El Aula de Cine de la Universidad de La Laguna, a la cual me honra pertenecer, dedica la semana del 16 al 20 de enero un ciclo dedicado a la comedia absurda. Exhibiremos Sopa de ganso de los hermanos Marx (bajo la dirección inspirada de Leo McCarey), El dormilón de Woody Allen, Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda, Sillas de montar calientes, de Mel Brooks, y Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores, de los Monty Python. En un soberbio gesto que auna vanidad y vagancia a partes iguales, corto y pego el texto que he elaborado para el programa de mano de la última película citada. Allá va:
"Con esta película, el grupo de humor Monty Python inició su andadura cinematográfica tras haber revolucionado la televisión británica con su programa Monty Python Flying Circus. En ella se aprecian las características principales de su estilo de humor: referencias culturales más o menos sofisticadas, irreverencia y cierta mofa hacia las figuras autoritarias, apuntes escatológicos y gores y elementos absurdos, como la mezcla de personajes de dos épocas históricas diferentes o toques metalingüísticos en los que los personajes son conscientes de estar dentro de una ficción.
La irreverencia está patente ya desde el propio asunto del film: que unos británicos parodien algo tan arraigado en su cultura como son los mitos artúricos es más atrevido de lo que parece. En España, por ejemplo, a nadie se le ha ocurrido todavía hacer una comedia en la que pongan en evidencia al Quijote. (Por cierto, menos mal que pasó ya el puñetero centenario, menudo tostón nos han dado. Lástima que en el 2006 nos vayan a dar la vara también con Mozart y Picasso…)
Técnicamente, la película hace gala de una gran imaginación para superar las evidentes carencias presupuestarias: ya son míticos los gags a propósito de las peculiares monturas que utilizan los caballeros (que no es más que un modo de ahorrarse unas libritas en caballos), y se emplea con frecuencia la animación limitada (creada por Terry Gilliam, al igual que hiciera en el programa de televisión del grupo), con el fin de sustituir decorados o efectos especiales costosos, como el dragón.
Aún así, la ambientación resulta bastante verosímil. Frente a las habituales visiones de los mitos artúricos pulcras y coloristas como la insoportablemente estática Los caballeros del Rey Arturo de Richard Thorpe (1953), el medioevo según los Monty Python es sucio, agreste y violento, y a pesar de tratarse de una comedia, no se escamotean las mutilaciones y muertes sangrientas (ese Lancelot desbocado interpretado por John Cleese o la célebre mutilación del Caballero Negro).
La comicidad de la película se basa en que el núcleo principal de personajes, con un estoico y bastante logrado Rey Arturo interpretado por Graham Chapman a la cabeza, actúa totalmente en serio, sin exageraciones ni sobreactuaciones. Es todo lo que les circunda lo que resulta absurdo y desternillante.
El guión puede presumir de conocer bien el material original, en especial los romances de Chretién de Troyes, que a finales del siglo XII resumió parte de los mitos artúricos en obras como El cuento del Grial o El caballero de la carreta , y cuyo estilo retórico y galante parece imitar el narrador en off del film. Aún así, es un libreto algo deslavazado y con poca cohesión narrativa: la cinta es realmente un conjunto de gags más o menos afortunados unidos mediante una leve trama.
El hecho de que se trate de una comedia absurda en la que la narración se rompe con elementos extradiegéticos (como las aportaciones del historiador), distrae la atención de esa carencia en la escritura. La película posterior del grupo, La vida de Brian, lograba una trama más uniforme, pero en sus siguientes cintas optaron directamente por el formato de film de scketches, lo cual se adaptaba mejor a la naturaleza del grupo pero, paradójicamente, dio como resultado obras inferiores (El sentido de la vida). Pero esa es la única pega que se le puede poner a una cinta que logra una risa por minuto. O dos."
"Con esta película, el grupo de humor Monty Python inició su andadura cinematográfica tras haber revolucionado la televisión británica con su programa Monty Python Flying Circus. En ella se aprecian las características principales de su estilo de humor: referencias culturales más o menos sofisticadas, irreverencia y cierta mofa hacia las figuras autoritarias, apuntes escatológicos y gores y elementos absurdos, como la mezcla de personajes de dos épocas históricas diferentes o toques metalingüísticos en los que los personajes son conscientes de estar dentro de una ficción.
La irreverencia está patente ya desde el propio asunto del film: que unos británicos parodien algo tan arraigado en su cultura como son los mitos artúricos es más atrevido de lo que parece. En España, por ejemplo, a nadie se le ha ocurrido todavía hacer una comedia en la que pongan en evidencia al Quijote. (Por cierto, menos mal que pasó ya el puñetero centenario, menudo tostón nos han dado. Lástima que en el 2006 nos vayan a dar la vara también con Mozart y Picasso…)
Técnicamente, la película hace gala de una gran imaginación para superar las evidentes carencias presupuestarias: ya son míticos los gags a propósito de las peculiares monturas que utilizan los caballeros (que no es más que un modo de ahorrarse unas libritas en caballos), y se emplea con frecuencia la animación limitada (creada por Terry Gilliam, al igual que hiciera en el programa de televisión del grupo), con el fin de sustituir decorados o efectos especiales costosos, como el dragón.
Aún así, la ambientación resulta bastante verosímil. Frente a las habituales visiones de los mitos artúricos pulcras y coloristas como la insoportablemente estática Los caballeros del Rey Arturo de Richard Thorpe (1953), el medioevo según los Monty Python es sucio, agreste y violento, y a pesar de tratarse de una comedia, no se escamotean las mutilaciones y muertes sangrientas (ese Lancelot desbocado interpretado por John Cleese o la célebre mutilación del Caballero Negro).
La comicidad de la película se basa en que el núcleo principal de personajes, con un estoico y bastante logrado Rey Arturo interpretado por Graham Chapman a la cabeza, actúa totalmente en serio, sin exageraciones ni sobreactuaciones. Es todo lo que les circunda lo que resulta absurdo y desternillante.
El guión puede presumir de conocer bien el material original, en especial los romances de Chretién de Troyes, que a finales del siglo XII resumió parte de los mitos artúricos en obras como El cuento del Grial o El caballero de la carreta , y cuyo estilo retórico y galante parece imitar el narrador en off del film. Aún así, es un libreto algo deslavazado y con poca cohesión narrativa: la cinta es realmente un conjunto de gags más o menos afortunados unidos mediante una leve trama.
El hecho de que se trate de una comedia absurda en la que la narración se rompe con elementos extradiegéticos (como las aportaciones del historiador), distrae la atención de esa carencia en la escritura. La película posterior del grupo, La vida de Brian, lograba una trama más uniforme, pero en sus siguientes cintas optaron directamente por el formato de film de scketches, lo cual se adaptaba mejor a la naturaleza del grupo pero, paradójicamente, dio como resultado obras inferiores (El sentido de la vida). Pero esa es la única pega que se le puede poner a una cinta que logra una risa por minuto. O dos."
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