“Juno” y el cine independiente
Uno de los debates más estériles y aburridos (pero por desgracia más frecuentes) dentro de la comunidad cinéfila, es el de “cine comercial versus cine independiente”. En general, los culturetas mantienen la postura de que todo lo proveniente del impío Hollywood es basura infumable, mientras que en el cine de autor americano reside la verdadera creatividad, el riesgo y todo lo demás.
Admito que la producción de los grandes estudios, en un 90% de las ocasiones, es basura centrada en el público juvenil descerebrado. Pero eso no quita que, esos mismos estudios, nos hayan ofrecido grandes títulos. Por otro lado, el cine independiente americano (que normalmente distribuyen las grandes compañías, así que lo de independiente hay que ponerlo entre ocho comillas) tiene grandes películas, pero también tremendos bodrios que pocos se atreven a criticar so pena de parecer incultos e ignorantes.
Esa clase de debates y afirmaciones reduccionistas se produce en otros ámbitos: cuántas veces habré oído eso de “yo sólo veo pelis americanas”, o “yo no veo cine español”, o “a mí sólo me interesa el cine de terror” o “el cine oriental es el mejor de todos”, etc. Al espectador le debería dar igual el origen de la cinta que ve: truños y obras maestras se producen en todos lados y bajo todos los sistemas, por lo que desechar un espectro de la producción y glorificar a otro lo único que provoca, en mi modesta opinión, es que los prejuicios impidan ver obras notables y ensalcen otras que no lo son tanto. La dieta del cinéfilo debe ser variada y omnívora (toma frase pedante).
El tópico señala que el cine de los grandes estudios es irreal y complaciente, que no se arriesga cuando aborda asuntos de actualidad, y que, en suma, ofrece una visión edulcorada de las cosas. Por el contrario, el cine independiente supuestamente posee una mirada áspera, veraz y arriesgada sobre la realidad. Si eso es cierto, ¿cómo se explica entonces la existencia de una cinta como “Juno”?
Se ha pregonado a los cuatro vientos que la película que protagoniza la carismática Ellen Page es independiente, y por ello ha causado sensación. Pero al salir del cine, me pregunté dónde está esa visión áspera, ese compromiso con la realidad, porque lo cierto es que la cinta es bastante inverosímil y, desde luego, tan edulcorada como cualquier comedieta made in Hollywood.
El punto de partida parece arriesgado: las peripecias de una madre adolescente. Pero ahí se terminó todo el dilema, porque resulta que la protagonista tiene unos progenitores que se toman la cuestión con mucha naturalidad, no tarda ni una escena en encontrar los padres adoptivos adecuados, tiene un novio todo comprensión que la apoya en todo y una mejor amiga supermaja que también la ayuda. Consciente de la falta de conflicto de la trama, la guionista introduce en el último tercio un amago de relación entre Juno y el padre adoptivo, pero el dilema es finiquitado a las dos escenas. En suma, es una película donde el buenrrollismo campa a sus anchas, y que no entra a saco en el problema del embarazo juvenil, sino que ofrece un escenario totalmente inverosímil del mismo.
Apuesto mi sueldo a que si la misma película, en lugar de llevar el sello de “independiente”, estuviera lanzada por un gran estudio, muchos de los que se deshacen en halagos hacia, estarían poniéndola verde aduciendo que es la típica comedia que se aleja de los problemas cotidianos y ofrece una versión color de rosa de la vida.
“Juno” me ha gustado, aunque sin echar campanas al vuelo. Los actores están bien en líneas generales, sin que ninguno destaque sobre el resto (si acaso Jennifer Gardner, la madre adoptiva, está un poco exagerada en su perpetuo rictus de preocupación/ilusión). Además, consigue que salgas del cine con el optimismo subido, y con tanto drama que hay en la vida y en las pantallas, de vez en cuando apetece ver una comedia como esta, en la que quizás no te partes de risa, pero sales relajado.
Por ello, auguro que ganará chorrocientos de Oscars, que su joven protagonista se convertirá en la estrella juvenil del momento, y que dentro de un año no nos acordaremos de ella. Más o menos lo que pasó con “Full Monty”, otra de estas cintas de autor que demuestran que en el cine independiente también se puede ser irrealmente optimista.
(Foto: Ellen Page y Michael Cera, los protagonistas)
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