14 abril 2006


75 años

Hoy 14 de abril no es sólo Viernes Santo. Es el 75 aniversario de la proclamación de la Segunda República Española, aunque me temo que la festividad religiosa impedirá que la onomástica tenga la difusión que merece.

Se suele hablar de la Segunda República como de un experimento fallido. Tras años de monarquía ensombrecida por el caciquismo, unas elecciones municipales dieron la victoria a los partidos republicanos en las grandes ciudades (aunque cuantitativamente los monárquicos sacaron más votos, sobre todo en las zonas rurales). Alfonso XIII interpretó (correctamente) que esa falta de apoyo en las capitales ponía en duda su legitimidad, y decidió exiliarse, permitiendo así la proclamación del nuevo sistema de gobierno.

Los años siguientes fueron azarosos e inestables: los sectores de la derecha tradicional no pusieron las cosas fáciles, y el propio bando republicano estaba dividido internamente. Prueba de ello es que durante los cinco años que duró en paz (no cuento los tres años de Guerra Civil en los que, técnicamente, todavía estaba vigente), hubo más presidentes del gobierno que en lo que llevamos de democracia tras el franquismo.

Pero por errática y desorganizada que fuera, eso nunca podrá justificar el alzamiento de Franco, el cual, por cierto, aún muchos añoran y prefieren no condenar en voz alta. Ya lo dije hace poco, pero lo repito: quiero oír a la cúpula del PP calificar claramente y sin rodeos el Franquismo como "dictadura" o "criminal", y que cese ya la veneración hacia personajes como Manuel Fraga, antiguo ministro del tenebroso caudillo. De paso, tampoco estaría mal que se eliminaran de una vez todos los símbolos de aquel régimen que, en forma de nombres de calles, monumentos ecuestres e incluso placas en las viviendas de protección oficial, nos recuerdan aquellos oscuros tiempos.

No caeré en la demagogia de pintar la Segunda República como una era idílica, pues la inestabilidad social y económicas fueron evidentes y la corrupción política, una lacra. Pero creo honestamente que si se la hubiera dejado proseguir, poco a poco se habrían ido corrigiendo esos fallos del sistema pues el pueblo soberano sería cada vez más exigente con sus gobernantes. Si aquellos errores se pudieron dar, fue en parte por la inexperiencia democrática de los españoles y lo sorpresivo de la proclamación de la república. Con un poco de tiempo, se habría normalizado la política y afianzado el sistema judicial garante de la estabilidad.

Pero tampoco se pueden negar los avances que supuso: la noción de que existía por primera vez una igualdad real entre los ciudadanos, la lucha contra el caciquismo, la separación entre Iglesia y Estado, el voto de la mujer, reformas educativas que buscaban la instrucción igualitaria del pueblo (algo que perseguiría posteriormente el Franquismo) y, sobre todo, una Constitución más moderna y acorde con el nuevo siglo.

Como sistema de gobierno la república no es perfecta, pero desde luego que es el menos malo de los existentes. La aristocracia es un anacronismo que sigue vigente en nuestro país, y se ha colado en el inconsciente: aunque parezca increíble, hay personas que aún se creen que los miembros de la nobleza son mejores que nosotros. Es mala suerte que el último Borbón haya resultado ser un tipo tan simpático, pues pone difícil toda crítica hacia su figura institucional. Personalmente, no tengo nada contra el ciudadano Juan Carlos, pero me molesta mucho verlo en las monedas de un euro.

En todo caso, espero que si no yo, mis nietos puedan vivir una tercera República española, la definitiva. Si pudiera elegir, me gustaría que fuera totalmente nueva. Es decir, que no repitiera el himno de Riego ni la bandera tricolor como símbolos, ya que, por mucho aprecio que les tenga, creo que son elementos demasiado arraigados con un pasado doloroso. Reinvocarlos sería despertar fantasmas indeseados, por lo que pienso que una nueva república, para una España diferente con unas ideas más avanzadas, se merece configurar su propia identidad, libre de ataduras del pasado.
(FOTO: Proclamación de la Segunda República en Madrid)

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