciones, ya que descubres que alguien que admiras es un capullo. En este caso (y en de John Frizzell) me ha pasado lo contrario: alguien cuya obra no me atraía especialmente ha suscitado mi interés tras comprobar su talla personal (y no me refiero a la altura).
Su charla, como no podía ser menos, trató sobre La pasión de Cristo, su partitura más importante hasta la fecha. Este proyecto le ha granjeado a Debney muchos elogios, el CD ha sido un éxito de ventas y el propio compositor ha preparado una sinfonía basada en su partitura para el cine. Particularmente, siempre me ha parecido un trabajo algo epatante, con fragmentos algo cansinos y otros muy pomposos, aunque reconozco que el tema de la resurrección es maravilloso y que hace un brillante uso de la voz solista femenina, interpretada por Lisbeth Scott, quien también estuvo presente en Úbeda.
Debney inició su ponencia hablando de sus orígenes: además de formación musical, estudió arte dramático y durante un tiempo se planteó seriamente ser actor. Dentro de la música, su aspiración inicial era ser una “rock star”, pero como no creyó que los “pantalones de cuero apretados” le favorecieran, acabó recalando en la música de cine.
Para La Pasión, el compositor asignado era James Horner, que en el último momento se retiró del proyecto. Uno de los productores era amigo de Debney, y lo llamó pidiéndole ayuda, ya que tenían serios problemas para ponerle música a la película. Tras ver un copión, se sintió impactado que solicitó ser él el compositor. Unos días más tarde, Mel Gibson se personó en su estudio; en ese momento de la charla Debney hizo gala de sus habilidades como histrión: “Hago una imitación de Mel muy buena”, dijo, para personificar a continuación a la estrella australiana; no podría afirmar que la voz estaba lograda, pero la gestualidad estaba clavada.
Mel Gibson no tenía nada claro lo que quería para la música de la película, pero estaba claro que no deseaba una partitura de cine tradicional, basada en una serie de temas que se varían a lo largo del metraje. Al parecer, su idea era que se compusiera escena por escena, como si se trataran de cuadros independientes.
Debney indicó que para este trabajo hizo acopio de todos los instrumentos exóticos que pudo, procurando además que pertenecieran a varias culturas (citó La India, China y Oriente Medio), con la idea de lograr un sonido “global” que representara a todo el mundo, y que dejara implícito que aunque la historia de Jesús sucede en un momento y un lugar concretos, realmente concierne a toda la humanidad.
Otra curiosidad es que la orquesta sinfónica no se llega a escuchar al completo hasta la mitad de la cinta, en el momento en el que Jesús le dice a Pedro que a lo largo de la noche su discípulo lo negará tres veces. Según Debney, cuando la orquesta entra en ese punto tiene una fuerza especial, ya que de alguna manera pilla desprevenido al espectador.
Uno de los puntos fuertes de la partitura era, como se dijo, la voz solista. Debney recuerda que recurrió a ella porque un asunto que le quitaba el sueño durante la composición fue la ausencia de un tema principal. Viniendo la cinta, se dio cuenta de que toda la historia está narrada desde el punto de vista de María, y que reduciéndolo todo a la mínima expresión, la película es el relato de una madre. Debney recuerda que una de las escenas que más recuerda la audiencia es el flash back en el que María reconforta a un Jesús aún niño que acaba de caerse. Para ese momento a Debney se le ocurrió una canción con una letra sencilla: “No llores/ si caes/ mis brazos te recogerán/ si caes”.
El compositor pensó en seguida que la voz adecuada para cantarla era la de su amiga Lisbeth Scott. La llamó y le dejó un mensaje en su buzón de voz en el cual le cantó la pieza. Al poco tiempo ella respondió afirmativamente a la llamada, y a los pocos días se encontraba con la orquesta grabando el tema. Según Debney, lo logró a la primera toma. Cuando puso la escena a Gibson con la música, éste lloró y solamente acertó a decir, mirando a la pantalla: “Esa mujer... la voz de esa mujer…”. Al final, el tema suena tres veces a lo largo de la película: “Ahí tienen la trinidad, aunque no fue algo buscado”. La scott, por cierto, se ha convertido en una especilista en bandas sonoras, pues tras este proyecto, también se la ha podido oir en Las crónicas de Narnia, de Harry Gregson-Williams y Munich, de John Williams.
Durante el turno de preguntas, se le preguntó a Debney por las partituras propias que más le gustaban. Su respuesta fue sorprendente, pues a las que todo el mundo esperaba (La isla de las cabezas cortadas, La pasión, Dragonfly y La maldición de las brujas) añadió Princesa por sorpresa. Al parecer, la escribió con su madre recién fallecida, y se la dedicó a ella.
También recordó divertido su trabajo para El rey escorpión, ya que en él tuvo que sufrir una de esas “geniales” ideas que de vez en cuando tiene en Hollywood: ya que el protagonista era el atleta de lucha libre The Rock, a los productores no se les ocurrió otra cosa que pedir una partitura de Rock… ¡a pesar de que la historia sucede 3.500 años en el pasado!
Debney se ganó a los asistentes con su ponencia y también a lo largo del congreso, pues no dudaba en firmar discos y hacerse fotos en todo momento, a pesar de que estuviera cansado y recién salido de un ensayo. No es d eextrañar que el comentario general fuera: “Este Debney es un caballero”. Como colofón, al finalizar el evento el domingo, aceptó ser presidente de honor del congreso de 2007, por lo que volverá a Úbeda. Y nos puso a los asistentes los dientes largos cuando dijo: “El año que viene os vais a enterar”. ¿Qué planeará?
(Foto: En un momento fan-fatal, servidor con Mr. Debney)
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