26 marzo 2008

Se nos fue el Azcona


La muerte de Rafael Azcona deja al cine español (y al europeo, y al mundial) sin uno de sus mejores guionistas. Y es una pérdida especialmente dura para nuestra cinematografía, que si bien puede presumir de excelentes actores, no puede decir lo mismo de sus escritores.

En España abundan dos tipos de guión. El primero es el que se limita a coger dos o tres estereotipos, un par de situaciones, cuatro chistes de tetas y culos y con eso arman una película (me refiero a esa finísima filmografía de comedia que tiene a Santiago Segura como principal exponente).Luego está el estilo barroco-cultureta, ese tipo de guión con cierto tufo pedantón en el cual los personajes hablan y hablan y hablan y siguen hablando. A veces hasta dicen cosas interesantes, pero para cuando eso llega, el espectador ya se ha dormido.

Azcona, como el resto de buenos guionista, lograba siempre situarse en el punto medio: no obviaba alguna grosería si era necesaria para la trama (y a veces lo son, no vamos a ponernos ahora finos), y si algún personaje debía ponerse excelente, le escribía su frase. Pero nunca sonaba a falso. No voy ahora a citar ejemplos concretos de su genio; baste recordar su extensa filmografía: en ella se cuentan algunas de las obras maestras del cine español. Y otras películas excelentes. También hay bodrios, por supuesto, pero lo que no se puede negar es que le señor Azcona era un currante y no iba a estar siempre inspirado.

Resulta difícil valorar en su justa medida la labor del guionista. ¿Cómo saber si durante el rodaje se han improvisado otras frases? ¿Si se han cortado escenas? ¿O si se ha alterado el montaje, variando así la estructura narrativa definida por el escritor? Azcona, en ese sentido, siempre tuvo claro que él era una pieza más de un gran engranaje (una muy importante) pero que, al final, la película era del director. Es un rasgo de modestia que, además, evidencia aún más de su genio: el escritor se adaptaba a las necesidades de cada cineasta, y no escribía igual para Berlanga que para Ferreri, Trueba o Cuerda.

Aún así, hay determinados rasgos en muchas de sus guiones que se repiten, y que permiten hablar de un estilo propio: su sarcasmo; su apego la realidad (que no al realismo); su visión desencantada de la humanidad, pero en la que dejaba siempre algún resquicio a la esperanza; y, sobre todo, su rechazo al melodrama chusco: en sus historias podía haber tragedia, pero nunca expresada con ñoñería ni sentimentalismos baratos. Por eso parece hasta de mal gusto ponerse triste por su muerte o dedicarle un texto como este: seguramente a él no le gustaría.

El caso es que si nos dedicáramos a perder el tiempo en hacer una lista verdaderamente coherente y racional de las diez personas más importantes del cine español, Rafael Azcona entrabe en ella sin muchas dudas. Aunque, conociendo su famosa modestia y timidez, a lo mejor no querría entrar en esa lista..

Pues lo dicho: el cine español ha perdido a uno de sus grandes… y tiene más bien poquitos.

Foto: Azcona entre la gente, casi un resumen de su estilo. (Uly Martín para El País)

No hay comentarios: