07 enero 2006

Dejen los sables en la vaina (o cómo hacer la Pascua en la Pascua militar)

Los militares en España tienen mala fama y, francamente (no va con segundas), la historia da razones sobradas para ello. Con la llegada de la democracia, el estamento castrense se ha domesticado y lavado su imagen a base de moderación, profesionalización y participar en misiones humanitarias (vaaale, no contamos la guerra de Irak...). Pero sucede cada cierto tiempo que tras una racha de meses en los que los militares logran hacernos creer que de verdad de la buena son leales a la democracia, va uno y la caga.

El día de la Pascua Militar (6 de enero), al teniente general del Ejército de Tierra y general jefe de la Fuerza Terrestre, José Mena Aguado, se le ocurrió armarla en Sevilla amenazando con echar los tanques a la calle si la cosa esa del estatuto catalán seguía tramitándose en los términos actuales. A Mena le faltaban dos o tres meses para jubilarse y pasar a la reserva, así que esto podria considerarse como un leve calentón, en plan "como me quedan dos afeitadas en el cargo, me voy a despachar a gusto".

Pero hete aquí que, cosas del corporativismo, uno de sus compis de caqui, el presidente de la Asociación de Militares Españoles, José Conde Monge, le ha mostrado su apoyo, y hoy, 7 de enero, entre otras lindezas, ha llamado "mediocre" al presidente Rodríguez Zapatero. Lo más divertido es que Monge considera que la medida del ministro de Defensa, José Bono, de penar al díscolo teniente general con ocho días de arresto domiciliario y su cese del cargo, es "meterse en berenjenales que no le corresponden". Y digo yo, si cortarle los cataplines (metafóricos) a un militar que amenaza con un golpe de estado no es competencia del Ministerio de Defensa, ¿a quién corresponde entonces, al pato Donald o al perrito piloto?

Por supuesto, el PP, haciendo una vez más gala de su particular estrategia de oposición, se ha sumado a las consecuentes y lógicas condenas políticas a la burrada de Mena, pero a su manera: con la boca chica y mensajes pretendidamente sutiles y subliminares que en la práctica convierten a Regina DoSantos en un paradigma de la contención. En este caso, el secretario de Comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, consideró que, dado el contexto actual (o sea, lo del estatuto), "es inevitable que se produzcan pronunciamientos de todo tipo”.

Vamos a ver: de todas las palabras que pudo haber elegido para referise a la soflama golpista de Mena (comentario, opinión, locución, palabras, discurso, tontería supina e inaceptable, diatriba, disertación...), tuvo que elegir "pronunciamineto". Para quien no lo recuerde de Historia de 3ª de B.U.P. (o lo que corresponda en LOGSE), el pronunciamiento militar fue uno de los pasatiempos favoritos de los militares españoles del siglo XIX. En el XX hubo menos, pero joder con la guerra que dieron el General Primo de Rivera y el otro, el calvo gangoso de Ferrol (y no nos olvidemos de Tejero).

Luego el PP se queja de que los llamen "fachas", pero con desafortunadas declaraciones como las de Elorriaga, se pudiera elucubrar que en el hipotético caso de que se produjera un cuartelazo, algunos de los muchachos de Aznar (porque seamos honestos, Rajoy es un cero a la izquierda... o a la derecha, en este caso), no perderían el sueño. Pero eso es sólo una elucubración. Tengo curiosidad morbosa por oir qué dicen en la COPE del asunto, pero como no quiero agarrarme cabreos innecesarios, mejor me pongo a ver Salsa Rosa, que es igual de malo pero más inocuo para los nervios.

Por si acaso, que Bono, ZP o, si llega el caso, Alfonso Guerra (el arma secreta del PSOE), se agarren los machos y pongan orden en las filas, que se ve que hay algunos sables inquietos. Por experiencia personal me consta que los jóvenes militares de la actualidad son defensores y creyentes en las bondades democráticas, pero basta con que un generalcillo se desmande para que aquí se arme una buena. Y no es plan.

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