No me toquen la corona
Lo que ha ocurrido con El Jueves ha pillado a todo el mundo por sorpresa. Que a estas alturas de la película se monte tal follón por tan poca cosa resulta tan insólito como alarmante. La revista lleva décadas publicando chistes sobre la Casa Real tanto o más bestias que el de las famosa portada, sin que hasta la fecha hubiera sucedido nada. De ahí la extrañeza por el hecho de que, sin saber muy bien por qué, el juez Del Olmo se haya erigido en un paladín de la corona que ríete tú del Cid de Charlton Heston.
Lo que se echa de menos es el aluvión de muestras públicas de solidaridad con los humoristas que, en principio, suponía que se iban a producir como reacción a la posible querella contra ellos (porque la cosa no es para broma: si el caso prospera, les toca cárcel). ¿Dónde están todos esos inflamados defensores de la libertad de expresión que tanto defendieron al dibujante danés que realizó aquellas infaustas caricaturas sobre Mahoma? Sí, sí, aquellos que tanto decían que la libertad de expresión en las democracias occidentales estaba por encima de credos, creencias y demás zarandajas. ¿Qué pasa aquí: con Mahoma si nos podemos meter pero a los Borbones hay que dejarlos quietitos? ¡Qué fácil resulta convertirse en un adalid de las libertades cuando la polémica arrecia más allá de la frontera!
En mi modesta opinión, este suceso es un atropello contra la libertad de expresión. Lo peor es escuchar a algunos que intentan justificar la acción judicial aludiendo a la grosería del chiste. Porque el dibujo es verdaderamente zafio pero, ¿qué pasa, que ahora las leyes se dedican a salvaguardar las buenas maneras y a defender la fina ironía frente al humor de trazo grueso? ¿Acaso si el chiste hubiera puesto en duda a la monarquía de una manera más elegante no se habría producido el follón? ¿Qué ha motivado el proceder del juez: que el dibujo mostrara a sus majestades haciendo uso del matrimonio, o que el texto aludiera a su peculiar estatus laboral?
Me temo que es por lo primero, y es que aquí vamos de liberales y nos metemos mucho con el puritanismo de los estadounidenses, pero en el fondo somos iguales. Si exactamente el mismo texto del chiste lo hubieran escrito en un dibujo con los dos personajes vestidos y sentados en un sofá, probablemente no se habría montado el lío y la viñeta habría pasado sin pena ni gloria. Y fíjense que yo, particularmente, creo que lo verdaderamente salado del chiste está en el texto, no en su ilustración…
(Imagen: Comunicado publicado en la web de El Jueves propósito de todo este embrollo)
Lo que ha ocurrido con El Jueves ha pillado a todo el mundo por sorpresa. Que a estas alturas de la película se monte tal follón por tan poca cosa resulta tan insólito como alarmante. La revista lleva décadas publicando chistes sobre la Casa Real tanto o más bestias que el de las famosa portada, sin que hasta la fecha hubiera sucedido nada. De ahí la extrañeza por el hecho de que, sin saber muy bien por qué, el juez Del Olmo se haya erigido en un paladín de la corona que ríete tú del Cid de Charlton Heston.
Lo que se echa de menos es el aluvión de muestras públicas de solidaridad con los humoristas que, en principio, suponía que se iban a producir como reacción a la posible querella contra ellos (porque la cosa no es para broma: si el caso prospera, les toca cárcel). ¿Dónde están todos esos inflamados defensores de la libertad de expresión que tanto defendieron al dibujante danés que realizó aquellas infaustas caricaturas sobre Mahoma? Sí, sí, aquellos que tanto decían que la libertad de expresión en las democracias occidentales estaba por encima de credos, creencias y demás zarandajas. ¿Qué pasa aquí: con Mahoma si nos podemos meter pero a los Borbones hay que dejarlos quietitos? ¡Qué fácil resulta convertirse en un adalid de las libertades cuando la polémica arrecia más allá de la frontera!
En mi modesta opinión, este suceso es un atropello contra la libertad de expresión. Lo peor es escuchar a algunos que intentan justificar la acción judicial aludiendo a la grosería del chiste. Porque el dibujo es verdaderamente zafio pero, ¿qué pasa, que ahora las leyes se dedican a salvaguardar las buenas maneras y a defender la fina ironía frente al humor de trazo grueso? ¿Acaso si el chiste hubiera puesto en duda a la monarquía de una manera más elegante no se habría producido el follón? ¿Qué ha motivado el proceder del juez: que el dibujo mostrara a sus majestades haciendo uso del matrimonio, o que el texto aludiera a su peculiar estatus laboral?
Me temo que es por lo primero, y es que aquí vamos de liberales y nos metemos mucho con el puritanismo de los estadounidenses, pero en el fondo somos iguales. Si exactamente el mismo texto del chiste lo hubieran escrito en un dibujo con los dos personajes vestidos y sentados en un sofá, probablemente no se habría montado el lío y la viñeta habría pasado sin pena ni gloria. Y fíjense que yo, particularmente, creo que lo verdaderamente salado del chiste está en el texto, no en su ilustración…
1 comentario:
Esa família disfruta por ley del status de "máximo" respeto, ( proceden de la estirpe de los dioses y su autoridad tiene orígenes divínos... ) , esa circunstancia y la secular apatía-cobardía de esta sociedad a la hora de defender al hermano pueden ser las causas de la pasividad del mundo del periodísmo y de la intelectualidad en general.
Publicar un comentario