La cosa suena chocante, si no fuera porque en Canarias ya tenemos precedentes igualmente absurdos de teleféricos (y paradores) incluso en parques nacionales. Así que mucho me temo que en pocos meses “gozaremos” de ese “imprescindible” transporte tan largamente esperado. Lo peor es que al leer los comentarios de lectores de muchos diarios canarios, compruebo que a muchos les parece una buena idea. ¿Alguien les ha explicado el concepto de “impacto visual”?
Con cosas tan aparentemente inocentes e incluso prácticas como este teleférico, poco a poco nos estamos cargando el paisaje, un recurso que hoy por hoy es uno de nuestros principales activos turísticos. Seamos realistas: aquí no vienen los visitantes por nuestra oferta cultural y de servicios, vienen a disfrutar de nuestro entorno (vale, también a emborracharse barato). ¿De verdad creen que la vista de Tejeda mejorará con un cable de acero que lo cruza y un cubil metálico que pende de él? Sí, seguro que los guiris se dejan la pasta para montarse en la cosa pero, ¿hasta qué punto será rentable sacrificar la vista?
El problema de base es creer que el paisaje es nuestro derecho, que la naturaleza es un parque de atracciones a nuestro servicio, y por tanto, aplaudimos cualquier burrada que nos haga más cómoda su invasión. Lo cierto es que nosotros somos parte del paisaje, y de nuestras acciones depende en gran medida su pervivencia. Yo pensaba que eso era una noción básica que se estudiaba en Primara, pero está visto que no es así. (Claro que a veces es una presunción harto optimista pensar que nuestra clase política y empresarial llega a nivel de Primaria; seguro que los pasaban de curso…)