17 julio 2010

Fimucité resiste la crisis


La semana pasada pudimos disfrutar en Tenerife de la cuarta edición del Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife (Fimucité). Esta entrada será más larga de lo habitual, pues pretende hacer un balance de todo lo acontecido, aunque procuraré no hacerla más exhaustivo de la cuenta. No seré del todo objetivo porque he colaborado en las actividades paralelas, pero creo que no miento si digo que el resultado ha sido muy satisfactorio, y más si tenemos en cuenta varios factores que jugaban en su contra:

1-la idea del festival en sí misma, ya que el ámbito de las bandas sonoras es desconocido para el gran público, por lo que tiene algo de quijotesco organizar un evento de este género aquí, en el culo del mundo… y sin embargo, funciona.

2-La copa del mundo de fútbol, que obviamente restó público a las conferencias y actividades; por suerte, ninguno de los conciertos principales coincidió con los partidos de la selección española. Pero fue una “sombra” que planeó por el festival (incluso Nancy Knutsen, representante de ASCAP que presentaba uno de los conciertos, no pudo evitar la tentación de gritar “¡viva la roja!” durante su intervención. En fin…)

3-La crisis económica, que se cebó con el festival hasta reducir su presupuesto a la décima parte que el de la edición anterior, tal y como reveló el director de Fimucité, Diego Navarro, en el acto de apertura. De este modo, si todo pudo salir adelante, fue gracias al trabajo desinteresado e ilusionado del equipo del festival, que curró de lo lindo sin ver un céntimo, todo por lograr que Fimucité 4 fuera una realidad y, sobre todo, que mantuviera sus cotas de calidad a pesar de los pesares.

El libro
Uno de los hitos de Fimucité es que desde su segunda edición edita un libro sobre el asunto en torno al cual se organiza el festival. En esta ocasión, se trata de La conexión Williams-Spielberg, en el que se da cuenta de la fecunda relación laboral entre dos cineastas geniales. De nuevo, peco de falta de objetividad ya que firmo los capítulos dedicados a la saga de Indiana Jones, pero, honestamente, creo que es una lectura recomendable, no sólo por el interés del asunto, sino porque la diversidad de autores, cada uno con su estilo particular, hacen que la obra sea muy diversa y amena. Todos ellos han (hemos) escrito desde la pasión que sentimos por el compositor, aunque sin dejarnos llevar por la pulsión fan-fatal, e intentado ser divulgativos y rigurosos.

Este año se ha hecho cargo de los trabajos de edición y distribución Ilarion ediciones, una compañía que, pese a ser pequeña y modesta, ha elaborado un producto editorial técnicamente intachable (con tapa dura y todo, gracias a la cual la portada de Carlos Miranda luce todavía mejor) y, sobre todo, que ya está a la venta en librerías (aquí tienen enlaces para adquirirlo on line en La Isla y la mismísima Fnac).

Carles Cases y Lucio Godoy
El mismo miércoles que España eliminaba a Alemania en semifinales, tuve el honor de moderar una mesa redonda con dos de los compositores invitados al evento, Carles Cases y Lucio Godoy. Evidentemente, no vino nadie, lo cual es una lástima ya que (a pesar de que yo estaba particularmente espeso esa tarde) los invitados ofrecieron unas intervenciones a la altura de lo que se esperaba de dos profesionales con su dilatada trayectoria en el cine español y gran versatilidad, puesto que han compuesto prácticamente para cintas de todos los géneros.

Cases relató cómo pasó de trabajar como arreglista de cantantes de la nova canço catalana, especialmente Lluis Llach, a músico de cine. Fue una decisión meditada, pero arriesgada, pues él mismo confiesa que no tenía contactos en la industria cinematográfica. Durante dos años se preparo concienzudamente, escuchando a unos cuantos músicos del mundillo para dominar el estilo, y lo pasó mal económicamente, ya que durante ese tiempo de aprendizaje no tuvo ingresos.

Godoy, por su parte, tuvo más clara esa dedicación al mundo audiovisual, pues llegó a prepararse específicamente para ello en sus años de formación. Su iniciación en el mundo del cine fue, sin embargo, en el ámbito de la producción musical para compositores como Alberto Iglesias y Alejandro Amenábar. Durante la presentación le comenté que probablemente estaría algo cansado de que le preguntaran siempre por su relación con el director de Tesis, a lo que contestó “No, en absoluto” con una sonrisa de franca resignación que me persuadió para no volver a tocar ese asunto.

Resultó especialmente curiosa la explicación que Cases realizó sobre su inusual método de trabajo: frente a la tendencia habitual a escribir para pasajes concretos una vez concluida la cinta, el catalán compone inspirándose en el guión, y produce y graba una gran cantidad de música (llegó a hablar de tres horas). Luego, junto al director, selecciona los fragmentos que más se ajustan a la escena. En un momento dado, afirmó que en ocasiones la imagen le llega a molestar, de ahí que opte por esa peculiar técnica.

Godoy, por su parte, comentó que normalmente no le resulta especialmente inspirador visitar el lugar de rodaje de la película en la que trabaja, si bien ha habido alguna excepción: durante la preparación de Intacto, el director Juan Carlos Fresnadillo le preguntó si había estado en El Teide, una de las localizaciones de la cinta. El compositor contestó que no, a lo que el realizado apuntó que quizá debería. El músico confiesa que visitar ese paisaje tan peculiar le ayudó a dar con el tono de la música.

Bruno Coulais y Bear McCreary
No pude asistir a las conferencias que ofrecieron estos dos compositores por separado, pero sí a la mesa redonda conjunta que ofrecieron el jueves. El americano se mostraba muy expansivo y simpático (quizá porque esa misma mañana había recibido una nominación a los Emmy por la música de la cabecera de la serie Escudo humano), mientras que Coulais se notaba más retraído, aunque sumamente cortés.

La intervención de McCreary se centró en su música para Battlestar Galactica, gracias a la cual ha logrado unas estupendas críticas por su acercamiento poco convencional a un género tan musicalmente estereotipado como es la space opera. Curiosamente, el propio músico confesó que esa aproximación fue sugerencia de los productores, quienes, si bien no le dijeron qué querían exactamente, sí le dejaron muy claro que no deseaban una partitura sinfónica a lo Star Trek o Star Wars.

Al principio, esta limitación asustó a McCreary, pero luego se dio cuenta que el lenguaje sinfónico era sólo uno de los muchos que podía emplear, por lo que acabó creando esa particular mezcla ce rock y música étnica tan característica de la serie. Además, a medida que avanzaba el show y los productores confiaban más en él, fue introduciendo cada vez más elementos sinfónicos, de tal modo que en el último capítulo se puede escuchar a una orquesta prácticamente completa.

Por su parte, Coulais habló bastante de su relación con Henry Selick, director de Los mundos de Coraline, con quien ya está colaborando en un nuevo proyecto. Según cuenta, el rodaje más lento de cintas de animación como esta puede ser ventajoso para le compositor, ya que permite adelantar trabajo: relató que de muchas secuencias tenía alguna música preparada antes de su filmación, puesto que el director le pasaba bocetos que le permitían hacerse una idea muy clara del resultado final.

Alabó la claridad de este director, puesto que sabía comunicar muy bien qué quería en cada momento: divertido, Coulais reflexionó que avanzó más con Selick trabajando en Portland y él en París, que en otras ocasiones en las que se ve con los directores franceses en persona, y acaban hablando de todo menos de la película.

Los conciertos
El plato fuerte del festival es, como no podía ser de otra forma, el apartado musical. Y, como es ya habitual en Fimucité, éste fue de auténtico lujo. Las formaciones encargadas de la interpretación (la Orquesta Sinfónica de Tenerife, el Tenerife Film Choir y la Tenerife Film Ensemble) sonaron primorosamente y ofrecieron unas versiones muy ajustadas. Esto que digo debería ser una obviedad y lo mínimo exigible a un concierto, pero por experiencia, sé que si hay unas músicas especialmente vilipendiadas y sufridoras de interpretaciones chapuceras, arreglos que deforman el original y demás horrores sonoros, estas son las bandas sonoras. Por ello, es de agradecer la pulcritud en este apartado.

La noche del cine español
El jueves los tres representantes del cine español ofrecieron una deliciosa velada en el Teatro Leal con sus bandas sonoras. Inicialmente, esta noche la iba a protagonizar el americano Carter Burwell, quien por motivos de salud canceló su visita a Tenerife a dos semanas del festival, por lo que en pocas horas se tuvo que encontrar un reemplazo. Y, siendo algo maliciosos, creo que salimos ganando con el cambio, pues dudo mucho que la excelente, pero pausada música de Burwell nos hubiera transmitido la fuerza, energía y brillantez de un pletórico Carles Cases, protagonista absoluto de la noche.

Sus interpretaciones al piano fueron prodigiosas, y su música para películas del director Ventura Pons como Morir (o no), Anita no pierde el tren o Amigo/ Amado, sorprendentes por la amplitud de registros (en alguna pieza, Cases pasaba de un estilo Barroco al jazz como si tal cosa). Es cierto que, de algún modo, el músico “hizo trampas” porque presentó en el escenario arreglos especiales para salas de concierto, y no las piezas tal cual fueron concebidas para la pantalla. Pero la experiencia puramente musical fue inigualable.

Lucio Godoy ofreció un concierto igualmente variado, con unas piezas quizás menos preciosistas. En una de las amenas introducciones que realizaba de cada tema, recordaba al público que estas composiciones habían sido concebidas para complementar la imagen, y que incluso a él escuchar su propia música sin el apoyo visual a veces le daba la sensación de que “faltaba algo”. Aún así, el bandoneón de Los lunes al sol, y el chotis y el pasodoble de Manolito Gafotas fueron excelentes, y el público se lo pasó pipa siguiendo el ritmo de Cara de queso (cinta aún sin estrenar en España) con las palmas. Como colofón el propio Godoy se atrevió a cantar una pieza de esta última cinta, como él dijo, “a lo Chet Baker”.

Eva Gancedo fue la encargada de abrir la noche con apenas quince minutos de música, y la recepción que tuvo fue más bien fría. Creo que el concierto no le hizo justicia a su obra, y chocó con las expectativas de un público que acudió al Teatro Leal con la idea de asistir a un espectáculo muy animado, y se encontró con la intimista y severa música de esta compositora. Con todo, la belleza de su trabajo para La Reina Isabel en persona es evidente, y fue un placer poder escucharla en directo.
Entre océanos y estrellas
He de reconocer que el concierto por el que tenía más interés era el del viernes 9 de julio en el Auditorio de Tenerife, puesto que creo que Bruno Coulais es uno de los compositores más elegantes y creativos que se mueven actualmente por el panorama internacional y, por otro lado, soy un fan irredento de Battlestar Galactica, por lo que tenía curiosidad por escuchar esta versión para sala de conciertos, que amplía la sonoridad original de la serie.

Y Coulais no defraudó: quien haya escuchado su música para documentales, ya conocerá de sobra lo maravillosa que pueden sonar las melodías de este francés, su variedad rítmica, su ejemplar utilización de la voz humana y su particular lirismo que, por fortuna, nunca llega a la cursilería. Su concierto rozó lo estremecedor en Les massacres del film Océanos, un tema solemne y triste para ilustrar las matanzas de cetáceos en el mar que, fiel a la elegancia del músico, nunca llega a sonar exagerado pese a que el tema se prestaba a ello.

La parte de Battlestar Galactica arrancó los mayores aplausos de la noche, a pesar de que, siendo objetivos, a Bear McCreary le queda mucho para alcanzar la finura de Bruno Coulais. Al ser una serie de televisión, el músico no tuvo muchas oportunidades para componer temas largos, por lo aprovechó esta ocasión para, a partir de cada una de las melodías principales de la serie, arreglar piezas de cuatro o cinco minutos.

El resultado fue a veces exagerado, ya que todas las canciones terminaban con un clímax in crescendo espectacular. Y claro, a la quinta o sexta apoteosis uno acaba cansado. Con todo, hay que reconocer que el resultado fue impresionante, y que este joven compositor ha logrado algo que muchos músicos sueñan: que con apenas tres acordes de su música, uno ya reconozca a qué film o serie pertenece; y es que basta escuchar un tambor taiko y un duduk para imaginarse la imponente silueta de la nave Galactica surcando el espacio…

De todos modos, para mí la estrella oculta de la noche fue uno de los miembros de la banda de McCreary: el mismísimo Steve Bartek, ex componente de Oingo Boingo y orquestador oficial de Danny Elfman, que participaba como guitarrista.

Williams y North
El concierto de gala final estuvo protagonizado por la música de dos grades maestros: Alex North y John Williams, bajo la batuta de Diego Navarro dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Tenerife. Como ya dije, todo sonó estupendamente bien, lo cual es meritorio ya que la música de North, llena de cambios de ritmo y pasajes disonantes, puede ser bastante compleja, al igual de algunos pasajes de Williams.

He de decir que el programa me pareció muy descompensado, ya que quizá sonó poco North y mucho Williams; desconozco porqué el programa dedicado al compositor de Un tranvía llamado deseo duró tan poco, ya que cuado uno ya había “afinado” el oído a las peculiares sonoridades del compositor, el concierto ya había terminado. Pero sólo por poder escuchar los dos temas de Espartaco, tanto su épico y trágico tema principal, como su hipnótico tema de amor, ya mereció la pena el concierto.

Mi relación con Williams es particular: me encanta su música, creo que tiene decenas de obras maestras, pero el pobre está tan choteado en conciertos populares y discos recopilatorios que la perspectiva de escuchar de nuevo Parque Jurásico, la Raider’s March de Indiana Jones o Superman e resultaba agotadora. Evidentemente, ese “tedio intelectual” se pasa nada más escucharlas, porque son temas incuestionables. Pero agradecí mucho que en el programa también hubiera piezas menos conocidas, como Amistad (impresionante las voces adultas e infantiles combinadas, que arrancaron una de las mayores ovaciones de la noche), Munich, o la muy divertida marcha de 1941.

Las galas de Fimucite acostumbran a deparar alguna sorpresa. Y si el año pasado fueron los excelentes clips del grupo cómico El Supositorio parodiando la saga Alien, en esta ocasión fue la visita del mismísimo Darth Vader y un séquito de stormtroopers, que aparecieron en el auditorio mientras la orquesta interpretaba una de las “propinas” del concierto, la Marcha imperial de El imperio contraataca. Un momentazo decididamente friki que yo, particularmente, agradecí.

Si quieren más información sobre el evento, Juan Ángel Sáiz realizó una excelente cobertura día a día en su blog Scoremúsica, y me consta que en breve Manuel Díaz Noda, responsable de las actividades paralelas del festival y uno de los coordinadores del libro del festival, hará lo propio en el suyo, Adivina quién viene al cine.

Por mi parte, si has llegado al final de este tocho, siento mucho haber contribuido al aumento de tu miopía. ¡Nos vemos en Fimucite 5 el año que viene!

2 comentarios:

Trepamuros dijo...

Bah, unas dioptrías más ya ni se notan.

Muy conciencudo y elaborado el post. Es evidente que pertenecer al evento te permite serlo porque conoces los entresijos del Festival.

Tienes razón en que la música de McCreary se solapó bastante en varias ocasiones, de hecho hubo veces en las que la Sinfónica quedada oculta tras el ensordecedor "ruido" de la "banda" de McCreary. No obstante uno, aunque friki moderado, acaba perdonando estos fallos. Jejeje.

No fue justo para Coulais que los mayores aplausos fueran para Bear, pero yo mismo reconozco que estaba claro que muchos fuimos por la segunda parte del concierto. Sin embargo la música de Bruno me pareció genial, cuesta pensar que sea para documentales por lo cuidado de los temas. Me llevé una pequeña decepción, puesto que pensé que habría a lo mejor algún tema de Coraline como sorpresa, no me hubiera importado escuchar los créditos, ideal para el lucimiento del coro también.

También es cierto que la música de Williams es tan famosa que la interpretan casi en cualquier sitio. Yo hasta tenía en su época una cinta con temas suyos interpretados por alguna orquesta de "baja calidad", comprada en una gasolinera. Ahí es nada. Pero es una verdadera gozada escuchar en directo sus obras, aún cuando sean las más reconocibles como Superman o Star Wars, pero sobretodo la de Parque Jurásico, Hook, Encuentros en la 3ª Fase, etc. o las ya mencionadas por tí como Amistad o 1941, las cuales nunca había escuchado en directo.

Yo en mi blog también hice mis post sobre los dos últimos conciertos, aunque siempre desde la perspectiva del espectador, puesto que no soy un entendido, profesional ni nada parecido. Reconozco que el año pasado me salieron post más "profesionales" y este año algo con más desgana. El estado de ánimo afecta, supongo.

Un saludo.

Trepamuros dijo...

Bueno, un post más profesional y lleno de detalles, algo lógico si estás dentro del Festival. Uno se hace los suyos como mero espectador y aún así no está exento de no ser del todo objetivo, llevado siempre por la emoción del conjunto.

Cosas como lo del concierto de Coulais y McCreary son ciertas. No es justo para el primero, pero muchos fuimos realmente interesados por la segunda parte del concierto. Pero la música de Coulais me encantó, cuesta pensar que sean para documentales porque están muy cuidadas las piezas. También me quedó la pena de no escuchar nada de Coraline, aunque fuese en plan regalo adicional.

A mí el año pasado me quedó un post más "profesional" y este año algo menos elaborado, un poco más visceral. Supongo que es la ventaja de ser un simple espectador, amante de las bandas sonoras y medianamente friki. Jejeje.

Un saludo.