Tras el estreno de esta cinta, la más cara de la historia del cine español, se ha producido una de esas situaciones de polarización entre el gusto del público y el de la crítica. Así, en foros sobre cine, los "anónimos" espectadores tienden, en general, a despotricar contra la cinta dirigida por Agustín Díaz Yánez, mientras que la prensa la alaba sin reservas.
No es que quiera ir de salomónico por la vida, pero en este caso no creo que ninguno de los extremos sea acertado. Alatriste no es una obra maestra y tiene algunos problemas serios, pero tampoco es ese bodrio que se clama a los cuatro vientos. Me inclino a pensar que es una buena película, que se quedó a las puertas de ser una auténtica maravilla.
Alatriste tiene un reparto ajustado casi al 100%. El "casi" viene por dos cuestiones: Blanca Portillo y la voz de Viggo Mortensen. Puede que a Díaz Yánez la idea de que el inquisidor Bocanegra lo interprete una actriz le parezca atrevida, pero por mucho que se empeñe la esforzada actriz, nunca convence de que es un hombre, sino una mujer disfrazada de manera algo ridícula (lo cual es un problemón, porque se supone que es un personaje que debe meter miedo). Para colmo, su voz es muy femenina, así que no veo qué hace una actriz casi siempre excelente interpretando un papel que cualquier actor de mediana edad podría haber sacado adelante sin mucho esfuerzo.
En cuanto a Viggo Mortensen, hay que decir que sui interpretación es espectacular: tiene el porte, la actitud y la mirada de Alatriste. Además, su imagen con esa capa enrollada y ese sombrero raído es desde ya todo un icono, lo cual es algo sorprendente en una cinematografía como la hispana, cuya naturaleza eminentemente verborréica es poco dada a la creación de imágenes con pregnancia. Pero su acento a veces delata su origen extranjero. Es cierto que una vez metidos en la historia, casi no nos damos cuenta de que Viggo, más que interpretar sus líneas, las farfulla. Pero de vez en cuando suelta una sílaba más brusca de lo normal que, por lo menos a mí, me saca durante unos instantes de la película. Aún así, hay que decir que Mortensen tiene mejor dicción que alguno de sus compañeros de reparto, muy españoles ellos. Así que una cosa compensa a la otra.
El resto del elenco está seleccionado, sobre todo, en función del físico. Quizá conscientes de que no había tiempo para desarrollar bien a tanto personaje, se ha optado por actores que puedan incorporar al primer vistazo los elementos esenciales de la personalidad de cada uno: así, Eduard Fernandez y Antonio Dechent, los camaradas de Alatriste, transmien que son hombres duros, primarios y con mucho sufrimiento detrás; Eduardo Noriega tiene un físico de niño bonito idóneo para hacer de Grande de España, mientras que Enrico LoVerso aporta todo el misterio que exige su Malatesta. Quizá Unax Ugalde, el pupilo del protagonista, tenga un físico demasiado contemporáneo para el papel, aunque el actor hace un trabajo notable.
En cuanto a las féminas, aportan unas interpretaciones correctas, sin grandes alardes pero sin grandes defecto. La peluca de Aridana Gil chirría un poquito, y choca ver el desnudo gratuito de Elena Anaya (que por lo demás tiene un cuerpo precioso). Esta claro que si en una película española no enseñan una teta, no es española d everdad… Por cierto, me da que el señor Pérez Reverte tiene un ramalazo misógino o alguna señora le hizo algo en el pasado, pues ambas mujeres resultan ser unas seductoras traicioneras, y a una encima la castiga encerrándola en un hospital para sifilíticas.
El punto fuerte de la película es la atmósfera creada gracias a la conjunción de una fotografía, decorados y vestuarios perfectos. El cámara Paco Femenía se inspira en Velázquez, Ribera y Caravaggio pero sin llegar al esteticismo vacuo. Y la dirección artística de Benjamín Fernández logra superar un escollo atávico del cine español: que los actores parecen disfrazados y los decorados canten a cartón piedra. Aquí todo respira verismo, e incluso se emplea el vestuario para algo más que el mero atavío de los actores: por ejemplo, cuando los españoles reciben a los embajadores ingleses, éstos aparecen vestidos con coloridas galas, mientras que los hispanos van de riguroso negro. Con esa confrontación de vestuarios se dice mucho acerca del carácter de ambos imperios sin necesidad de que nadie hable.
La película debería llamarse Alatriste: historia de un soldado, pues esta es la verdadera naturaleza de la película, ilustrar la perra vida de un soldado cuyo valor es malpagado y cuya vida es un cúmulo de desdichas, unas buscadas por su propio estilo de vida pendenciero, pero otras simplemente fruto de las desigualdades sociales de la época. Un punto a favor del film es que no hay ni buenos ni malos, aunque el espectador, por deformación, tienda a hacer esas asociaciones.
El propio Alatriste es un asesino a sueldo, un auténtico cabrón que no duda en asesinar a sus camaradas para lograr cumplir un encargo. Es el protagonista, y aunque su valentía está más que demostrada, no merece el calificativo de héroe, sino el de superviviente. Es interesante el personaje de Malatesta, ya que de alguna manera es otro Alatriste, un espejo en el que el protagonista se refleja. Es su enemigo y es cruel, pero no es moralmente inferior. De hecho, el gesto final del personaje denota que el propio italiano, a pesar de su antagonismo, reconoce a Alatriste como un igual.
Otro aspecto interesante es el retrato de la guerra que se hace en el film: sin brillantez, sin heroismo, algo asqueroso y hediondo. El director no se corta la ahora de mostrar la sangre, para dejar claro que las batallas del siglo XVII eran algo feo y virulento. Al igual que los duelos a espada: frente a las circenses coreografías de otras cintas, aquí son cortos y expeditivos.
Los críticos entusiastas han abrazado el mensaje y el espíritu de la cinta sin reservas, lo cual les ha permitido disculpar algunos errores que, sin ser garrafales, quizá podrían haberse corregido y así contar con un mejor film. El primero de ellos es tanto de montaje como de guión: la cinta quiere contar tantas cosas y acerca de tanta gente, que muchas veces avanza a saltos no muy bien hilvanados. Abundan los personajes que apenas vemos en dos escenas y sin embargo resultan ser muy importantes par los otros personajes, pero no para un espectador que si apenas ha tenido tiempo de asimilarlos, menos aún de empatizar con ellos.
Da la sensación de estar presenciando uno de esos montajes que hacen a partir de una serie de televisión más larga, que al reducirse para la gran pantalla queda cojo por todos los lados. Así que en este punto, la cosa es bien sencilla: o depuraban el guión aún más, quitando toda la paja posible y centrándose solamente en un núcleo de personajes más reducido, pero más desarrollado, o bien alargaban el metraje de la cinta, y ampliaban un poco más todas esas pariciones que con el montaje actual se quedan cortas. El problema es que la cinta, con dos horas y veinte de duración, ya es de por sí larga, por lo que aumentar aún más su metraje podría ser una locura desde el punto de vista comercial.
Otro fallo (que en mi opinión es menor y se le ha dado más importandcia de la que merece) es que, a pesar del amplio presupuesto con el que se ha contado, hay escenas de batalla que denotan cierta pobreza de medios. La carga final se supone que es multitudinaria, pero apenas acertamos a ver a cincuenta extras amontonados. Otra escena, la batalla nocturna en el galeón, adolece de la falta de un plano o dos desde el exterior que demuestre que efectivamente es un barco en el mar… y no un decorado (que es lo que parece en el film). Quizá en estas escenas, una mínima inversión en efectos especiales podría haber ayudado.
Creo que el marketing de la cinta ha tenido mucho que ver en el desprecio del aficionado medio: en la prensa se nos ha anunciado a bombo y platillo que esta es la película de los 24 millones de euros del cine español, y que su reparto, presidido por una estrella internacional, lo conforman algunos de los nombres más interesantes del panorama nacional. Y claro, toda esa idea de lujo se desvanece cuando vemos que la cinta es sucia, desesperanzadora, oscura y para nada glamourosa.
Por otra parte, en los trailers se ha hecho hincapié en las escenas de duelos y batallas, que haberlas haylas, pero no son ni mucho menos lo más importante del film. Así, el espectador medio ha ido al cine a ver algo que le anunciaban como lo último en aventuras de capa y espada, y se encuentra con un pesimista retrato del siglo XVII español en plena decadencia. Quien busque diversión palomitera va a llevarse un buen chasco y a salir muy deprimido del cine, pues es una cinta muy, muy triste. Lo cual no quiere decir que sea mala: precisamente su acierto es saber transmitir ese aire crepuscular y decadente a toda la historia.
En suma, si se hubiera vendido Alatriste como lo que es (un drama de época tenebrista, violento, realista pero con un punto épico/ romántico), y no como El señor de los anillos 4, a lo mejor muchos de esos espectadores furibundos no se habrían sentido decepcionados. En este sentido, hay que tirarles de las orejas a los publicistas de la cinta, ya que han dado información engañosa. Vale… es verdad: todos los trailers la dan. Pero no sé hasta que punto ha sido contraproducente: con su campaña resaltando la épica y el glamour, lograron que se llenaran los cines la primera semana… pero están fomentando que el boca a boca mate lentamente una cinta que, recordemos, necesita ser un bombazo para ser rentable.
(Foto: Noriega y Mortensen dialogan animadamente)
No es que quiera ir de salomónico por la vida, pero en este caso no creo que ninguno de los extremos sea acertado. Alatriste no es una obra maestra y tiene algunos problemas serios, pero tampoco es ese bodrio que se clama a los cuatro vientos. Me inclino a pensar que es una buena película, que se quedó a las puertas de ser una auténtica maravilla.
Alatriste tiene un reparto ajustado casi al 100%. El "casi" viene por dos cuestiones: Blanca Portillo y la voz de Viggo Mortensen. Puede que a Díaz Yánez la idea de que el inquisidor Bocanegra lo interprete una actriz le parezca atrevida, pero por mucho que se empeñe la esforzada actriz, nunca convence de que es un hombre, sino una mujer disfrazada de manera algo ridícula (lo cual es un problemón, porque se supone que es un personaje que debe meter miedo). Para colmo, su voz es muy femenina, así que no veo qué hace una actriz casi siempre excelente interpretando un papel que cualquier actor de mediana edad podría haber sacado adelante sin mucho esfuerzo.
En cuanto a Viggo Mortensen, hay que decir que sui interpretación es espectacular: tiene el porte, la actitud y la mirada de Alatriste. Además, su imagen con esa capa enrollada y ese sombrero raído es desde ya todo un icono, lo cual es algo sorprendente en una cinematografía como la hispana, cuya naturaleza eminentemente verborréica es poco dada a la creación de imágenes con pregnancia. Pero su acento a veces delata su origen extranjero. Es cierto que una vez metidos en la historia, casi no nos damos cuenta de que Viggo, más que interpretar sus líneas, las farfulla. Pero de vez en cuando suelta una sílaba más brusca de lo normal que, por lo menos a mí, me saca durante unos instantes de la película. Aún así, hay que decir que Mortensen tiene mejor dicción que alguno de sus compañeros de reparto, muy españoles ellos. Así que una cosa compensa a la otra.
El resto del elenco está seleccionado, sobre todo, en función del físico. Quizá conscientes de que no había tiempo para desarrollar bien a tanto personaje, se ha optado por actores que puedan incorporar al primer vistazo los elementos esenciales de la personalidad de cada uno: así, Eduard Fernandez y Antonio Dechent, los camaradas de Alatriste, transmien que son hombres duros, primarios y con mucho sufrimiento detrás; Eduardo Noriega tiene un físico de niño bonito idóneo para hacer de Grande de España, mientras que Enrico LoVerso aporta todo el misterio que exige su Malatesta. Quizá Unax Ugalde, el pupilo del protagonista, tenga un físico demasiado contemporáneo para el papel, aunque el actor hace un trabajo notable.
En cuanto a las féminas, aportan unas interpretaciones correctas, sin grandes alardes pero sin grandes defecto. La peluca de Aridana Gil chirría un poquito, y choca ver el desnudo gratuito de Elena Anaya (que por lo demás tiene un cuerpo precioso). Esta claro que si en una película española no enseñan una teta, no es española d everdad… Por cierto, me da que el señor Pérez Reverte tiene un ramalazo misógino o alguna señora le hizo algo en el pasado, pues ambas mujeres resultan ser unas seductoras traicioneras, y a una encima la castiga encerrándola en un hospital para sifilíticas.
El punto fuerte de la película es la atmósfera creada gracias a la conjunción de una fotografía, decorados y vestuarios perfectos. El cámara Paco Femenía se inspira en Velázquez, Ribera y Caravaggio pero sin llegar al esteticismo vacuo. Y la dirección artística de Benjamín Fernández logra superar un escollo atávico del cine español: que los actores parecen disfrazados y los decorados canten a cartón piedra. Aquí todo respira verismo, e incluso se emplea el vestuario para algo más que el mero atavío de los actores: por ejemplo, cuando los españoles reciben a los embajadores ingleses, éstos aparecen vestidos con coloridas galas, mientras que los hispanos van de riguroso negro. Con esa confrontación de vestuarios se dice mucho acerca del carácter de ambos imperios sin necesidad de que nadie hable.
La película debería llamarse Alatriste: historia de un soldado, pues esta es la verdadera naturaleza de la película, ilustrar la perra vida de un soldado cuyo valor es malpagado y cuya vida es un cúmulo de desdichas, unas buscadas por su propio estilo de vida pendenciero, pero otras simplemente fruto de las desigualdades sociales de la época. Un punto a favor del film es que no hay ni buenos ni malos, aunque el espectador, por deformación, tienda a hacer esas asociaciones.
El propio Alatriste es un asesino a sueldo, un auténtico cabrón que no duda en asesinar a sus camaradas para lograr cumplir un encargo. Es el protagonista, y aunque su valentía está más que demostrada, no merece el calificativo de héroe, sino el de superviviente. Es interesante el personaje de Malatesta, ya que de alguna manera es otro Alatriste, un espejo en el que el protagonista se refleja. Es su enemigo y es cruel, pero no es moralmente inferior. De hecho, el gesto final del personaje denota que el propio italiano, a pesar de su antagonismo, reconoce a Alatriste como un igual.
Otro aspecto interesante es el retrato de la guerra que se hace en el film: sin brillantez, sin heroismo, algo asqueroso y hediondo. El director no se corta la ahora de mostrar la sangre, para dejar claro que las batallas del siglo XVII eran algo feo y virulento. Al igual que los duelos a espada: frente a las circenses coreografías de otras cintas, aquí son cortos y expeditivos.
Los críticos entusiastas han abrazado el mensaje y el espíritu de la cinta sin reservas, lo cual les ha permitido disculpar algunos errores que, sin ser garrafales, quizá podrían haberse corregido y así contar con un mejor film. El primero de ellos es tanto de montaje como de guión: la cinta quiere contar tantas cosas y acerca de tanta gente, que muchas veces avanza a saltos no muy bien hilvanados. Abundan los personajes que apenas vemos en dos escenas y sin embargo resultan ser muy importantes par los otros personajes, pero no para un espectador que si apenas ha tenido tiempo de asimilarlos, menos aún de empatizar con ellos.
Da la sensación de estar presenciando uno de esos montajes que hacen a partir de una serie de televisión más larga, que al reducirse para la gran pantalla queda cojo por todos los lados. Así que en este punto, la cosa es bien sencilla: o depuraban el guión aún más, quitando toda la paja posible y centrándose solamente en un núcleo de personajes más reducido, pero más desarrollado, o bien alargaban el metraje de la cinta, y ampliaban un poco más todas esas pariciones que con el montaje actual se quedan cortas. El problema es que la cinta, con dos horas y veinte de duración, ya es de por sí larga, por lo que aumentar aún más su metraje podría ser una locura desde el punto de vista comercial.
Otro fallo (que en mi opinión es menor y se le ha dado más importandcia de la que merece) es que, a pesar del amplio presupuesto con el que se ha contado, hay escenas de batalla que denotan cierta pobreza de medios. La carga final se supone que es multitudinaria, pero apenas acertamos a ver a cincuenta extras amontonados. Otra escena, la batalla nocturna en el galeón, adolece de la falta de un plano o dos desde el exterior que demuestre que efectivamente es un barco en el mar… y no un decorado (que es lo que parece en el film). Quizá en estas escenas, una mínima inversión en efectos especiales podría haber ayudado.
Creo que el marketing de la cinta ha tenido mucho que ver en el desprecio del aficionado medio: en la prensa se nos ha anunciado a bombo y platillo que esta es la película de los 24 millones de euros del cine español, y que su reparto, presidido por una estrella internacional, lo conforman algunos de los nombres más interesantes del panorama nacional. Y claro, toda esa idea de lujo se desvanece cuando vemos que la cinta es sucia, desesperanzadora, oscura y para nada glamourosa.
Por otra parte, en los trailers se ha hecho hincapié en las escenas de duelos y batallas, que haberlas haylas, pero no son ni mucho menos lo más importante del film. Así, el espectador medio ha ido al cine a ver algo que le anunciaban como lo último en aventuras de capa y espada, y se encuentra con un pesimista retrato del siglo XVII español en plena decadencia. Quien busque diversión palomitera va a llevarse un buen chasco y a salir muy deprimido del cine, pues es una cinta muy, muy triste. Lo cual no quiere decir que sea mala: precisamente su acierto es saber transmitir ese aire crepuscular y decadente a toda la historia.
En suma, si se hubiera vendido Alatriste como lo que es (un drama de época tenebrista, violento, realista pero con un punto épico/ romántico), y no como El señor de los anillos 4, a lo mejor muchos de esos espectadores furibundos no se habrían sentido decepcionados. En este sentido, hay que tirarles de las orejas a los publicistas de la cinta, ya que han dado información engañosa. Vale… es verdad: todos los trailers la dan. Pero no sé hasta que punto ha sido contraproducente: con su campaña resaltando la épica y el glamour, lograron que se llenaran los cines la primera semana… pero están fomentando que el boca a boca mate lentamente una cinta que, recordemos, necesita ser un bombazo para ser rentable.
(Foto: Noriega y Mortensen dialogan animadamente)
No hay comentarios:
Publicar un comentario